El 68
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Sin duda que el año de 1968 fue uno substancialmente importante en nuestro País y en diversas partes del mundo. El final de una década y el resultado de inevitables acontecimientos sociales, políticos, científicos y culturales, resultaron ser ese año el efecto y la consecuencia de una serie de cambios y transformaciones que en esos ámbitos se venían consumando en un escenario global particularmente dinámico y complejo del mundo bipolar y la guerra fría.
Mucho se ha escrito alrededor del 68 como premisa para explicar movimientos sociales y conflictos internacionales de una época marcada por una ambigua y a la vez sombría situación de discriminación, búsqueda de libertad, derechos y democracia; año en el que sucedieron hechos que dieron un significado específico a asuntos tan importantes como la reducción de pruebas de armas nucleares con la firma del tratado de no proliferación nuclear el 1 de julio del 68 por la URSS, Estados Unidos y otros 50 países, ante la amenaza real de una Tercera Guerra Mundial; el sensible asesinato de Martin Luther King el 4 de abril del mismo año; la revolución musical del rock y su influencia mundial a través de grupos y vocalistas como los Beach Boyz, The Doors, Jimi Hendrix, Bob Dylan, Pink Floyd, Rolling Stones y Led Zeppelin, intérpretes musicales de un discurso de protesta y afán romántico de libertad.
Entre otros sucesos, como bien lo consigna el libro “1968, el año que transformó al mundo”, curado por Ángeles Magdaleno, se realizan ese año los primeros 100 trasplantes de corazón, el artista plástico Andy Warhol sufre un atentado por una feminista, se estrena la polémica película “2001: Odisea del espacio” de Kubrick, censuran a Joan Manuel Serrat por cantar en catalán en España, autoexiliándose en México durante el franquismo; la organización vasca ETA comete su primer asesinato a un policía acusado de torturador en la dictadura franquista y la Unión Soviética toma la ciudad de Praga tras una invasión militar a Checoslovaquia; así como el surgimiento de la teología de la liberación, las olimpiadas en México y la protesta de los Black Power, la invención de la TV a color, el Apolo 7 en órbita, los Black Panthers y un largo etcétera que dieron al 68 una condición de parteaguas en todos los ámbitos de la vida en el mundo.
Un año especial incluso en lo personal, en medio de todo ese torrente de sucesos, de ideas revolucionarias, de utópicas pretensiones, de catarsis y anhelos sociales, el 5 de septiembre, fue el día de mi nacimiento. Es debido a este contexto que se explica la razón de mi primer nombre Vladimir, por Vladimir Ilych Uliánov “Lenin”, elegido por el entusiasmo de las ideas socialistas de mi padre; mi segundo nombre Cuitláhuac, responde quizá a un intento por equilibrar la admiración hacia un personaje extranjero con uno nacional como el joven emperador azteca. Una época que sin duda marcó la vida personal de muchos y el destino histórico de muchos países en el mundo.
Pero si algo que hay que acotar en la memoria de la mayoría de los mexicanos, es el 68 que no se olvida, el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, la noche de la matanza a estudiantes, el conflicto más sangriento después de la Revolución Mexicana. El de la represión a un movimiento estudiantil que representó la voz de la libertad y la democracia en una generación de jóvenes que asumían su carta de naturalización en la vida política nacional. Un movimiento social que desafió el régimen autoritario y abrió el cerco de posibilidades para una juventud que se descubría a sí misma como protagonista del cambio social, sin medir las consecuencias y sin imaginar el nivel de violencia, estupidez y ambición del Gobierno y miembros del Gabinete del entonces Presidente Gustavo Díaz Ordaz.
El 2 de octubre es quizá una de las fechas más recordadas en México, a pesar de que por décadas no se conmemoró y se ocultó en los libros de historia de la SEP. Un hecho histórico, que como efecto de onda circular en el agua, se expandió modificando y trastocando la vida de miles de personas, propagando sus efectos políticos e inspiradores a otras universidades como sucedió en los estados de Puebla, Sinaloa y Guadalajara. Los años 70 serían de muchas maneras la continuación del error y sus secuelas, la justificación del resentimiento, la venganza y de no pocos y legítimos anhelos humillados, reducidos al silencio durante la guerra sucia.
A 52 años de la noche de Tlatelolco y del 68, el inventario de la historia arroja resultados radicalmente diferentes. En la década de los 80, la justificación ideológica de esta época, cae junto con el régimen de la URSS y su bloque de países en Europa del Este. Todos los supuestos sobre el socialismo se vienen abajo y con ella la débil presencia de una izquierda vapuleada que pierde hasta el lenguaje en la narrativa de su discurso. Toda una generación circundante del 68, en su mayoría vencidos, desencantados, abatidos y manipulados en un capítulo de la historia que no pudo ser, en la que no pocos, se acomodaron y acompañaron, contemplando y participando, la gradual instauración del modelo neoliberal en nuestro país. Un proceso histórico reciente que debe ahora explicarse con mayores detalles, no como búsqueda de sentencia, sino por necesidad de comprensión.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.