El daño de la militarización a la seguridad humana, la aportación desde la UNAM

Ernesto López Portillo
13 julio 2024

Montado en la más ambiciosa, acelerada e incontenible expansión de las actividades militares en funciones de gobierno civiles en el México contemporáneo, niega el poder público federal que haya militarización alguna. Tan solo en seguridad, apenas se informó que López Obrador dejará más de 280 mil efectivos militares desplegados, habiendo encontrado aproximadamente 5 veces menos que eso.

Pero, mucho más allá, el sexenio termina con amplios avances de lo que denominamos la fase superior: el militarismo, ideología que viene filtrando “el estilo militar” hacia todo tipo de funciones en el quehacer del Estado, proceso a su vez montado en los hombros de la tolerancia acrítica e incluso el aplauso de la inmensa mayoría de la sociedad. Lo lograron los últimos tres presidentes de México, sosteniendo la misma preferencia: ampliar el poder militar para, por ahí, supuestamente, resolver los grandes problemas.

Pues bien, los problemas no se fueron y muy probablemente tampoco lo harán los militares, tal como se lo dijeron al presidente Lula en Brasil cuando regresó al cargo, según comentó un colega de ese país. Completamente desbordada la Constitución e incontables estándares de derecho internacional vinculatorios para nuestro país, apabulla la comprobación de la normalización de la impronta militar en la vida diaria.

Por fortuna, a pesar y en contra de la indiferencia masiva, la investigación académica ayuda a dimensionar las implicaciones, la complejidad y el daño real y potencial de la militarización. Desde la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, la doctora Sandra Zavaleta Hernández coordinó una enorme obra de reciente aparición intitulada Resonancias de la militarización en la seguridad humana.

Del capítulo de su autoría que lleva el mismo nombre y abre la impresionante compilación, extraje lo siguiente:

La militarización ha sido objeto de un debate cada vez más relevante en el contexto de la seguridad humana, pues si bien es cierto puede responder estrategias políticas encaminadas al resguardo de la seguridad de las poblaciones, cierto es también que en gran medida dichas estrategias responden a intereses particulares que tienden, en realidad, a mantener la hegemonía y el statu quo dominante y que, lejos de construir sociedades seguras, la militarización ha tenido un impacto negativo en diversos ámbitos de la vida humana. Violación de los derechos humanos, incremento de la violencia y del conflicto, explotación de recursos y despojo de territorios, impacto en el medio ambiente y en la seguridad alimentaria, deterioro del tejido social, entre otros, son algunos de los elementos que se presentan como resultado de los procesos militaristas en la sociedad internacional...

La militarización se vuelve parte de un “proceso discursivo que implica un cambio en las creencias y valores sociales generales en formas necesarias para legitimar el uso de la fuerza”; así entonces, elementos como la paz o la seguridad, por ejemplo, se significan y se traducen en prácticas violentas encaminadas, como ya se ha dicho, a la consecución de intereses y objetivos de las elites para seguir manteniendo la lógica circular de la militarización...

Cualquier guerra o conflicto armado rompe el tejido social y trastoca las relaciones sociales. La presencia constante de fuerzas militares puede alterar las redes comunitarias de una sociedad o grupo. Las redadas, los toques de queda y las restricciones a la movilidad, por ejemplo, pueden afectar las relaciones interpersonales, la confianza y la cohesión social, lo que puede conducir a una sociedad fragmentada y dividida, dificultando con ello la construcción de una convivencia pacífica y estable. En contextos militarizados, la comunidad se configura, así, como un espacio de vital importancia, debido a que es en éste en donde se pueden tejer redes de cooperación, solidaridad, sororidad o apoyo que puedan construir resiliencias y proporcionar seguridad a las personas. Por el contrario, la fragmentación de lo comunitario erosiona o vulnera los medios de los que se disponen para hacer frente a situaciones resultado de la militarización en sus diferentes manifestaciones...

Más del 40 por ciento de los conflictos armados internos de los últimos 60 años están relacionados con la explotación de recursos naturales, lo que evidencia que, si bien las causas de los conflictos bélicos pueden ser de origen múltiple, complejo y obedecer a diversos factores, la posesión o la tenencia de dichos insumos se ha convertido en un componente importante para la disputa y el mantenimiento del poder, de la mano de la reproducción del sistema capitalista. La presencia militar frecuentemente implica un mayor uso de recursos naturales y puede llevar a la degradación ambiental, afectando la seguridad y el bienestar de las comunidades locales. Tan solo en la última década del siglo pasado (entre 1990 y 2002), 17 conflictos armados de magnitudes significativas tuvieron relación directa con la explotación o posesión de los recursos naturales...

Las lógicas del poder, que se transforman de acuerdo al momento histórico, adoptan formas depredadoras e imperialistas como las que se expresan con los procesos de militarización. Si bien la guerra, los conflictos armados o la carrera armamentista han sido todas representaciones constantes en la configuración del ordenamiento global, la militarización refleja una estrategia infalible e indefectible para reproducir la lógica sistémica dominante y servir, dentro de ella, como una táctica coadyuvante en la permanencia de la hegemonía y de las relaciones de poder vigentes.

Como táctica de los sujetos hegemónicos hacia el resto, la militarización forma parte de discursos y prácticas que han funcionado como instrumentos preservativos de poder y de legitimación de las políticas de dominación del norte hacia el sur global, y que han traído consigo, entre otras cosas, el aumento del nivel de vida de los países “desarrollados”, como resultado de la acumulación y despojo; y a la profundización del “subdesarrollo” y la desigualdad en el resto del mundo.

Apenas una mínima asomada a una obra que problematiza los múltiples impactos de la militarización -y el militarismo- en la agudización de todo tipo de problemas en las sociedades contemporáneas, debilitando la seguridad humana. Si la primera presidenta de nuestra historia sigue la ruta de los tres anteriores, aquí hay un agudo análisis contextual para dimensionar donde estamos y hacia dónde iríamos.

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@ErnestoLPV
Animal Politico / @Pajaropolitico