El anclaje de las expectativas de inflación

Juan de Dios Trujillo
10 julio 2020

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En comunicado del día 9 de julio del año en curso, el Inegi dio a conocer el comportamiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) correspondiente al mes de junio, es decir, a mitad de año. A través de este indicador se mide el comportamiento de los precios en el país.

En términos anuales, de junio de 2019 a junio de 2020, la inflación aumentó en 3.33 por ciento. Como referencia, para los periodos comparables a junio de 2018 y junio de 2019, las inflaciones fueron de 4.65 por ciento y de 3.95 por ciento, respectivamente. Por lo tanto, los datos muestran una clara tendencia a una inflación más baja. La evolución de los precios es reflejo de la caída en el crecimiento económico en 2019 (-0.1 por ciento), así como para este año. La demanda agregada no está ejerciendo presión al alza sobre los precios.

La meta de inflación, definida por el Banco de México es de 3 por ciento, con un intervalo de 1 por ciento por arriba y por debajo de ese valor. Por lo tanto, la inflación está en un rango bastante cómodo para el Banco Central, e indica que las medidas de relajamiento monetario (descenso de su tasa de interés de referencia en varias ocasiones e inyección de liquidez a través de diferentes mecanismos) para hacer frente a los efectos negativos de la pandemia de coronavirus sobre la economía no se están viendo reflejadas en una aceleración de los precios. También sugiere que el Banco Central todavía tiene margen para un descenso mayor en su tasa de interés de referencia.

El cierre de actividades económicas, las medidas para el confinamiento en los hogares y eludir la asistencia a reuniones, fiestas y lugares concurridos han ejercido un impacto de gran magnitud sobre la demanda agregada de bienes y servicios y su producción, lo cual se ha reflejado en la dinámica de los precios. La reactivación paulatina de actividades económicas, en el marco de la continuidad de la pandemia, no dan para una recuperación rápida. Así que no se puede esperar la emergencia de presiones inflacionarias a corto plazo.

En realidad, cabría preguntarse por qué la caída de precios no ha sido mucho más aguda en el periodo de mayor contracción económica, dada su severidad. En una situación así se esperaría que los precios cayeran hasta el punto de dar lugar a una mayor deflación (incluso con inflación a tasas negativas, no solamente descendente). No obstante, la inflación registra tasas positivas y a un nivel consistente con el objetivo de inflación definido por el Banco de México.

El Inegi desagrega la inflación en dos grandes índices, el índice subyacente y el no subyacente. El primero se obtiene eliminando del cálculo del INPC los bienes y servicios cuyos precios son más volátiles, o bien que su proceso de determinación no responde a condiciones de mercado. Son excluidos del indicador subyacente los productos agropecuarios y energéticos y tarifas autorizadas por distintos órdenes de gobierno, que se clasifican como no subyacentes.

La idea de excluir a los que son más volátiles es disponer de un indicador más estable de cuál es el comportamiento de los precios. De acuerdo con el comunicado de Inegi, en términos anuales el índice de precios subyacente se incrementó en 3.71 por ciento; mientras que el índice de precios no subyacente aumentó 2.16 por ciento. Es decir, las condiciones de la economía se han reflejado más en el índice no subyacente que en el subyacente. ¿Por qué?

En términos anuales, la inflación subyacente fue de junio a junio de 3.62 en 2018, de 3.85 en 2019 y de 3.71 en 2020, es decir más cercana al 4 por ciento que de la meta de 3 por ciento. En cambio, la inflación no subyacente fue de 7.79 en 2018, 4.19 en 2019 y 2.16 en 2020. Claramente su valor se sitúa cerca del límite inferior del intervalo definido por el Banco Central.

Como referencia la inflación general del país cerró a diciembre de 2019 en 2.83 por ciento, el nivel más bajo desde 1970. Por debajo de la meta de inflación objetivo, lo cual no se lograba desde 2017. Esa inflación no se alcanzaba desde 2015, cuando la inflación fue a diciembre de 2.13 por ciento. La inflación subyacente fue de 3.59 y la no subyacente de 0.59. De nuevo, la inflación no subyacente reflejó de mejor manera el comportamiento de la economía en el 2019.

El Banco de México da mucha importancia a la inflación subyacente en sus decisiones de política monetaria (si baja o no la tasa de interés), porque supone que indica mejor la dinámica de los precios; sin embargo, al hacerlo así es probable que esté anclando las expectativas de inflación en un nivel excesivamente alto, que llevan a decisiones restrictivas, más allá de lo necesario. Los datos muestran que ésta se resiste a acercarse por debajo del 3 por ciento.

Al tratarse del componente más estable este indicador está más relacionado con las expectativas de inflación asociadas a la meta de inflación. Los participantes en los mercados toman decisiones sobre precios teniendo presente el objetivo de inflación del Banco de México. Estas reflexiones se derivan de la lectura de la Minuta Número 77 de la reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México, y del artículo de Blanchard (The US Phillips Curve: Back to the 60s?, PIIE, 2016).