El criterio más pobre

Óscar de la Borbolla
05 mayo 2020

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@oscardelaborbol

 

El criterio más pobre nos lo brindan las series de contrarios que la naturaleza muestra: noche y día, frío y caliente, seco y húmedo… y también las grandes generalizaciones, que en pares de contrarios, adoptamos de nuestra cultura: bueno y malo, justo e injusto, bello y feo… El criterio sirve para discernir, pero, cuando solo se distinguen los extremos, el mundo que captamos es poco inteligente, ya que su vasta variedad queda reducida a blanco y negro.

Aprender a deslindar matices, a apreciar tonalidades, a ser capaces de identificar distancias cada vez más finas en una gama determinada es lo que nos permite vivir propiamente como seres humanos. Este esfuerzo de construirnos un criterio, de ampliar la raquítica polaridad del blanco o negro, es lo que nos construye como personas. La cultura no es lo que está en las bibliotecas, en los museos o en las cinetecas… ahí están los bienes culturales; la cultura es lo que está en nosotros por habernos cultivado, lo que resulta de haber entrado en un contacto íntimo y cuidadoso con esos bienes, pues no se trata de pasar las páginas de un libro para informarse, ni de pasar las salas de un museo para ver… sino de saborear cuidadosamente esos bienes, porque quien sabe no es aquel que tiene un dato, sino (exprimamos la etimología) el que saborea: el sabio. Así, el sabio no es quien tiene muchos datos, sino quien tiene un criterio extraordinariamente detallado para apreciar cada tono de gris ahí donde los demás sólo ven blanco o negro.

Se entenderá fácilmente por qué el sabio no sólo es comprensivo, sino tolerante y, también, por qué es ajeno al dogmatismo: afirmar fanáticamente una idea solo es posible cuando es la única idea que se tiene en la cabeza, o cuando no se han pensado detalladamente muchas ideas y, en consecuencia, descubierto muchos matices; en pocas palabras, cuando no se tiene criterio. Repudiar en bloque o aplaudir sin reservas equivale a no tener criterio o a contar tan solo con el criterio más pobre.

A la pauperización del criterio contribuye la estructura misma de las redes sociales, el espacio que permiten y la capacidad de atención de los interlocutores obliga al esquematismo, a la afirmación escueta. Los mensajes, que por millones atraviesan esas redes, no pueden matizar ni ponderar, por fuerza tienen que ser lacónicas y, además fulminantes, si el mensajito no es contundente, a raja tabla es recibido como una opinión desmayada y pasa inadvertido. Este énfasis y su necesaria brevedad acaban con los matices y van debilitando, si es que se tiene, un criterio rico con muchos gradientes.

Hoy asistimos a una gota más en la simiesca polarización. A la lista de contrarios que muestran la escasez de criterio: ricos-pobres, derecha-izquierda, mujeres-hombres… se agrega una oposición más: la de viejos versus jóvenes. Cuando salgamos de la cuarentena, el mundo —temo— será como una mala película de la época del blanco y negro.