El duelo
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Definitivamente cada pérdida acarreará un duelo, es cómo reacciona nuestra mente, y la intensidad del duelo no dependerá de la naturaleza del objeto perdido, sino de la pérdida que se le atribuye, es decir, de la inversión afectiva invertida en la vida, el duelo es producido por cualquier tipo de pérdida, y no sólo es aplicable a la muerte de una persona, un aborto es una pérdida, perder el trabajo, divorcio, cambio de ciudad, pérdida de la libertad, etc. Por lo tanto, el proceso de duelo se realiza siempre que tiene lugar una pérdida significativa, siempre que se pierde algo que tiene valor, real o simbólico, consciente o no, para quien lo pierde.
El dolor por la pérdida, o por las pérdidas, es parte de nuestra condición humana, de nuestra naturaleza, desde que nacemos y aparecemos en este mundo entramos a un proceso de ganancias y pérdidas que en su momento nos harán reflexionar y aprender de ellas en nuestro crecimiento personal, en tanatología hay una frase muy recurrente que dice: ” para ganar, hay que perder”.
El duelo es el proceso individual que cada ser humano experimenta de diferentes formas, e intensidades, que varían según la edad, el sexo, el vínculo afectivo, la fortaleza emocional y espiritual y hasta la cultura a la que pertenecemos, puede morir uno de los integrantes de una familia y cada uno de los miembros llevara y desarrollara su duelo personal, identificados solo por el dolor, pero cada uno lo manifestara quizás de diferente manera.
La finalidad del duelo es recuperarse de la manera más saludable en el tiempo más corto posible y alcanzar en ese tiempo el equilibrio emocional, y no transcurrir de un duelo considerado “normal” a padecer un duelo patológico, que es cuando se vive y se reacciona con sentimientos y emociones desproporcionados a los que se esperan cuando un ser amado muere. Este tipo de duelo requiere ayuda profesional inmediata.
Tenemos a nuestro alcance, expresar libremente nuestro dolor, escrito o hablado y darnos permiso de llorar, lamentablemente en nuestra cultura venimos arrastrando una serie de falsedades como “llorar es malo”, “llorar es de débiles”, “con tu llanto no dejas descansar al difunto”, “los hombres no lloran” y muchas otras creencias que lo único que hacen es “atorar” un duelo natural y a veces se convierte en un duelo complicado con implicaciones de sufrimiento innecesario.
En ocasiones es posible sufrir síntomas idénticos a los de un proceso de duelo sin que se haya padecido la muerte de un ser querido, debido a la ocurrencia de sucesos que pueden desencadenarlos, como una enfermedad incurable o terminal, un divorcio, la pérdida del trabajo o de una parte de nuestro cuerpo, la ruina económica, una decepción amorosa, la prisión o un fracaso profesional, entre otros. El tanatólogo deberá asistir a estas personas para que logren la aceptación del hecho en estos casos, y orientar a la familia a vivir un proceso de duelo lo más saludable posible y en el menor tiempo, si hubiese ocurrido la muerte de un ser querido.
La tanatología es una disciplina científica que estudia las conductas que pueden representar una amenaza para la vida; es una ciencia multidisciplinaria de la que hoy se habla más frecuentemente y que tiene resultados considerablemente útiles.
En la actualidad, hay un gran número de personas preparadas para ayudar a curar el dolor del proceso de morir, tanto en el enfermo como en la familia. El trabajo tanatológico no termina con la muerte de alguien, sino que continúa hasta que el familiar concluye su trabajo de duelo y llega a la verdadera aceptación de la muerte de su ser querido.
Octavio Robledo L.
Psicólogo clínico – Tanatólogo
Tel. 669 230 52 11