El dilema entre salud y economía

Vladimir Ramírez
09 junio 2020

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Como se sabe, la pandemia afectó gravemente los ámbitos de salud y economía, hoy a casi cuatro meses de enfrentar el Covid-19 y sus estragos en todos los ámbitos de nuestra sociedad, el tema económico parece no resistir más y empiezan ya a surgir serios problemas en el sector empresarial y en la vida de las familias que se han quedado sin ingresos. No todas las empresas han podido resistir igual, y el daño a la economía de las personas se refleja con la pérdida del empleo. Quedarse en casa ha dejado de ser una opción, el dilema entre salvar la salud o la economía se traslada de la esfera empresarial a la familiar.

La reapertura gradual de ciertos comercios y restaurantes en Culiacán advierte un inevitable aumento de contagios, un regreso paulatino a la normalidad económica pone en jaque al sector salud. El daño causado a la economía con las medidas de distanciamiento social es muy probable que sea inversamente proporcional, pues salvar la economía, implica afectar la salud de muchas personas. La Iniciativa Privada advierte que de esperar más tiempo para darse la reactivación de la economía podría ser letal para las empresas, ciertamente lo es, pero también para la población vulnerable al coronavirus. Este es el dilema al que nos enfrentamos como sociedad.

Sinaloa ha sido uno de los estados con mayor afectación y contagios, lo cual significa que regresar a la normalidad económica podría salir muy caro, cuando las cifras diarias de contagio y defunciones todavía no se estabilizan y menos se observa una tendencia de salida de la pandemia. Lo difícil ahora es garantizar la protección ante la enfermedad y una oportuna atención médica si continúa el aumento de contagios. Y la pregunta aquí es: ¿quiénes serán los más afectados?

El sociólogo e investigador Raúl Rojas Soriano advertía hace 10 años ante la epidemia de la influenza AH1N1 que en realidad “el virus no mata, la pobreza sí”. La mayoría de la población que representa la clase trabajadora, carece de condiciones de vida y de trabajo apropiadas, por lo que es y seguirá siendo una presa más fácil del virus. El sistema inmunitario de los individuos se encuentra debilitado por la malnutrición, el hacinamiento, el trabajar en lugares contaminados y realizar actividades en situaciones estresantes, entre otras. La gente de escasos recursos tiene menos posibilidades reales de buscar atención médica adecuada y oportuna, pese a la obligación del Estado de proteger la salud de la población. Así como hay una situación diferencial entre los grupos sociales respecto a la forma de preservar la salud y enfrentar la enfermedad, la hay en la manera como se presenta el padecimiento. Por ello, su frecuencia, gravedad y la posibilidad de morir dependen en gran medida del grupo social al que pertenecemos.

Si bien es cierto, afirma Rojas Soriano, todos los individuos estamos propensos a contagiarnos por el virus SARS-CoV-2, el modo como se enfrenta la enfermedad y la posibilidad o no de restablecer y/o mejorar la calidad de vida depende de las condiciones de vida y de trabajo de los individuos, las cuales son diferentes según los diversos grupos sociales. La clase trabajadora del País es la que está siendo más afectada por la pandemia, lo que traerá mayor pobreza pese a los programas sociales del Gobierno, los cuales siempre son deseables y necesarios, pero solamente atacan los efectos de la pobreza y no sus verdaderas causas, que son estructurales, es decir, tienen que ver con la forma como nuestra sociedad produce y se reproduce, la cual está inmersa todavía en el modelo neoliberal implantado por el capitalismo en América Latina hace más de 30 años.

Rojas Soriano señala que se experimenta en estos días en mayor o menor medida el miedo al contagio por el Covid-19 y, por tanto, a la muerte. Habría que preguntarnos si la intención es la de mantenernos únicamente vivos, o reflexionar sobre nuestra situación de vida. Por tanto, la cuestión no es vivir más tiempo sino cómo se vive, es decir, con qué calidad de vida, la cual está en función del tipo de empleo del que se derivan las condiciones de trabajo y el monto de los recursos económicos disponibles y, por tanto, la posibilidad o no de tener: una alimentación equilibrada, una vivienda con los satisfactores básicos, transporte cómodo y seguro, así como de tiempo libre para el esparcimiento y para realizar ejercicio físico regular, al igual que poseer una cultura médica y de salud, entre otras cosas.

Las reflexiones de Rojas Soriano exponen en la introducción del texto ideas que concitan a revisar el equilibrio de los sacrificios entre la salud de la población y la economía de las empresas dentro del modelo de libre mercado. Ante la experiencia de la pandemia, sería importante poner a discusión si vale la pena salvar nuestro modelo económico sacrificando parte de la salud de la población y no en pocos casos la vida de personas. Es decir, ¿cuáles son los incentivos que motivarían el sacrificio de la salud en favor de la economía?

Este podría ser una magnífica oportunidad para enderezar el rumbo de las decisiones por tomar, y en las que deberían estar presentes la participación no sólo de las autoridades y el sector empresarial sino el resto de los sectores sociales, para ofrecer una solución bioética y humana a este inaplazable dilema de nuestro tiempo.

Hasta aquí mi opinión, lo es pero en este espacio el próximo viernes.