El cash resultó morralla

Jorge Zepeda Patterson
16 octubre 2022

Tras leer el libro de Elena Chávez, la ex esposa de César Yáñez, quien fuera mano derecha de Andrés Manuel López Obrador durante varios años, queda la sensación de que la diatriba termina confirmando lo contrario a lo que pretendía. Si era el rey del cash, López Obrador resultó más bien centavero. En lugar de dar cuenta de la “riqueza inexplicable” lo que describe, sin querer, es la “pobreza explicable” en la que ha vivido el ahora Presidente.

Leí el libro El Rey del cash: el saqueo oculto de López Obrador y su equipo cercano, el mismo día que se publicó una nota en el diario El País sobre la fortuna secreta, 224 millones de dólares, de Juan Collado, abogado de Enrique Peña Nieto. Y no pude menos que contrastar esas fortunas con las cifras irrisoriamente modestas que la autora maneja a lo largo del texto para dar cuenta, según ella, de la perversidad de AMLO. Al intentar hacerlo se ve obligada a describir una y otra vez escenas de la vida diaria que simplemente confirman que la austeridad o la pobreza franciscana es un rasgo genuino del tabasqueño, una verdadera anomalía entre la clase política.

La autora afirma que carretadas de millones pasaron por las manos de AMLO y sus colaboradores inmediatos para financiar a su movimiento, pero a partir de información de oídas; los hechos que documenta, sin embargo, lo que verdaderamente le consta porque lo compartió con Yáñez, es la modestia en la que vivía López Obrador o ella y su propio marido.

En 2016 o 2017, “César le había comprado a Beatriz Gutiérrez un departamento en la colonia Portales, en la calle de Tokio, en más de 1 millón 600 mil pesos. ¡Eso no era posible! Cuando se fue de casa lo hizo con una mano atrás y otra adelante”. Elena Chávez cita lo anterior para denostar a César Yáñez, pero lo que está describiendo sin proponérselo es a un hombre honrado. Un absurdo desde la lógica de la clase política mexicana, heredera de la filosofía de Hank González de que un político pobre es un pobre político. Lo que se preguntaría cualquier diputado que se precie sería: ¿cómo es posible que haya terminado empobrecido quien fuera brazo derecho de López Obrador, su jefe de comunicación en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal y por quien supuestamente pasaron cientos o miles de millones de pesos?

“Recuerdo que en aquella época, entre 2005 y 2006, el salario de César era de 20 mil pesos mensuales, al igual que todos los que tenían su nivel; los de bajo rango recibían desde 5 mil hasta 10 mil pesos al mes. Ni qué decir de los viáticos: era tan poco que se hospedaban en hoteles casi de paso. No les importaba compartir cuarto en parejas y hasta con alguna que otra cucaracha”.

Para resaltar su cercanía indirecta con AMLO termina haciendo descripciones que más bien lo benefician: “la mayoría de las veces preparaba desde una noche antes dos lonches, uno para mi pareja y otro para el hoy Presidente: galletas, alguna fruta, agua y semillas para aguantar el hambre debido a los recorridos a pie tan largos y pesados”. En otro pasaje afirma que tanto Yáñez como su jefe se vestían con las guayaberas y ropa que les regalaban en los pueblos por los que pasaban; el ahora Presidente andaba con muchos colores porque era lo que tenía y no sabía combinar, aunque prefería las camisas de cuello en v y las redondas se las pasaba a su colaborador. Viñetas que más bien resultan conmovedoras por su autenticidad y dan cuenta de los valores y prioridades que predominan en el ánimo de López Obrador.

“Pocos meses después de la boda nació Jesús Ernesto. Un día César me pidió que lo acompañara a conocer al bebé y llevarle un regalo. La pareja vivía en un departamento de la colonia Del Valle en la Ciudad de México, en la calle Heriberto Frías, casi enfrente de Plaza Universidad. Llegamos por la tarde. El departamento era pequeño y sencillo: la cocina a la entrada, el comedor y la sala casi agarrados de la mano; el baño de frente y al lado dos recámaras; una la habían modificado para hacer un estudio donde tenían un librero y una computadora, en la otra estaba el bebé”. Y otra vez, uno no puede dejar de pensar que lo que está describiendo es un departamento de clase media baja. Eso es lo único que pudo permitirse, para instalar a su esposa y su hijo recién nacido, un hombre que había sido jefe de gobierno de la capital. Una propiedad inferior a la que podría aspirar el secretario del secretario de cualquier gobernador que no fuera AMLO. Unas líneas después da cuenta de la angustia de Beatriz Gutiérrez Müeller y recuerda que la esposa del ahora Presidente “reconoció sentirse incómoda de vivir en ese departamento donde no tenía ninguna privacidad. Con voz entrecortada nos dijo: Jamás tendré una casa, así como es Andrés Manuel”.

La autora se ceba en particular con Beatriz Gutiérrez y para hacerlo se ve obligada a reconocer aspectos que muestran facetas poco conocidas del Presidente. “¿Por qué tu jefe siempre sale corriendo?, le pregunté a César uno de tantos domingos. Su respuesta me dejó estupefacta: Tiene que cuidar al niño, la nana sale a las seis”. En esencia, el candidato a la presidencia tenía que acortar algunos actos de campaña porque su esposa estaba estudiando una maestría.

El principal misil del libro intenta dar substancia a uno de los cuestionamientos históricos de los críticos de López Obrador: ¿de qué ha vivido? Pero es un aspecto al que se asoma por encima, con referencias a escándalos ya conocidos o presunciones de lo que interpretó a partir de expresiones o gestos de quien fuera su marido. En el proceso, insisto, lo que sí demuestra es que más allá del origen de los recursos con los que haya vivido AMLO, el hecho es que ha vivido modestamente.

El movimiento, está claro, se apoyó en recursos de militantes, funcionarios y empleados públicos y algunos lo hicieron con menos ganas que otros, empresarios simpatizantes y muy probablemente, en efecto, de transferencias de gobiernos afines. Esto último no sería algo para enorgullecerse, pero una práctica que palidece frente a la escala en que lo han realizado los gobiernos priistas y panistas para financiar sus campañas. Algo a lo que Morena se sintió obligado para estar en condiciones de ser competitivo frente a los adversarios a derrotar. En el mismo paquete de las alianzas vergonzantes que el partido concretó con fuerzas impresentables como las del PVEM, entre otros.

Pero el punto central del libro, exhibir a López Obrador como un vividor de los recursos extraídos de sus seguidores, es fallido. En todo caso, demuestra lo contrario. La sobriedad de López Obrador es genuina.