Dos cartas y la disputa por la nación
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@DiegoPetersen
Sinembargo.MX
Con dos cartas, la del grupo de académicos e intelectuales de la Ciudad de México pidiendo una gran alianza electoral y la respuesta titulada “bendito coraje” del Presidente López Obrador, arrancó la semana pasada la carrera hacia el 2021 que apunta para convertirse en la elección intermedia más intensa y trascendente de los últimos años, más aún que la de 1997, cuando por primera vez el partido del Presidente de la República, entonces el PRI, perdió la mayoría en la Cámara de Diputados.
La carta/desplegado hace un llamado a los partidos de oposición a unirse y presentar un frente común para evitar lo que llaman la demolición del Estado. Podemos o no coincidir con los términos en los que está redactada la carta e incluso en el diagnóstico, pero, más allá de eso el planteamiento tiene todo el sentido del mundo en términos democráticos: unir fuerzas para derrotar al partido en el poder es una decisión no solo válida sino esperada en un sistema de partidos. López Obrador llegó por una elección democrática, la única forma de expresar el desacuerdo y equilibrar su visión de Estado es ganándole en las urnas.
La carta de respuesta del Presidente es, por decir lo menos una curiosidad. No pierde oportunidad de llamar neoliberales y neoporfiristas a los firmantes, aunque entre ellos estén algunas de las figuras más destacadas del pensamiento liberal y de izquierda de este País, pero eso es lo de menos: López Obrador celebra el desplegado porque le ayuda a consolidar su idea de conmigo o contra mí.
Más allá de las cartas, lo que se perfila para el 2021 es una batalla crucial para el futuro del País. La oposición, junta o separada, ya veremos, va a plantear el fracaso y la falta de resultados del Gobierno de la autodenominada Cuarta Transformación. Además de la crisis económica y de salud derivada de la pandemia, el Gobierno de Morena ha resultado ser particularmente ineficiente. Las proyectos sociales, Sembrando Vidas o Jóvenes Construyendo el Futuro, son un desastre operativo; el aeropuerto de Santa Lucía dejó de ser estratégico gracias a la pandemia; el Tren Maya no ilusiona ni a los mayas; y la refinería de Dos Bocas es cada día que pasa un proyecto más obsoleto y carente de sentido; las nuevas instituciones como el Insabi y la Guardia Nacional no terminan de nacer y están lejos de dar los resultados esperados. Frente a ello, el Presidente pondrá sobre la mesa la corrupción de las administraciones pasadas, que es variada y abundante, y tendrá al testigo protegido, Emilio Lozoya, como protagonista y voz principal del coro.
Vamos, pues, a una elección donde lo que se nos pondrá sobre la mesa a los electores es seguir con el ineficiente y por momentos perverso Gobierno de Morena o regresar a los malos gobiernos del pasado reciente. Las epístolas no han hecho sino adelantar el tono de lo que será un largo año de golpeteo, un año de disputa por la Nación donde paradójicamente no vamos a discutir qué país queremos, sino qué país no queremos.