El arte de callar
Desde pequeños se nos enseñó a hablar. Siempre se festeja la primera palabra que pronuncia un niño, aunque no sea la esperada. Normalmente esperamos que diga mamá o papá, pero no que pronuncie el nombre de un animal o cosa.
En cambio, el callar no goza de la misma importancia. Casi nunca se nos enseña a callar, salvo cuando se nos amenaza con un duro castigo o severa reprimenda.
Cuando crecemos se celebra el que seamos capaces de hilvanar con elegancia las palabras para engarzarlas en un espléndido discurso. Sin embargo, no sólo en el hablar se demuestra la genialidad; saber callar es un verdadero arte del que muchos carecemos.
Este ensayo fue escrito en París en el año 1771 por El abad Joseph Antoine Toussaint Dinouart, un eclesiástico mundano del siglo XVIII, escribió una obra titulada El arte de callar, donde afirmó: “El primer grado de la sabiduría es saber callar; el segundo es saber hablar poco y moderarse en el discurso; el tercero es saber hablar mucho, sin hablar mal y sin hablar demasiado”.
Agregó: “El tiempo de callar debe ser el primero cronológicamente; y nunca se sabrá hablar bien, si antes no se ha aprendido a callar”. Aquí, parece entrocar con el pensamiento de Baltasar Gracián, cuando señaló: “No hay mayor señorío que el de sí mismo, de sus afectos. A propósito de la lengua, especificó que era una “rebelde apasionada e independiente... una bestia salvaje que es dificilísimo encadenar, una vez que ha escapado”.
Para Dinouart, el silencio configura al ser humano: “Nunca el hombre se posee más que dentro del silencio: fuera de ahí, el sujeto parece esparcirse, por así decirlo, y disiparse con el discurso, de manera que éste es menos suyo que de los otros”.
¿Sé callar?