El crimen penetró el corazón de Culiacán. Franjas de no agresión que antes respetó

Alejandro Sicairos
24 agosto 2021

Habían respetado el narcotráfico y sus pistoleros ciertos límites establecidos dentro de la mínima civilidad que puede pactarse con el sector criminal y uno de ellos es el centro urbano de las principales ciudades donde transitan en grandes cantidades peatones y automovilistas, sin embargo, el domingo a mediodía violentaron tal línea de seguridad al introducirse al corazón de Culiacán y atacar frente a la sede del Gobierno municipal a un civil que providencialmente fue la única víctima de la agresión a balazos.

Para sorpresa y azoro de quienes transitaban a esa hora por la zona que constituye la médula de la actividad económica, política y social de la capital de Sinaloa, los hombres armados se movilizaron a sus anchas por la principal arteria vial y en ningún momento se toparon con la fuerza pública federal y estatal que, se supone, tiene el primer cuadro citadino como foco de los operativos de seguridad pública. A cualquier hora quien circule por ese mismo tramo encuentra exceso de presencia policial.

Es de suponerse que los sicarios pidieron autorización a sus jefes para penetrar la franja comprometida a la protección ciudadana que abarca desde el malecón Niños Héroes hasta topar en el sur con el Boulevard Emiliano Zapata, así como el ribete entre el puente negro y la capilla de Malverde con dirección al oriente hasta la Avenida Aquiles Serdán. Para redundar en lo estratégico del cuadrante antes intocable por la delincuencia allí se asientan los gobiernos estatal y municipal y alrededor del 80 por ciento de la actividad comercial relacionada con mercancías y servicios.

Además, se trata de células hamponiles con mucha capacidad logística y de cálculo en las acciones que emprenden lo cual echa abajo cualquier posibilidad de violencia casual o por error operativo. Los cárteles han contribuido históricamente a cuidar el corazón de las ciudades porque el hecho de meterse allí les significaría el sobrecalentamiento de las plazas que atraería de inmediato las fuerzas élites de la Guardia Nacional y la Marina Armada de México.

Por ejemplo, al asesinar el 15 de noviembre de 2019 al Secretario del Ayuntamiento de Guasave, José Luis Guerrero Sánchez, el grupo criminal que domina dicho municipio se movilizó para deslindarse de la autoría del hecho. Debido a elementos que evidenciaron un modus operandi distinto al de los ejecutores del cártel regional, ya que primero le impactaron el automóvil al funcionario para inmovilizarlo y enseguida abordaron la unidad para quitarle la vida con armas blancas, el homicidio viró pronto a la línea de investigación que vinculó a narcopolíticos que se disputaban el manejo del gobierno que presidía Aurelia Leal.

Más claro: los comandos armados del narcotráfico no se andan por las ramas cuando quieren enviarles mensajes a los gobernantes en turno. El 22 de diciembre de 2009 hubo el correcto acuse de recibo en Palacio de Gobierno cuando al entonces Mandatario Jesús Aguilar Padilla le asesinaron a su Secretario de Turismo, Antonio Ibarra Salgado, precisamente ante de cruzar el puente sobre la Álvaro Obregón que marca el área limítrofe con el centro tradicional de Culiacán. Igual en agosto de 2013 los gatilleros que secuestraron a Frank Armenta Espinoza, guardaespaldas de Mario López Valdez, le sacaron la vuelta a dicho anillo táctico de seguridad pública y tanto al llevárselo para que involucrara al Gobernador en reuniones con Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, como al liberarlo, no procedieron a hacerlo en las inmediaciones de Palacio de Gobierno.

Y así podrían enumerarse atentados contra hombres claves del Gobierno cuyos perpetradores respetaron el área que el domingo fue vulnerada. El 14 de junio del 2010 al asesinar a Enrique Mendívil Flores, en aquel tiempo dirigente de la Unión Ganadera Regional de Sinaloa, los gatilleros esperaron a que saliera del polígono centro y concretaron el homicidio al sur de la Avenida Álvaro Obregón, en el sector del parque Culiacán 87. También aquel ajuste de cuentas entre células escindidas del Cártel de Sinaloa, que le costó la vida a Rodolfo Carrillo Fuentes el 11 de septiembre de 2014, le respetó a Juan Millán Lizárraga el acuerdo no escrito de excluir el primer cuadro de las ciudades de enfrentamientos y balaceras con tal de proteger a la gente tranquila.

Con base a ese pacto que blinda a las zonas citadinas de gran aglomeración humana se le concedieron algunos reductos de paz pública a sinaloenses que ni la deben ni la temen. En el caso de que el crimen organizado contraviniera tan elemental estipulación gobierno-narco se desplegaría todo el poder coercitivo del Estado para localizar y detener a los culpables y quedaría suspendida la negociación de futuras treguas cuyo propósito fuera el de prevenir masacres y acotar la visibilidad de sicarios y arsenales bélicos frente a la observación masiva.

¿Qué fue lo que sucedió el domingo en Culiacán? La evidente exhibición de poder del grupo armado que persiguió y atacó a una persona en el punto más simbólico del encuentro entre cualiacanenses, agudiza la congoja social respecto al envalentonamiento de facciones del Cártel de Sinaloa a tal grado que desafíen sistemáticamente al gobierno legítimo e inclusive desobedezcan al mando tradicional de la organización criminal a la cual pertenecen.

Que amurallen los tres ríos,

Tus territorios, Culiacán,

Y te blinden de los impíos,

Que hacerte daño querrán.

La moda de los topes made in Culiacán llegó a Mazatlán e incluye el manual de intolerancia contra la gente que se queja por el daño que ocasionan a los vehículos, aparte que ralentizan la circulación vial. El Alcalde Luis Guillermo Benítez Torres les atribuye las críticas a sus enemigos políticos y atraviesa una montaña de tozudez ante los mazatlecos que lo quieren hacer entrar en razón con el argumento de que la modernización de este destino turístico se atrofia con tales escollos rescatados de la era de las cavernas. Y habrá más, dice, para que se le quite lo vanidoso a la bella Perla del Pacífico.