El elefante
Al interior del lopezobradorismo, más que adentro de Morena, hay detalles de la sucesión presidencial que no se han discutido y de ellos, uno en particular es el elefante en la habitación. Todos saben que allí está, pero jamás se discutirá en público, más allá de ciertas vaguedades o recomendaciones que puedan venir del Presidente o de los que se puedan considerar “fieles de la balanza” o actores neutros. El tema allí está, como un elefante, y ocupa gran parte del cuarto; pero antes que señalarlo o moverlo o despertarlo, por conveniencia se le da la vuelta. El tema al que me refiero es la posibilidad de una ruptura.
Que no se hable en público de él no significa que no sea un elefante. Para algunos, corresponde directamente a Andrés Manuel López Obrador tocar el tema y a nadie más, porque los líderes dentro del movimiento tienen etiquetas que les impiden decirlo sin que se interprete como un posicionamiento de grupo. Si Mario Delgado hablara sobre la posibilidad de una ruptura interna durante el proceso de selección del candidato para 2024 de inmediato se relacionaría, diga lo que diga, con un planteamiento desde el grupo de Marcelo Ebrard. Lo anterior es apenas un ejemplo que se puede multiplicar al infinito.
Dentro del movimiento del Presidente se tiene muy claro que habrán, desde afuera, intentos por provocar esa ruptura. Para estos actores externos es tan valioso un desgarramiento interno en Morena como la selección misma de su candidato. Un Gabriel Quadri bien puede representar el pensamiento de PRI, PAN y PRD, pero difícilmente ganaría la Presidencia; lo mismo pasa con una Lilly Téllez o una Margarita Zavala, un Luis Donaldo Colosio o un Enrique de la Madrid: sí, representan a la derecha mexicana y son ejemplares dignos de ella, pero ya a población abierta difícilmente podrían competir con una Claudia Sheinbaum o con un Marcelo Ebrard. Por eso es que dentro del lopezobradorismo se entiende que los grupos intelectuales, políticos, empresariales y mediáticos querrán alentar la discordia porque sólo así, dividiendo, podrían aspirar a crecer en las encuestas.
Los operadores políticos del McPRIAN -y discúlpenme que ya ni cuente al PRD pero ya no sale en las encuestas- buscarán inyectar descontento dentro de la izquierda a través de personajes clave. Primero, generando desaliento con la idea de que “el Presidente ya decidió quién lo va a suceder”; segundo, abriendo las puertas de par en par aunque sin dejar en claro para qué; un “vente, acá vemos”, como hicieron con Ricardo Monreal en 2018, aunque era sabido que jamás bajarían a Alejandra Barrales por subirlo a él en la candidatura por la capital.
Monreal nos decía en entrevista para el libro La Disputa por México: “Pero al final, si nosotros tres [Sheinbaum, Ebrard y él] o el propio Adán Augusto; si los cuatro no nos ponemos de acuerdo, uno de ellos, el que se salga con el 10 por ciento, ya no le pidas más, con el 10 por ciento de intención de voto que arrastre afuera y perdemos o podemos perder. Porque le disminuyes a la fuerza hegemónica y le agregas, en una suma doble, al grupo opositor; porque ese tendrá que estar solo en uno de los dos bloques. Por eso lo importante de que Morena tenga la capacidad y el talento de abrir el proceso, de no satanizar y no perseguir a quienes pensamos diferente”.
Detrás de ese breve párrafo hay mucho, pero me voy por partes.
Lo primero y más importante es definir en dónde están los eslabones débiles de la cadena en la sucesión, y eso impone intentar leer a cada una y uno de las y los precandidatos. Me voy a ir a los obvios, primero.
Claudia Sheinbaum. ¿Podría ella provocar una ruptura si no sale seleccionada? Rotundo no. Es, de entre todos, la más lopezobradorista. Sheinbaum trabajó duro para que naciera Morena y para consolidar el movimiento y nunca causaría una fisura y para terminar pronto: jamás de los jamases el McPRIAN le ofrecería algo por fuera. Descartada.
