El amor en los tiempos del coronavirus

Rodolfo Díaz Fonseca
16 marzo 2020

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rfonseca@noroeste.com
@rodolfodiazf

 

En esta colaboración no nos referimos a ninguna Fermina Daza ni Florentino Ariza, como en la célebre novela de Gabriel García Márquez. No se trata de un amor juvenil que trasciende las fronteras de los años hasta que culmina en una embarcación, la cual no atraca en ningún poblado para que los enamorados no desembarquen, no por temor a la epidemia de Cólera, sino por “el horror a la vida real”; es decir, para escapar a las inquisitivas miradas y cebados comentarios de conocidos y vecinos.

Tampoco comienza la narración con el suicidio de un fotógrafo que se resiste a envejecer. El argumento aquí no es una epidemia de Cólera sino una pandemia de Coronavirus. No se trata de alguien que no quiere envejecer, sino que las personas supuestamente más propensas a contagiarse del COVID 19 son las de la tercera edad.

Ni siquiera se está pidiendo que naveguemos indefinidamente para escapar de molestas miradas y acres comentarios. Por el contrario, se está solicitando que permanezcamos en casa, evitando salidas innecesarias y asistencia a eventos masivos. Las escuelas, iglesias, clubes deportivos y entes de diversa índole que reúnen a muchas personas se han sumado a estas recomendaciones, suspendiendo los eventos y actividades programados.

Acatemos estas restricciones, no las consideremos una prohibición o limitante sino una brillante oportunidad para hacer un alto en el camino. Es cierto que se recomienda no practicar saludos corporales, besos y otras expresiones de cariño. Sin embargo, aprovechemos la coyuntura de estar juntos como familia, convivir, conversar y expresar lo que normalmente no hacemos por falta de tiempo o por dedicar más nuestra atención a los saludos transmitidos por las redes virtuales, que nunca serán tan nutritivos como la reunión familiar.

¿Dedico tiempo a la convivencia familiar?