Dispuesto Rocha a acuerdo por la paz
¿Trinchera cívica sin parte de guerra?

Alejandro Sicairos
29 octubre 2024

Ayer sucedieron dos pasos importantes en el extenso trecho a recorrer para reponerle a Sinaloa la seguridad pública y desde allí actuar en el largoplacismo que requiere la creación de la nueva generación de ciudadanos que desde la educación, cultura, legalidad y fraternidad rompa con la reproducción ininterrumpida del modelo de seducción y predominio del narcotráfico y cuando este tipo de crimen organizado nos echa a perder la delirante expectativa buchona gritamos asustados, blandimos el índice fuego para señalar culpables y preguntamos cómo llegamos hasta aquí, siendo que una y otra vez hemos desbrozado y andado los caminos que nos traen al presente trágico.

Y como necesitamos aferrarnos a aquello que parezca confiable, o bien sentarnos a esperar que vengan otras propuestas de fiabilidad real o simulada, vale la acotación prudente de que los sinaloenses no disponemos de mayor tiempo para derrocharlo en fobias y filias, revocaciones de mandatos, bocados de poder servidos como el banquete de la crueldad criminal y ni siquiera malgastar los plazos en la equivocación de creer a unos en peligro y otros a salvo. Los 50 días y noches de azoro por el edicto de las ametralladoras, y la expansión del conflicto al principal polo de la economía que es Mazatlán, apremian a dejar de apretar el cuerpo y mejor comprimir en una sola las voluntades pacifistas.

En el primer avance de tal andar, el Gobernador Rubén Rocha Moya después de recibir el apoyo en lo federal se mostró decidido en La Semanera a trabajar en Sinaloa con los ámbitos económico, social, cultural, político y población en general para establecer acuerdos para la paz y legalidad, fincados en el terreno de la confianza. Guiño o convocatoria, el llamado a no ensimismarnos en el tema de la seguridad y darle mayor fuerza al intento de salir bien librados de ella, significa buscar salidas permanentes en lugar de dirigirnos a lo más insondable del miedo como laberinto.

Lo segundo tiene que ver con el regreso de los policías preventivos y de tránsito a sus actividades en Culiacán, tal como lo exigía la población y el sector negocios después de un mes que fueron desarmados y acuartelados para verificar el uso adecuado de sus equipo de protección y defensa y aplicar los exámenes de control y confianza que certifiquen que estén al servicio de los ciudadanos en vez de engrosar servidumbres y arsenales del narco.

Así, Gobierno dispuesto a involucrar a la sociedad en definir prototipos de vida pacífica para lo inmediato y lo futuro, y corporaciones policiacas pasadas por la prueba del ácido de la confiabilidad, pueden convertirse en los primeros andamios de la obra colectiva para la construcción de paz. Y si además al pretender subir esa escalera las instituciones, las autoridades y la sociedad ejercemos la indispensable autocrítica, esa especie de mea culpa hará las veces del arnés que nos proteja en las caídas que siguen.

No es la panacea porque no existe alguna para la presente ruptura de la pax narca, así nos venga a gobernar Rudolph Giuliani, el ex Alcalde que puso orden en Nueva York, o le hubiera tocado mediar en la actual narcoguerra a Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz en 1993. Nos guste o no el que está enfrente de la crisis de seguridad pública es Rubén Rocha y su exhorto a la unificación en torno al proyecto de Sinaloa seguro, tranquilo y de bienestar es invitación a sumar inclusive para los impulsores de la táctica de derrocarlo y luego ver qué sigue.

Ningún Gobernador ha tenido a su disposición la pócima milagrosa que le alivie a Sinaloa los estragos de las narcoguerras. Tampoco existe. La fórmula para iniciar o detener las beligerancias entre las organizaciones del crimen la han aportado históricamente los capos que jefaturan dichas corporaciones de las drogas, según sean sus avenencias o divergencias. Lo demás es oportunismo político, quimeras propias de los trastornos que dejan las barbaries, conversación que desparrama saliva envenenada.

Culiacán y ahora el norte teniendo como epicentro a Angostura, y con el sur agravado por las refriegas que intentan tumbarle a Mazatlán la apacibilidad que la sociedad civil exige y defiende, son la evidencia de un conflicto entre células del Cártel de Sinaloa que va para largo. De allí emana la emergencia ciudadana habilitando las rutas de evacuación sin que los pacíficos nos dediquemos a lanzarnos cañonazos que aparte de demoler las puertas de salida asesinan también las oportunidades de ponernos ilesos.

Permitamos que la Secretaría de Defensa Nacional, Marina Armada, Guardia Nacional y Policía Estatal libren esta guerra en sus correspondientes campos de batalla. No es menor el informe rendido por el Secretario de Seguridad Pública, Gerardo Mérida, que da cuenta del aseguramiento entre el 20 y 28 de octubre de 432 armas largas, 80 armas cortas, 2 mil 389 cargadores, 145 mil 608 cartuchos, mil 355 casquillos percutidos, 71 granadas, 8 inmuebles y 246 vehículos.

¿Y cuál es el parte de guerra desde la trinchera ciudadana? Podríamos empezar a hacer el balance desde nuestro particular escenario de conflagraciones.

Cesen ya las coartadas,

Que con persistencia falaz,

Les colocan barricadas

A los esfuerzos por la paz.

Con el regreso de los policías municipales y agentes de tránsito a sus frentes de trabajo en Culiacán, ahora certificados en cuanto a confianza y uso adecuado del armamento, salta la interrogante de quién y cómo cuidarán a los elementos cuyo ámbito de desempeño es la prevención como una labor más de proximidad social que de reacción ante la alta delincuencia. El ataque contra integrantes de la Dirección de Seguridad Pública de Navolato, ocurrido el viernes en la sindicatura de San Pedro, es un aviso a las fuerzas federales con presencia en Sinaloa para que amplíen el esquema de protección también a estas corporaciones que son las de mayor vulnerabilidad en la situación de violencia que coloca bajo riesgo a la población en general.

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