El crecimiento económico en perspectiva
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Mervyn King, ex director del Banco de Inglaterra, destaca en una conferencia reciente (noviembre de 2019), impartida en el Fondo Monetario Internacional (FMI), que antes de la crisis financiera de 2008-2009 la economía mundial crecía en casi cada año de dos a una tasa mayor al 4 por ciento. Pero que posteriormente no se ha presentado siquiera un año en que se crezca en más del 4 por ciento. Advierte que la deuda como proporción del PIB global es ahora mayor que en 2007 y que la economía mundial está metida en una trampa de bajo crecimiento de la cual no ha podido escapar.
Observa que Larry Summers - quien fue Secretario del Tesoro y Director del Consejo Nacional de Economía de Estados Unidos-, en 2013, reintrodujo al debate económico, en el FMI, la hipótesis del “estancamiento secular”, pero que entre economistas ha habido resistencia a reconocer el problema. Según él, la resistencia proviene de la adhesión a un modelo particular de cómo opera la política monetaria, que no es útil en las circunstancias actuales.
Un adecuado diagnóstico llevaría a encarar el problema en varios frentes, más allá de las políticas monetaria y fiscal. Advierte que si no se trata adecuadamente la debilidad estructural de la economía global hay riesgo de otra crisis financiera, y de que no se tengan los instrumentos necesarios para hacerle frente. Mervyn King pone el acento en la crisis de las ideas, en la disciplina económica, que están impidiendo tomar las medidas de política pertinentes.
En sus proyecciones publicadas en el mes de enero de 2020, el FMI pronostica que la economía mundial cerrará en una tasa anual de 2.9 por ciento en 2019, y proyecta un crecimiento de 3.3 por ciento para este año y de 3.4 por ciento para el 2021. Esos datos si bien anticipan una recuperación respecto al 2019 están lejos de ser alentadores, ya que confirman la persistencia del bajo crecimiento.
El mejor pronóstico está vinculado a una mejora en el crecimiento económico de economías emergentes y en desarrollo que habían mostrado un desempeño deficiente, debido a tensiones sociales y políticas de distinto tipo, donde se incluyen Brasil, India, México, Rusia y Turquía. En el caso de las economías avanzadas, se proyecta que el crecimiento se estabilice en 1.6 por ciento en 2020-2021. Fueron revisadas a la baja las tasas correspondientes a Estados Unidos, la zona del Euro y en economías avanzadas de Asia, en particular Hong Kong.
Para el caso de Estados Unidos se anticipa un crecimiento de 2.3 por ciento en 2019, 2 por ciento en 2020 y 1.7 por ciento en 2021, por efecto del retorno a una orientación fiscal neutral y menor impulso derivado del relajamiento en las condiciones financieras.
En Estados Unidos el impulso asociado a la baja de impuestos ya se agotó y si bien se tienen tasas de desempleo históricamente bajas, en un escenario de baja inflación, el crecimiento no ha generado los aumentos de ingresos fiscales requeridos para evitar el incremento del déficit fiscal y de la deuda pública como proporción del PIB, así como el incremento del endeudamiento externo. Es de esperar que pronto se aborde la necesidad de implementar medidas de consolidación fiscal. En tal sentido, Estados Unidos refleja un problema que padecen algunas economías avanzadas: la carencia de suficiente espacio fiscal y de suficiente espacio para la política monetaria.
Las presiones geopolíticas derivadas del cambio en el peso relativo de diversas naciones en la economía mundial y la pretensión de restauración unilateral de su hegemonía por parte de Estados Unidos no solamente están creando riesgos para la paz, sino que también están afectando a los mercados financieros y el comportamiento de la economía global. No solamente está siendo afectada la velocidad a la cual se incrementan los flujos comerciales, sino que también se están viéndose afectadas las instituciones y los procesos de coordinación y cooperación internacional.
Además, hay un creciente malestar social en muchos países que se refleja en el deterioro de la confianza en las instituciones tradicionales. Esas tensiones afectan los mercados financieros y las finanzas de los gobiernos. A todo esos se suma los desastres meteorológicos (tormentas tropicales, inundaciones, olas de calor, sequías e incendios forestales).
Este es el escenario crítico al que tendrá que hacer frente México en 2020, por lo tanto, no hay mucho margen para el optimismo y para soltar los amarres fiscales.