El don de la música

Rodolfo Díaz Fonseca
11 diciembre 2019

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rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf

Sin música la vida no sería comprensible. Su sonido nos acompaña desde los primeros instantes. Al compás de la música los niños se alegran y adormecen. Las canciones de cuna nutren desde temprano el corazón.

El universo es musical. Los trinos, gorjeos y sonidos del mundo incitaron la creación musical del hombre. El ser humano encontró un canal idóneo para expresar sus emociones e inspiraciones.

Sin embargo, es preciso distinguir qué música se escucha. Hay música que seduce y otra que reduce, música que endiosa y otra fastidiosa, música que interioriza y otra que idiotiza.

En efecto, hay música sublime, que eleva el corazón y enaltece el alma, mientras que otra solamente subyuga con su ritmo o transmite mensajes banales y de cárteles.

La música puede ayudar a encontrar el sentido de la vida incluso a espíritus tremendamente cuestionados, como escribió Tchaikovsky:

“Aunque niego la vida eterna, aún rechazo con indignación la monstruosa idea de que nunca, nunca volveré a ver a mis seres queridos. A pesar de la fuerza lógica de mis convicciones, no me es posible aceptar la idea de que mi madre, a la que tanto quise y que tan espléndida persona era, ha desaparecido para siempre, y que nunca tendré oportunidad de decirle que, tras veintitrés años de haberse ido, aún la sigo queriendo como entonces. Es decir, soy una masa de contradicciones; pese a la considerable madurez de mis años, no encuentro reposo en parte alguna, mi inquieta alma no alcanza sosiego ni en la religión, ni en la filosofía. La verdad es que me habría vuelto loco de no ser por la música. Es éste el gran don que el cielo le ha hecho al género humano, mientras éste se debate en las tinieblas”.

¿Qué música escucho?