El árbol de Navidad
La tradición de colocar un árbol de Navidad que ilumine con sus luces la casa, establecimientos o lugares emblemáticos es muy hermosa y sugerente.
Algunas personas reprueban esta decoración navideña porque señalan que lo que se debe ornamentar es el pesebre o nacimiento, como lo hizo San Francisco de Asís en el Siglo 13, concretamente en 1223. Incluso, sostienen que se trata de una celebración que tuvo su origen en el paganismo.
Es cierto que hay ritos que tuvieron su origen en creencias anteriores al cristianismo, pero se les admitió purificando y decantando su significado para reemplazar las festividades antiguas.
Por ejemplo, los aztecas conmemoraban en invierno el nacimiento de Huitzilopochtli, dios de la Guerra. Los evangelizadores aprovecharon para insertar el nacimiento de Jesús y sustituir la fiesta nativa, como sucedió con la Navidad, que reemplazó la celebración romana del Sol invicto (Dies Natalis Solis Invicti); es decir, el nuevo sol que vencía a la oscuridad con el solsticio de invierno.
Lo mismo sucedió con el árbol, aunque existen autores que tratan de desalentarlo acudiendo a citas bíblicas, como Jeremías 10 e Isaías 44, donde se condena tallar estatuas de dioses labrando la madera.
Sí, se reprueba el tallar ídolos, pero éste no es el caso. El árbol primigenio fue el del Paraíso, donde el ser humano pecó, pero fue sustituido por el árbol de la cruz, desde el que Jesús redimió al hombre. Por eso, en un principio se le colgaban manzanas, las cuales fueron renovadas por las esferas. Además, las luces nos recuerdan que hay mucha oscuridad en el mundo que debe ser eliminada.
Hoy, a las 18:00 horas, estamos todos invitados al encendido del árbol de Navidad en la explanada del ISIC y, posteriormente, disfrutar una emotiva pastorela.
¿Ilumino toda oscuridad?