El agro en el PEF: ¿Qué hizo, señor López?

Alejandro Sicairos
24 noviembre 2019

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Vividores y productores no son lo mismo

 

Sería injusto criticarle al Presidente Andrés Manuel López Obrador sus programas sociales de “primero los pobres”, pero también resultaría un exceso de cómoda indiferencia no advertir que por meter en cintura al bastión de corrupción que representan Antorcha Campesina y otros afectó a los verdaderos productores del campo al recortarle a esta actividad 18 mil millones de pesos en el Presupuesto de Egresos Federal. Por combatir a los chantajistas le hizo un enorme boquete a la troje de México.

Hacía décadas que la agricultura sinaloense no se sentía tan abandonada por el Estado, como lo está ahora. Desamparada por el Presidente, por los senadores y diputados federales, por las instancias del Gobierno defensoras de la actividad que permitieron que Estados Unidos le impusiera el arancel del 20.28 por ciento a las exportaciones de tomate. Huérfana de instituciones y políticos, la labranza de la tierra llora hoy en la soledad del surco.
Resulta patético que todo un pueblo festeje por las bolsas millonarias quitadas a las actividades productivas y los recursos públicos ilimitados entregados a los ciudadanos más pobres. Equivale a celebrar la instalación del patíbulo sin saber quién va hacia él. Esta paradoja no tiene razón de ser porque el Estado hace bien en arropar a los más débiles y haría doblemente mejor las cosas si también fortalece a los que aportan la riqueza para que haya dinero en apoyo a los marginados.
Sin caer en el dilema ocioso de si es mejor dar el pescado que enseñar a pescar, el hecho es que Sinaloa sufrirá las consecuencias de políticas públicas ordenadas por López Obrador y aprobadas a ciegas por el Legislativo nacional como en los más aberrantes tiempos de “El Ejecutivo propone y el Congreso obedece”, siendo que el nuevo régimen había ofrecido (en la hipócrita campaña) el deslinde entre poderes para que cada uno hiciera desde sus atribuciones lo que el pueblo le mandatara.
Es obligación del Presidente velar por el bienestar del País entero. Al convertirse en salvaguarda de los pobres debe pensar también en el largoplacismo de sus programas de combate a la pobreza. Un día se le acabará el dinero para entregarles a las personas de la tercera edad, estudiantes, ninis, indígenas y jóvenes construyendo el futuro, sin embargo, si continúa AMLO desmantelando la planta productiva también se le acabará el País al no haber empleos, ni alimentos ni quien pague impuestos.
Pareciera esto un escenario caótico solo factible en la exageración. Veamos que está pasando en Latinoamérica al acabar la jauja del recurso público graciosamente obsequiado y desmoronarse los sistemas políticos que enseñaron a la gente a recibir, pero no la prepararon para ganárselo mediante el trabajo. ¿Debemos continuar en México con la venda alucinadora de gratificar los brazos caídos y arruinar a los del esfuerzo productivo, creyendo que eso es justicia social?
La agricultura en Sinaloa, que practican también los campesinos y medianos labriegos, será pronto la gran moraleja para la Cuarta Transformación. Esta vez tiene razón Enrique Rodarte Espinoza de los Monteros, presidente de la Asociación de Agricultores del Río Culiacán, quien expone el absurdo de que mientras el gobierno de López Obrador trae de Estados Unidos seis millones de toneladas de maíz transgénico, lo que equivale a la producción total de este grano en Sinaloa, los maiceros de la entidad batallan para vender sus cosechas.
Cuidado con esto porque la actividad productiva lícita debe sobrevivir por más que en los gobernantes persista el prejuicio de que aquí ninguna economía cae debido a que tiene el puntal de los capitales del narcotráfico. Si ese fuera el fundamento para desproteger al norte del país y paternalizar al sur, pues corrobora la legitimación de la misma miopía del centro que durante décadas desangró a la tierra de los once ríos y que empoderó tanto a la delincuencia organizada que el 17 de octubre se posicionó como dueña de Sinaloa.
La tarea de atacar la pobreza en México involucra a todos, sí necesita del sacrificio general, y más allá de los votos que le genera a quien reparte la lana posee un irrefutable sentido humano. Lo único que debe revisarse es el modelo que prescinde de la creación de vida digna con oportunidades de empleo, salarios resarcitorios y con progreso de los sectores económicos que signifique mejora a todos los componentes del engranaje productivo.
Es plausible la lección que López Obrador les dio a organizaciones que, como es el caso de Antorcha Campesina, toman de rehén el Estado y lo liberan al lograr cuantiosas canonjías económicas. Lo preocupante es que el Presidente creyera que es el mismo esquema con el que opera el sector agrícola, del cual depende que haya o no alimentos en las mesas de los mexicanos.
¿Qué hizo, señor Presidente? ¿Qué hicieron sus obedientes diputados y senadores?

Reverso
Aparte de gente pobre,
Y violencia que le sobre,
Sinaloa también tiene,
Quien el granero les llene.

Estragos de Estrada
Con más pena que gloria, el primer informe de Jesús Estrada Ferreiro fue el elogio a la ineptitud y homenaje a la vanidad. En la imaginación del Alcalde existe un Culiacán en orden, con progreso y respeto a la ley, pero la autenticidad muestra todo lo contrario. Es 2019, con todo y la parafernalia elogiosa tendida alrededor del Edil morenista un manchón negro en la historia del Municipio que merecía un gran gobierno. Insulta esa voz en off que melosa señala que “Jesús Estrada Ferreiro acepto con entusiasmo e ilusión el enorme desafío de conducir el destino de la ciudad capital más importante del noroeste”. Más fiel al sentir social es la expresión de los culiacanenses que se apostaron frente al Modular Inés Arredondo para reclamarle “te elegimos para mejorar, no para empeorar”.
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