Educación, tecnología e igualdad en tiempos de Malala
La reciente visita a México de Malala Yousafzai, defensora mundial de la educación de niñas y Premio Nobel de la Paz, nos recuerda el poder transformador de la educación y la tecnología para cerrar brechas de género. La historia de Malala es la historia de la lucha e importancia de cómo la educación puede empoderar a millones de niñas y mujeres, incluso en contextos en donde sus derechos son limitados. La educación puede brindarles la posibilidad de un futuro distinto a su presente. Esto, sin duda, suena bien y nos motiva a seguir avanzando, pero también hay que reconocer que en el mundo se está viviendo un retroceso con relación a los derechos de las mujeres y éstos están amenazados, una vez más.
La educación de niñas y mujeres sigue siendo fundamental para construir sociedades más igualitarias, justas y estables. Sin embargo, millones de niñas aún enfrentan barreras para acceder a la educación y la tendencia está empeorando. De acuerdo con la Unesco, 129 millones de niñas en el mundo no asisten a la escuela. La pandemia de Covid 19 empeoró esta situación y el cambio climático también: en países del Cuerno de Africa, niñas menores de 12 años son vendidas para que los padres puedan mantener a sus familias ante las sequías de los últimos años, lo que si de por sí es trágico, aumenta la espiral de desesperanza para estas criaturas pues se les condena y vulnera más, dejándolas en mayor riesgo de violencia, matrimonio infantil y pobreza. Las niñas constituyen el 53 por ciento de la población mundial de jóvenes fuera de la escuela, la misma proporción que en el año 2000.
En situaciones de conflicto, el panorama es aún más sombrío. Las niñas en contextos de conflicto tienen 2.5 veces más probabilidades de no asistir a la escuela en comparación con los niños. Sin educación, estas niñas están condenadas a ciclos de violencia y pobreza, limitando su capacidad de un futuro en libertad y con posibilidades y en el mediano y largo plazo de contribuir al desarrollo de sus comunidades y perpetuando desigualdades de género.
En este contexto, la tecnología representa una herramienta poderosa para acercar la educación a las niñas, especialmente en regiones de difícil acceso. Sin embargo, la brecha digital de género sigue siendo una barrera crítica con un alto costo para las personas y los países. De acuerdo con la Alliance for Affordable Internet, el costo de la exclusión y de la brecha digital de género le cuesta a los países en el mundo. Si esta se redujera, en cinco años podrían tener 524 billones de dólares más para sus economías. Las mujeres tienen menos acceso a internet que los hombres y en países de menor desarrollo esta brecha llega a ser hasta del 52 por ciento.
A pesar de estos obstáculos, en lugares con conectividad viable, los programas de educación digital están logrando un impacto significativo. En Pakistán, donde Malala comenzó su lucha por el derecho a la educación, iniciativas como Code Girls y She Codes Foundation están permitiendo que mujeres jóvenes se formen en habilidades digitales, aumentando sus oportunidades laborales y su independencia económica.
Estas experiencias muestran que, si bien la tecnología no es la única solución, su instrumentación puede ayudar a transformar realidades y abrir puertas a oportunidades que de otro modo serían inaccesibles para las niñas en contextos vulnerables.
La educación tecnológica no sólo prepara a las niñas para el mercado laboral, también fortalece su capacidad de liderazgo. McKinsey señaló hace unos años que si Europa quiere mantenerse a la vanguardia en su capacidad de innovación y adaptación a los retos globales, es necesario que incorpore a las mujeres al mundo tecnológico. Su incorporación podría representar entre 260 y 600 billones de Euros al PIB de la región.
La lucha de Malala por la educación de niñas nos enseña que el acceso al conocimiento y a la tecnología es esencial en la misión de empoderar a mujeres y niñas. Sin embargo, para cerrar verdaderamente estas brechas, es necesario un esfuerzo global concertado que aborde las limitaciones estructurales y culturales que enfrentan millones de niñas y mujeres en su acceso a la educación.
Malala, al igual que muchas niñas y mujeres en todo el mundo, ha demostrado que la educación es el catalizador más poderoso para el cambio social y económico. Si unimos fuerzas para integrar la tecnología con la educación en nuestras estrategias de igualdad, podemos avanzar hacia un futuro más justo e incluyente.
Un honor haber conocido a Malala. Es absolutamente inspirador escucharla y motivante para las mujeres de todas las edades.
No podemos seguir permitiendo que la pobreza y el analfabetismo sigan teniendo rostro de mujer.
-
Internacionalista y politóloga, fundadora de Mujeres Construyendo
@LaClau
www.mujeresconstruyendo.com
Animal Político / @Pajaropolitico