El espejismo de la felicidad
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San Agustín, en su libro De la vida feliz, planteó una pregunta que supone común a todos los hombres: “¿todos queremos ser felices?” De igual forma, en el Sermón 150 escribió que todos los filósofos enfrentaban ese interrogante: "Comúnmente, todos los filósofos en sus estudios, en sus investigaciones, en sus disputas, en su vida toda buscaban la felicidad".
Sin embargo, la felicidad se convierte en un espejismo que atrae y se esconde, porque casi siempre se busca en aficiones y afecciones estériles, o en la consecución de bienes que no la pueden proporcionar ni redituar.
En su tratado De la vida bienaventurada, Séneca constató: "No hay quien no quiera, oh hermano Galión, vivir felizmente, pero para ver qué es lo que hace la vida feliz, todos andan ciegos; por eso no es nada fácil conseguir una vida bienaventurada hasta el punto de que tanto más se separa de ella quien con más vehemencia la busca, si se equivoca de camino, pues si va por el contrario, la misma velocidad es causa de un mayor distanciamiento”.
Asimismo, expresó: “Vivir felices, todos lo quieren, pero andan a ciegas tratando de averiguar qué es lo que hace feliz a una vida, y hasta tal punto no es fácil alcanzar la felicidad en la vida, que cuanto más apresuradamente se dejan llevar hacia ella, tanto más se alejan si se desvían del camino”.
La publicidad de la sociedad actual incita a buscar la felicidad en el consumo, pero es un gozo efímero que desencadena más deudas y arrepentimiento, como remarcó Zygmunt Bauman en El arte de la vida: “El consumo no los lleva a la seguridad ni a la saciedad, sino a la ansiedad. Lo suficiente nunca puede ser suficiente”.
¿Me deslumbra el espejismo de la felicidad?