Marcelo Ebrard. Bueno, aquí el análisis es más complejo y la argumentación podría ocupar muchas palabras. Para acelerar conclusiones, va mi opinión personal: la radicalización de la política mexicana en dos fuerzas, una oficialista y otra opositora, dejó el centro casi vacío y le dio cierta mala fama. Ebrard ha sido visto en el pasado como de centro-democrático aunque más cargado a la izquierda. Pero salirse de Morena sería un salto hacia una alberca -parafraseo a Álvaro Delgado- que se quedó sin agua, es decir, la alberca cómoda del centro en la que cabían un Claudio X. González o Elba Esther Gordillo; un Lorenzo Córdova o un Felipe Calderón.
Quizás en 2012 Ebrard habría sido un buen candidato de moderada izquierda que cae bien en la derecha, pero eso que hace poco era una cualidad hoy se vuelve algo inaceptable. El mismo López Obrador lo ha alentado: nada de andar con vacilaciones, nada de andar con medias tintas. Por lo que escucho y lo que deduzco de él, veo difícil que la ruptura venga por allí aunque nunca descarto nada. Se le van a acercar, por supuesto, si no es que ya lo hicieron. Es un juego peligroso para él incluso abrir los oídos. No es un adolescente y sabe que tampoco lo ven tan bien del otro lado, y reproduzco algo que nos dijo Gustavo de Hoyos para el mismo libro, La Disputa por México:
- ¿Ustedes estarían dispuestos a aceptar a alguien de Morena de candidato presidencial? -le preguntamos.
- No, no lo veo viable porque...
- ¿Marcelo Ebrard, para decirlo más concretamente?
- No, no lo veo viable. Para mí, y siendo bien respetuosos de las personas y sin descalificar en lo más mínimos los atributos personales, me parece que las personas que están en el núcleo del obradorismo, como es el caso de Marcelo Ebrard; como es el caso de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México [Claudia Sheinbaum]; como es el caso del líder del Senado [Ricardo Monreal], de todos mis respetos, evidentemente, conjuntamente con el Presidente López Obrador, representan el núcleo de una visión.
Luego, un párrafo de oro:
“Lo que representa Va por México, lo que impulsa Sí por México, es la antítesis de esa visión. Entonces sería difícil traer al capitán de un corsario para que navegue en la embarcación que va del otro lado, ¿no? Lo veo francamente inviable, con todo el respeto que me merecen las personas. Pero es como si yo les dijera que si se imaginan a Marko Cortés de candidato de Morena, ¿verdad? Nadie en su sano juicio lo pensaría. Es exactamente lo mismo”.
¿Entonces? ¿Adán Augusto López? No. El Secretario de Gobernación no traicionaría al movimiento. Ni Rocío Nahle, y tampoco veo a Tatiana Clouthier haciendo un Lilly Téllez o un Germán Martínez. Nos vamos acotando, entonces, a un solo nombre: Ricardo Monreal. ¿Podría ser él quien provocara la ruptura?
Yo creo, como muchos en Morena, que el Senador Monreal está presionado para negociar. Está estirando la liga, como se dice. Pero él es un hombre inteligente y sabe que tampoco puede ya tensionarla demasiado porque se le va romper, a él y a toda su familia, que básicamente está colocada, por todo el país -sobre todo en Zacatecas y en la capital de la República-, dentro de la nómina de la 4T. ¿Se atreverá a provocar una ruptura? Yo creo que si alguien puede ser, es él. Pero dependerá de qué le ofrezcan del otro lado. Su ego le dice que tendrían que darle la candidatura presidencial del McPRIAN, pero su pragmatismo le aconseja que si le ofrecen la de la Ciudad de México, la tome. En lo personal creo que no se la ofrecerán, que estirará la liga, que hará lo posible porque no se reviente pero si se revienta, brincará a Movimiento Ciudadano. Son escenarios que él ha ideado casi sin discreción, por eso es visible para muchos que quiere negociar. Que le repartan del pastel, pues, para ser tan Monreal como ha sido siempre.
Concluyo con esto: El elefante llamado “posible ruptura en Morena por la sucesión presidencial” está en la habitación y es imposible no verlo. Pero también es cierto que es un elefante que puede ser músculo puro o globo de aire. Ahora está y mañana quién sabe.
Conforme los días pasan hay más claridad de lo que viene. Pero hay algo que debe tenerse muy, pero muy en cuenta: un López Obrador fuerte garantiza un Morena fuerte; y un Morena fuerte desactiva las ganas del “ya me voy”. Porque, ¿quién en su sano juicio se baja del cuello de una jirafa para subirse a un mono que le ofrece llevarlo a la copa de los árboles?