El clientelismo y las campañas que vienen
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@vraldapa
A pesar de que en nuestro País, como en el resto del mundo, todavía se padecen los estragos de la pandemia del Covid-19, en México se desarrollan al mismo tiempo actividades de precampaña por parte de aquellos que aspiran a una candidatura para el próximo proceso electoral que se habrá de realizar en 2021.
Aún y cuando el Congreso del Estado pospuso la convocatoria del proceso electoral del 15 de septiembre al 15 de diciembre de este año, decenas de aspirantes realizan una serie de actividades proselitistas para posicionarse como futuros candidatos.
A diferencia de otros períodos previos a la convocatoria electoral, hoy muchos aspirantes llevan a cabo acciones de precampaña entregando a la población despensas alimenticias como nunca antes. Estas acciones se entienden como parte de una estrategia para de alguna manera “justificar” sus aspiraciones, enviar un mensaje de que “les importa la gente necesitada” y como muestra de lo que pueden y son capaces de hacer por el pueblo, si en su momento votasen por ellos. Esta ha sido una de las prácticas más antiguas y recurrentes de los políticos en nuestro País, sobre todo en los últimos procesos electorales previos al del 2018, en los que arrasó el partido de Morena, curiosamente, sin regalar prácticamente nada a los electores, en comparación con sus contrincantes.
Es de llamar la atención que, a pesar de la experiencia de la pasada elección, se continúen con tácticas que no les funcionaron. Si bien durante muchos años se estableció una relación de tipo “clientelar” entre candidatos y electores que garantizaba cierta cantidad de votos para ganar, esta estrategia dejó de ser confiable en 2018; sin embargo, hoy no sólo los antiguos partidos continúan entregando despensas sino que también los de reciente registro, incluyendo a los de Morena, en el que se observa a sus legisladores como aspirantes naturales a la reelección o a candidaturas por las alcaldías en el estado.
Para algunos estudiosos sobre el fenómeno del clientelismo, como el profesor en ciencia política, Jorge Gordin, dentro del estudio de este concepto, la vertiente que elabora una definición desde la perspectiva antropológica y sociológica pone énfasis en el tipo de relación que emerge entre patrón y cliente. De esta manera, se determina una relación personalizada entre dos partes que comparten mutua confianza, lealtad y reciprocidad cuando recurren al intercambio de bienes y servicios. Por su parte el antropólogo James C. Scott contempla una relación clientelar incluso como una amistad instrumental, donde quien tiene un nivel socioeconómico más alto hace uso de su influencia y recursos para otorgar beneficios, así como protección a quien cuenta con un nivel socioeconómico menor.
Las sociedades en las que mayor se da una relación política de tipo clientelar es en las democracias con mayores índices de desigualdad y pobreza. Es por ello que estas relaciones políticas, que un tiempo resultaron ser una especie de “relación- fachada” para aparentar solidaridad y apoyo a las clases más pobres, hoy en día se reconocen como práctica políticas coyunturales un tanto “cínicas” de intercambio de intereses, que en un contexto electoral se traduce en el “yo te ayudo con una despensa, tú me ayudas con tu voto”. No obstante, como lo mencionamos anteriormente, esta práctica dejó de ser una regla en el 2018. Sin embargo, ante la crisis social y económica generada por la pandemia, el clientelismo político se asume como una “área de oportunidad” para ganar simpatizantes.
Este tipo de prácticas clientelares, se conocen en nuestro País desde la primeras elecciones posteriores a la Revolución Mexicana, aunque con el tiempo este tipo de relación se fue desvirtuando a partir de que en el periodo llamado neoliberal, la relación política clientelar dejó de funcionar para los electores, quienes al paso de los años terminaron por darse cuenta de que a la larga les ha salido socialmente más caro canjear su voto por dádivas en cada elección.
Por otra parte, también se ha señalado que en las estructuras gubernamentales se replica esta relación de clientelismo, aunque este señalamiento ha sido parte de un discurso de los partidos políticos de oposición, para justificar por su parte el lucro político de la pobreza en sus campañas.
Es claro que tanto en las instituciones públicas, como en las privadas, estas acciones de apoyos emergentes se justifican en tanto que son motivadas por una obligación de carácter legal en la primera y en la segunda por una obligación de tipo moral, lo que no puede decirse lo mismo de quienes en estas fechas, previas a un proceso electoral, repentinamente aparecen ahora como ciudadanos preocupados por la pobreza y después como solícitos candidatos pidiendo a cambio el voto ciudadano.
Quienes sin tener una relación gubernamental que justifique la entrega de despensas y apoyos a la ciudadanía en estos tiempos de pandemia, pero sí el expreso interés de obtener una candidatura de elección popular, piensa que la ciudadanía no se dará cuenta del cada vez más público y desvergonzado intento de “soborno electoral”, corre el riesgo latente de perder política y electoralmente en sus aspiraciones para el 2021.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.