El beneficio de las dificultades
Muchos añoran una vida descansada y tranquila, exenta de tantos problemas, enredos y dificultades. Sin embargo, aunque les parezca difícil aceptarlo, una vida totalmente placentera no tendría sentido, ni ayudaría a la superación, cumplimiento de metas y desarrollo personal.
Los romanos acuñaron una frase un poco difícil de entender: “La larga paz afemina las costumbres”. Es decir, una vida sin dificultades y problemas vuelve a la persona apática, mediocre, anodina y conformista. Si esto sucede con la persona, acontece también con el entorno y conglomerado social, como apuntó Emil Cioran, en De lágrimas y de santos:
“Los romanos no desaparecieron de la superficie de la tierra a causa de las invasiones bárbaras, ni del virus cristiano; un virus mucho más sutil les resultó fatal: Una vez ociosos, tuvieron que afrontar el tiempo vacío, maldición soportable para un pensador, pero tortura sin igual para una colectividad... La temporalidad huera caracteriza el aburrimiento. La aurora conoce ideales; el crepúsculo solamente ideas, y en lugar de pasiones, la necesidad de diversión”.
Agregó: “La Antigüedad que tocaba a su fin intentó curar ese hastío característico de todas las decadencias históricas mediante el epicureísmo o el estoicismo. Simples paliativos que ocultaron, falsearon o desviaron el mal, sin anular su virulencia. Un pueblo colmado sucumbe víctima del tedio, como un individuo que ha ‘vivido’ y que ‘sabe’ demasiado”.
José Ortega y Gasset también expresó la fatalidad de vivir siempre acomodados en la poltrona de la buena ventura: “En la vida humana la buena suerte es una divinidad peligrosa, más peligrosa que la mala. Mientras ésta aniquila desde fuera y visiblemente, aquella destruye, corrompe desde dentro sin que ello se advierta desde el exterior... Una humanidad sin catástrofes caería en la indolencia, perdería todo su poder creador”.
¿Aprovecho las dificultades?