Economía de mercado

Manuel Clouthier del Rincón
31 enero 2021

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En México ya no estamos muy lejos del estatismo omnipotente, estamos oprimidos por las añejas tradiciones monárquicas y patriarcales del virreinato de la Nueva España; como en la Nueva España, todavía hay quien cree que el rey es fuente de toda propiedad y que la propiedad privada no es sino una merced y concesión del soberano; como en la Nueva España, creemos que el soberano es el patriarca y vela por la mayoría de sus hijos, que son perpetuos menores de edad y para que puedan vivir dentro de la irresponsabilidad de su eterna infancia es indispensable que el monarca los rodee de todo género de protecciones, reglamentos, exenciones y cortapisas, aun cuando esto demuestre a lo largo del tiempo que solo provoca la ineficien- cia, la explotación y la pobreza que se tratan de evitar.

Como en la Nueva España, también todavía hay quien cree que la hacienda real es un fin y no un medio, y que la mayor recaudación y el mayor gasto por parte del Gobierno justifican todas las medidas de carácter económico, político y social y que se tomen; como en la Nueva España, hay monopolios estatales que ya no son el estanco del tabaco, de la pólvora, del azogue y de los naipes, sino que los estancos del petróleo, de la electricidad y de la banca; e igualmente, como en la Nueva España, los estancos son ineficientes y tienen gastos de administración desproporcionados a los ingresos que reciben.

La ineficiencia y la corrupción de la Época Virreinal, la adhesión a las ideas que venían del extranjero y la preferencia por la burocracia en perjuicio del empresario nacional, produjeron primero la Independencia y después la Reforma que, con todas sus deficiencias y equivocaciones, fueron movimientos que buscaron liberar a México del burocratismo virreinal.

Como sabemos, la Revolución de 1919 intentó culminar este movimiento, haciendo efectivo el proceso democrático y poniéndole las lógicas cortapisas al liberalismo decidido del Siglo 19, pero no se olvidó preservar las libertades individuales y el legado de los dos movimientos anteriores.

Ahora está de moda hablar en contra del liberalismo porque no se tiene desconfianza en el hombre, en el individuo, en la persona humana. Se cree que el hombre, dejado en libertad, sería egoísta y no razonable; abusará de la ausencia de ataduras en perjuicio de sus conciudadanos y proseguirá con su actitud, no solamente en perjuicio de otros individuos, sino de la colectividad.

Por eso mismo es que creen que el individuo es capaz de abusar si se le deja en libertad, creen que se convierte en un ser casi angélico cuando es investido con la noble función del burócrata; el burócrata no abusará en el poder, el burócrata no buscará enriquecerse, no actuará en contra de los intereses de sus semejantes, no dañará a la colectividad.

Aquí se encuentra la gran falla psicológica del socialismo y del colectivismo. Por no darle libertad al individuo fuera del aparato gubernamental, por no tenérsele confianza y creer que no va a actuar bien, se le da mucha libertad y poder al individuo incrustado en la burocracia, en la infantil esperanza de que este funcionario no cometerá los errores que cometiera siendo ciudadano común y corriente.

La experiencia histórica nos indica que el hombre es capaz de grandes empresas espirituales y materiales y capaz de grandes fracasos en los ámbitos político y económico; que en cualquier sistema es susceptible a caer y dañar. Pero también esa misma experiencia enseña que con el sistema democrático es más fácil castigar al delincuente y hay más posibilidades que muestre todas sus aptitudes positivas el ciudadano honrado y creador.

Parafraseando a Winston Churchill, que decía que la democracia era un sistema de gobierno imperfecto, pero que no existía otro mejor, yo diría que la economía de mercado tiene muchos defectos, pero que es el mejor de los sistemas creados por el hombre hasta ahora.

El error de la América Latina en los momentos actuales es que se está olvidando de la democracia y de la economía de mercado. Muchos gobernantes del Cono Sur piensan que se pueden restringir las libertades políticas y dejar en libertad lo económico; esto, naturalmente, no da resultado.

En algunos países se pretende dar libertades políticas, mientras que se estatiza la economía. Esto tampoco trabaja. El hombre tiende a ser libre y responsable, detesta la sujeción y el control en todos los ámbitos. El hombre ama la libertad en lo político y también en lo económico.

 

Miércoles 29 de febrero, 1984