El árbitro fue el que perdió el debate
Operación TCI: Todos contra Imelda

Alejandro Sicairos
30 abril 2024

Quien perdió en el debate de candidatos al Senado en Sinaloa sin duda fue el Instituto Nacional Electoral por fallas logísticas, principalmente el error de realizarlo el mismo día y empalmado al evento nacional símil; descuidos técnicos en sonido y manejo de cámaras, así como omisiones en formatos que permitieron que las campañas sucias predominaran encima de la propuesta. Además, la carencia del arbitraje equilibrador propició un duelo de montoneros contra una sola de las debatientes.

Podría reducirse todo a la conclusión de que no hubo debate en el encuentro que quiénq sabe para qué sostuvieron Imelda Castro, que asistió a resistir estoica la escalada premeditada que se veía venir contra ella; Paloma Sánchez, quien obedeció a su cuarto de guerra que la habilitó para devastar moralmente al contrario; Jesús Estrada Ferreiro, que llevó la prioridad de señalar con índice de fuego las colas ajenas para restarle atención a las propias; Jesús Valdés Palazuelos, el que fue como pescador que obtiene ganancia en río revuelto, y María Fernanda Rivera, que elucubró algunas celadas en la soledad de su aspiración.

Tampoco obtuvo nada la gente que presenció el debate y si acaso logró algo es la ratificación de la perversidad política entendida como escalera para subir a altos cargos de gobierno. Algún perseverante elector debió permanecer atento a la pantalla sólo para esperar el momento en que los pretendientes al Senado pasaran de las palabras a los golpes, extremo de la colérica batalla por tres curules que se libra en Sinaloa sin réferi competente.

Siendo así, ni caso tendría realizar un segundo debate entre pretensos al Senado debido a las carencias técnicas y programáticas que recrudecen la incapacidad para generar propuestas y condiciones de equidad, desluciendo el espíritu democrático del cotejo de aptitudes y voluntades. En lugar de verificar arrestos , la gente corroboró la persistencia en la ruindad como arma blandida contra el adversario.

Ocurrió lo que la opinión pública previó que sucedería debido a que el ataque fulminante desplazó al razonamiento edificador. Apegada al adivinable guion que le aconseja acudir a la agresión drástica, la abanderada de la coalición Fuerza y Corazón Por México, Paloma Sánchez, trasladó su cuartel y artillerías al lugar del debate, atenida a la sentencia de “calumnia, que algo queda” lanzando la temeraria acusación contra Enrique Inzunza Cázarez y dejándola allí, al aire, sin elevarla ante fiscales y jueces.

Estrada Ferreiro, que compite por el Partido del Trabajo, refrendó su enorme habilidad de tránsfuga político que se presenta como víctima de todos y en todo al exponer que “renuncié a Morena antes de la encuesta famosa que sé que la gané, yo no vuelvo a Morena, fue pública mi renuncia, fue porque no podía tener yo la capacidad de permanecer a lado de candidatos delincuentes señalados públicamente por la sociedad, personas corruptas; jamás había habido un gobierno tan corrupto como este”.

Jesús Valdez, el abanderado Verde, sucumbió en el disparate de ofrecer obras para el desarrollo que un Senador no puede hacer, como un nuevo puerto marítimo en Dimas y malecones en los municipios, quizá como atajo hacia la propuesta que lo alejara de la detracción y la insidia. O porque está cuidando el “plan C”, mediante el cual el voto pro amloísmo lo catapulte a la primera minoría que lo siente en un escaño senatorial.

Fernanda Rivera, candidata de Movimiento Ciudadano, sí entendió que la función de un Senador no consiste en construir obras públicas y presentó dos buenos planteamientos que no deberían quedar volando en el anecdotario frívolo del actual proceso electoral: una reforma fiscal y la obligatoriedad de que todos los funcionarios de gobierno presenten su declaración 3 de 3, patrimonial, fiscal y de intereses.

Todo esto bien pudo ser la cronología de políticos hablando del mejor futuro para Sinaloa en vez de sacar a relucir el catálogo de prontitudes y modos para aniquilar al contrincante. No se culpe del todo a los pretensos que acudieron a la mentira en la desesperación por bajar a Imelda Castro como puntera de la intención del voto, sino al INE que es el organizador de los debates y está obligado a garantizar que la propuesta y civilidad sobrevivan encima de las toneladas de lodo lanzadas como pantano para hundir a los votantes en la desinformación.

Y en el post debate la pregunta que domina es para qué un segundo debate así, ya que en caso de suceder en las mismas circunstancias del primero no solamente habrá candidatos diezmados sino también sinaloenses decepcionados que renuncian a sus derechos electorales. Ni habrá democracia que sobreviva a campañas irracionales fincadas en el desenmascaramiento recíproco de perfiles e intenciones malévolas.

Con ese procedimiento fiero,

De los candidatos al Senado,

Muy bien podría ser entrenado,

Un aspirante a pandillero.

Lo mismo ocurrió en el debate presidencial con el cruce de epítetos entre Claudia Sheinbaum, la candidata de Seguimos Haciendo Historia, que quiso tatuarle a su opositora la marca de corrupta, y Xóchitl Gálvez, de Fuerza y Corazón por México, que luchó por recalcarle en la frente a la morenista los calificativos de “candidata de las mentiras” y “narco candidata”. Y mientras tanto, como si se tratara de un hobby nacional, al INE se le caía la transmisión por Internet y se le salía de control el careo entre las aspirantes a relevar en el cargo a Andrés Manuel López Obrador.

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