El espejo de la memoria
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Quien no conoce la historia, se dice, está condenado a repetir los errores del pasado. Pero, no basta conocer la historia, se requiere asumirla y recrearla. De otra forma, como asentó Elena Garro en Los recuerdos del porvenir, el Ixtepec de ayer será el mismo Ixtepec de mañana.
No se cuestionó Elena de dónde provienen los recuerdos, solamente subrayó que los recuerdos perviven, se agazapan y sobreviven en un futuro momificado y obsolescente.
Si con toda razón se puede hablar de los recuerdos del porvenir, también es consecuente ocuparnos del porvenir de los recuerdos. En ocasiones, ansiamos deshacernos de algunos datos de la memoria porque nos resultan dolorosos, sin percibir que las experiencias de sufrimiento tienen como finalidad aquilatar y resaltar el valor de su contraparte.
Una leyenda griega cuenta que al llegar una mujer al río Aqueronte, o Estigia según Virgilio, el barquero Caronte, dispuesto para llevarla a la región de los muertos, le recordó que si bebía de las aguas del Río Leteo olvidaría todo.
La mujer, ansiosa, afirmó: “Olvidaré todo lo que he sufrido”. Caronte respondió: “Pero, recuerda, también olvidarás tus alegrías”. La mujer añadió: “Olvidaré mis fracasos”. El viejo balsero replicó: “Y también tus victorias”. La mujer, concentrándose en sus recuerdos, añadió: “Olvidaré cómo he sido lastimada”. Caronte, rápidamente, arguyó: “También olvidarás cómo has sido amada”.
El relato remarcó que la mujer se puso a reflexionar cuidadosamente y concluyó que lo más sabio era no beber de las aguas del río del olvido.
Es claro que no podríamos apreciar cualitativamente los recuerdos dulces sin los amargos, como señaló el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: “Porque después de todo he comprobado que no se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido”.
¿Desempaño el espejo de mi memoria?