El espíritu de las leyes...educativas en Sinaloa

25 enero 2020

""

Juan Alfonso Mejía López

juanalfonsomejia@hotmail.com
Twitter: @juanalfonsoML

 

En pleno Siglo 18, Charles Louis de Secondat, mejor conocido como El Barón de Montesquieu, escribió un tratado en el que recreaba el modelo político inglés, considerado en aquellos años como la mejor garantía en contra del despotismo. La separación de poderes y la monarquía constitucional, asentaba, son la base para evitar que el poder se concentre en las mismas manos. Las leyes de Gran Bretaña y cientos de naciones se rigen bajo los mismos principios como expresión de su carácter democrático, sin importar el número de ocasiones que se modifiquen las leyes, el espíritu permanece intocable.

Garantizar el derecho a aprender de las niñas, niños, jóvenes y adolescentes (NNJA) es el espíritu que impulsó los cambios al Artículo Tercero Constitucional el 15 de mayo pasado. Dije bien, “DERECHO”; porque la educación es un derecho humano, no un servicio.

Hacer tangible este derecho para todas y todos obligó a las adecuaciones pertinentes de tres leyes secundarias: Ley General de Educación (LGE), Ley de Mejora Continua de la Educación (LMCE) y Ley General del Sistema para la Carrera de Maestras y Maestros (LGSCMM). Toca el turno a las entidades federativas, mismas que tienen un plazo hasta el 15 de mayo del presente para armonizar su marco normativo.

Las modificaciones al marco legal son una oportunidad para la edificación de un Acuerdo Educativo Estatal (AEE), en el que la inclusión sirva como máximo referente en la integración de nuestro Sistema Educativo. Estar en la escuela, aprender en ella y participar en su proceso creativo cotidiano es una aspiración de la mayor trascendencia para un Sinaloa cada vez más justo y equitativo. Porque la educación no es una de las opciones, ¡la educación es la opción!

En el marco de sus respectivas competencias, la Federación y el Estado de Sinaloa estamos obligados a defender y promover una educación pertinente, relevante, diversa, multicultural y equitativa con perspectiva de Derechos Humanos. El federalismo educativo permite y obliga a hacer de nuestra aspiración una respuesta a necesidades y realidades con un anclaje local y regional.

La Secretaría de Educación Pública (SEP) y el Poder Legislativo han convocado a las Autoridades Educativas y Legislaturas Locales, en el marco de su corresponsabilidad y soberanías, a un proceso colaborativo en la construcción de 32 nuevas Leyes de Educación. La dinámica se realizará a partir de la realización de foros regionales, en los que Sinaloa estará integrado con Jalisco, Nayarit y Durango. La idea es compartir experiencias, idear rutas y enfrentar desafíos de manera conjunta.

Generar compromisos y capacidades en los agentes de cambio es, quizás, una de las mayores barreras que enfrenta todo sistema educativo. Algunos estados reflexionan ya en una amplia convocatoria en la que los distintos agentes sean tomados en cuenta y expresen sus inquietudes. Seguro estoy de que este camino será abordado por la 63 Legislatura en nuestro estado, a lo cual habremos de sumarnos de manera puntual en beneficio de las y los niños, jóvenes y adolescentes en Sinaloa.

Un Acuerdo Educativo Estatal plantea múltiples bondades, imposible de renunciar a ellas. Planteo un par de inquietudes.

Queremos escuelas que formen para la libertad y ello se logra en la medida en que nos apropiamos del espacio público. Ante la interrogante, ¿a quién le pertenece la educación pública en Sinaloa?; la respuesta es sencilla, a todos nosotros. Un AEE es una oportunidad para habitar nuestras escuelas, no sólo asistir a ellas. En pocas palabras, aquí es donde se forma la ciudadanía, no cuando tienes 18 años.

La dinámica de identidad (apropiación de lo público) y participación no es nueva, pero sí sería novedosa para el caso sinaloense. John Dewey, uno de los mayores referentes educativos en la historia, invita a la reflexión de los problemas sociales desde el ámbito de las instituciones escolares, no como materia de estudio sino como experiencia personal.

Unido al aspecto de ciudadanía, la inclusión es otro hermoso reto para enfrentar. Imaginar una escuela incluyente va más allá de la fragilidad de la modalidad en un servicio. Necesitamos aprender a ver con otros ojos, teniendo en cuenta que nuestra indiferencia puede ser la primer gran barrera que enfrentan las y los niños.

El sistema educativo tiene rostro humano, lo que pasa por comprender la necesidad educativa especial que tenemos todas y todos. Asumir esta realidad implica imaginar un sistema educativo centrado en la persona y no en el sistema mismo; esto quiere decir, entender que en el proceso de aprendizaje existen barreras, algunas nos son comunes y otras no. Por ejemplo, un niño o una niña que deja de asistir a la escuela no siempre lo hace porque lo desea; existen barreras que le están impidiendo seguir adelante.

Un sistema educativo incluyente, en este aspecto de la inclusión, se confrontará con una visión excluyente dominante durante décadas en el modelo mexicano. Si bien es cierto que nuestro sistema y nuestras escuelas necesitan mejores condiciones en los Centros de Atención Múltiple (CAM), queremos más Unidades de Servicio y Apoyo para la Educación Regular (USAER), “maestros sombra” cuyo costeo pueda ser absorbido por la propia escuela, por no hablar de las carencias de las condiciones materiales, no siempre aptas para el mejor desarrollo de las y los niños, nuestra meta debe ser integrar, cada vez más en la medida de lo posible, la educación especial en el modelo regular porque, no existen niñas y niños especiales, existen modelos frágiles que necesitan ser atendidos desde la diferencia y la realidad de contextos particulares.

Como decía Marcel Proust: “el único verdadero viaje de descubrimiento consiste no en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos”.

Bienvenido sea este proceso de armonización de leyes educativas en los estados. Bienvenida sea la convocatoria desde la diferencia, porque sólo desde la diferencia construimos comunidad. Asumamos este reto como oportunidad, con la clara convicción de que actuamos bajo un sólo y único espíritu: la educación como derecho humano para toda la niñez y juventud. ¡Enhorabuena!

Que así sea.