El desacato anunciado
La semana pasada, el pleno de la Suprema Corte admitió a trámite la revisión de la reforma al Poder Judicial. Dicha solicitud fue formulada por jueces y magistrados, quienes pidieron al pleno el estudio de la reforma. La admisión fue votada a favor por 8 de los 11 ministros. Se trata de un trámite en el que aún no hay pronunciamiento sobre el fondo del asunto, pues no es el momento para hacerlo.
Sin embargo, las reacciones que provocó son dignas de llamar la atención por lo que anticipan. Se habló de golpe de Estado. Me parece que siempre hay que tratar de ser cautos con el lenguaje. Golpe de Estado es una subversión del órden constitucional, una interrupción de la normalidad democrática, una toma violenta del poder. No veo ninguno de esos rasgos en la decisión de la Corte. Pero no sólo eso, la nueva titular del Poder Ejecutivo alertó que la Suprema no tiene atribuciones para hacer el examen que se propone hacer de la reforma y señaló que, independientemente de lo que resuelva la Corte, habrá elección de jueces, magistrados y ministros.
Es la crónica de un desacato anunciado. Esa es la magnitud de la crisis en la que vivimos. Ha habido una multitud de suspensiones decretadas por jueces que han sido ignoradas por autoridades de todos niveles. La ignorancia de la ley es la nueva rutina. Pero además del trámite que admitió el pleno de la Corte, hay otros recursos sobre los que deberá pronunciarse el Poder Judicial: amparos, acciones de inconstitucionalidad, controversias, en fin, procesalmente el asunto de la reforma al Poder Judicial aún no concluye y lo que preocupa, insisto, es el señalamiento contundente de la presidenta de la nación, que no importa la deliberación y resolución del pleno de la Corte, la reforma se va implementar.
No recuerdo otro momento de tanta tensión entre Poderes de la Unión. Y acaso lo que más preocupa es que el gran ausente en esta crisis ha sido el diálogo, la posibilidad y disposición de oír al otro, de tratar de entender los argumentos contrarios, de converger en algún sitio.
Me temo que estamos ante un endurecimiento del autoritarismo, un debilitamiento de la negociación política y ante una inminente regresión institucional. Las urnas dieron un mandato que no fue observado por la sobrerrepresentación ilegítima, y claramente es un mandato que no está siendo respetado por la nueva mayoría. Parecen olvidarse que las minorías existen y siempre han servido para construir consensos. La ausencia de diálogo nunca ha sido una fórmula provechosa. Hoy estamos viendo las consecuencias.