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Bajo semáforo rojo intenso, cual muleta para citar al toro a la embestida de la muerte, el Gobierno del Estado decidió darle luz verde al inicio de actividades del sector turístico, sujetas a una serie de medidas sanitarias que pretenden atenuar las posibilidades de contagio de Covid-19. Asimismo, se establecieron topes al número de clientes que se pueden atender a la vez, mismo que entiendo, podrá ampliarse en función de cómo se vayan dando las cosas, en cuanto al movimiento de infectados que se observe en el puerto, una circunstancia que no dependerá al cien por ciento de los prestadores de servicio y dijera el recordado Cantinflas: “Ahí está el detalle”.
Y el pormenor lo pondrá la ciudadanía y los propios turistas, que han tomado el inicio de la actividad como una reafirmación oficial del fin de la pandemia, de tal suerte, que cientos de locales y visitantes se han lanzado al disfrute abierto del malecón y de las playas, sin ninguna limitación en cuanto a las reglas básicas de la llamada nueva normalidad, mismas que tampoco son atendidas por un considerable número de ciudadanos que se desplazan por las calles por motivos ajenos al ocio.
Cero cubrebocas, sabrosa convivencia cercana entre amigos y familiares disfrutando a plenitud del reencuentro y de la espectacular vista que nos ofrece nuestro mar.
Resulta motivador ver el gozo de la gente, ondeando la bandera de la libertad individual, pero a la vez, preocupante, porque representa terreno fértil para el virus oportunista que se mantiene al alba para aprovechar la indolencia de los despreocupados e introducirse en sus organismos, para armar, como huésped tóxico, un peligroso desorden, muy al estilo del turismo estudiantil.
Y lo peor, es que los centros de hospedaje sanitario, prácticamente se encuentran al tope como para brindar la atención que demandarán los perdedores que se la juegan, pensando que nada les pasará y que, en México, la vida no vale nada.
Bajo esas circunstancias nada prometedoras, el Gobernador sinaloense, llevado por la presión económica que representa el mantener apagado uno de los motores de primera línea de la economía estatal, asumió el reto de presionar el botón de encendido, a pesar de saber que están fuera de su control las circunstancias que pueden convertir en éxito o llevar al fracaso la riesgosa decisión tomada.
Nada puede hacer el Gobernador ante las irresponsabilidades que asuman algunos empresarios en cuanto al cumplimiento estricto de las reglas sanitarias que exige la llamada nueva normalidad, salvo los que sean detectados, que serán los menos, debido al número de establecimientos y a la nada remota complicidad en la que incurran los encargados de ejercer la inspección.
A menos que se establezca una especie de toque de queda, el Gobernador está atado de manos ante la irresponsabilidad ciudadana que continúa en estado de negación de la pandemia y sus consecuencias, actitud que también se observará en muchos de los turistas que arriben al puerto.
El otro punto interesante de la apertura de la hotelería, y todos los servicios conectados a la misma, será el tamaño de la respuesta de los consumidores. Es cierto que la gente está ansiosa de olvidar, por lo menos por unos días, el estrés que causa la amenaza permanente del Covid-19, pero ¿estará dispuesta a viajar hacia un destino en el que los contagios no ceden o a gastar su dinero en un escenario en el que la escenografía dominante es la incertidumbre y que no está nada escrito en cuanto a la duración de la sequía económica lo que representa una base endeble para los negocios y para el empleo?
Dicen que el que no arriesga no gana y Quirino ha demostrado que es fiel creyente de dicha conseja y no le ha ido nada mal en su gestión gubernamental; esperemos que en esta ocasión, también le resulten bien las cosas, pues de lo contrario, el sector turístico sinaloense será canalizado a un coma inducido sin pronósticos alentadores ¡Buenos días!
osunahi@hotmail.com