El 12 de febrero...
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El ejercicio de una posición de poder, cualquiera que sea su alcance, atrae sobre el que lo detenta, una pléyade de aduladores, cuyos halagos y muestras de respeto convenenciero, en la mayoría de los casos, sirven para que el ego del apoderado empiece a caer en la irracionalidad y pierda de vista la temporalidad de su situación, que en el caso de representantes populares y funcionarios públicos tiene fecha fatal de terminación. Por supuesto, también se hacen presentes las oportunidades de amasar fortuna, cediendo a peticiones ilegales, como la concesión de permisos para obras que no cumplen con los requisitos o asignaciones directas de contratos, y no solo eso, ya que también empiezan a considerar como propio, el patrimonio público que les fue confiado, y ya de remate, a la menor provocación hacen alarde de prepotencia y escandalosas exhibiciones públicas de sibarita consumado.
Ciertamente, no todos los descocados corren la suerte de que sus excesos queden en la impunidad cobijados por el cómplice manto político. Ya veremos de qué tamaño es la vara con la que el Congreso local y la Fiscalía sinaloense miden los devaneos del alegre protagonista mazatleco, por cierto, el segundo reciente en la historia local.
Pero vayamos a historias más ilustrativas, más edificantes para la sociedad, tomando el caso de los diversos esfuerzos que han realizado los movimientos feministas para que a las mujeres se les reconozca con igualdad de derechos y obligaciones que tanto las leyes terrenales como las escrituras religiosas, le han concedido al género masculino en menoscabo de la dignidad de las féminas.
Y todo esto viene a cuento, en virtud de que el martes 24 de diciembre de 1946, la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa del entonces Presidente de la República, Miguel Alemán, que vendría a reformar el artículo 115 constitucional para que a las mujeres se les permitiera votar y ser votadas en las elecciones municipales, publicando el decreto correspondiente el miércoles 12 de febrero de 1947. Es decir, que hoy se cumplen 76 años de un paso limitado, pero al fin, histórico, de un movimiento feminista que no hizo uso de la violencia vandálica, tal y como ahora sucede, para conseguir un primer avance constitucional en el logro de sus objetivos; entre las promotoras de aquellos años, reinaban las ideas y no el enfermizo resentimiento social, motor que, en la actualidad, mueve a algunos grupos que se dicen luchadoras por el empoderamiento de la mujer.
A la trascendental decisión del pleno de la XL Legislatura Federal y del propio Presidente de la República Miguel Alemán Valdés le antecede la tomada en el año 1924 por Felipe Carrillo Puerto, Gobernador de Yucatán, quien logró que en su entidad las mujeres pudieran participar con derechos plenos en las elecciones estatales y municipales, en una muestra más de su reconocida visión política, a la cual, también aunó el referéndum para que los yucatecos ejercieran el derecho de deponer a los representantes populares cuando no cumplieran a cabalidad con su encomienda.
La decisión de Felipe Carrillo Puerto, llamado el Apóstol rojo de los mayas, dio pie para que la maestra Rosa Torres González se convirtiera en la primera mujer mexicana electa como representante popular, al ser designada regidora del Ayuntamiento de Mérida en el año 1923, para satisfacción de animosas activistas sociales de la talla de Elvia Carrillo Puerto, Rita Cetina Gutiérrez, Gertrudis Tenorio y Cristina Farfán, entre otras.
El 12 de febrero de 1947, una efeméride histórica, que resume la gestión de las feministas yucatecas de los años veinte del siglo pasado que abrieron brecha a la igualdad constitucional entre toda la ciudadanía mexicana. ¡Buenos días!