Día de los Derechos Humanos

Centro Prodh
12 diciembre 2024

Como cada año, este 10 de diciembre se celebró el Día de los Derechos Humanos, en conmemoración de la Declaración Universal de 1948. En 2024, la fecha coincidió además con los 40 años de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes de la ONU, instrumento internacional de enorme relevancia en la lucha contra esta práctica.

Los derechos humanos llegan a este aniversario cuestionados tanto en el ámbito global como en el ámbito nacional.

A nivel global, las atrocidades cometidas en Gaza, así como los crímenes cometidos en el marco de la invasión rusa a Ucrania, constituyen graves atentados al régimen internacional. En nuestro continente, ha sido electo en los Estados Unidos un liderazgo abiertamente xenófobo y racista, al tiempo que se denuncian graves violaciones a derechos humanos de los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela, Nicaragua y El Salvador.

En el plano nacional, el avance del llamado “Plan C” en 2024 marca en México el tránsito hacia un régimen que, al tiempo que avanza una agenda positiva en materia de derechos sociales y reversión de las desigualdades, también impulsa medidas regresivas para los derechos civiles y políticos. La reforma judicial, la eliminación del Instituto Nacional de Transparencia (INAI), el aumento de la prisión preventiva oficiosa, la profundización de la militarización, la cooptación partidista de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la indolencia frente a la crisis de desapariciones y la tolerancia frente a las negligencias de las fiscalías, así lo indican.

Esto ocurre, además, en un entorno en el que en varios estados del País ha avanzado la gobernanza criminal sobre los territorios; se trata de regiones enteras en donde la perniciosa amalgama de la criminalidad organizada con las autoridades de los tres niveles de gobierno genera violencia y se traduce en desapariciones, extorsiones y feminicidios, entre otros dolorosos fenómenos. Hablamos de zonas de México bajo control de la macrocriminalidad: lugares donde dejó de existir la línea divisoria entre las autoridades del Estado y los poderes de la delincuencia.

Frente a esta realidad, tanto en el plano global como en el plano interno, disminuye la confianza en que los derechos humanos sigan siendo un horizonte capaz de convocar y movilizar a los actores políticos y sociales que ponen al centro la defensa de la dignidad humana. Más que nunca es factible caer en el lugar común desencantado que afirma que “el 10 de diciembre no hay nada que celebrar”.

Pero ocurre, sin embargo, que tanto globalmente como localmente personas y comunidades vulneradas siguen acudiendo al lenguaje y a la práctica de los derechos humanos para alzar la voz contra las distintas opresiones y violencias.

En México, los colectivos de familiares de desaparecidos exigen justicia y verdad enarbolando los derechos humanos; así lo hacen las comunidades que defienden la naturaleza frente a la degradación ambiental o las y los periodistas que reivindican la libertad de expresión ante la censura formal e informal que generan por un lado las autoridades y por otro los poderes fácticos criminales.

Y es que, contrario a la imagen que a veces se difunde, la defensa de los derechos humanos no ha perdido vigencia; menos aún es una convicción utópica o ingenua que desconoce las dinámicas reales del poder. La defensa de los derechos humanos no es, como hoy se dice con desprecio y condescendencia por quienes apenas ayer reivindicaban estas luchas, “buena ondita”. Todo lo contrario: los derechos se reivindican porque se sabe y se conoce lo que pueden llegar a hacer los poderes legales o ilegales que no tienen contrapesos. Es desde el conocimiento de la historia y desde la empatía con las víctimas que se insiste en la necesidad de respetar en todo tiempo y lugar ciertos mínimos de dignidad humana. Es a partir de un realismo bien cimentado que se advierten los riesgos de tirar por la borda las nociones básicas de derechos humanos.

Así, si seguimos denunciando la prisión preventiva oficiosa contra el consenso mayoritario hoy en boga, es porque atestiguamos los estragos de la cárcel injusta en Keren Selsy Ordoñez -quien siguen hoy presa en Tlaxcala por un delito que no cometió-, estragos que vemos repetidos una y otra vez en el México de abajo, a menudo invisibilizado. Si aún denunciamos la indolencia gubernamental frente a las desapariciones es porque seguimos constatando la zozobra y el dolor de Doña María Herrera y la familia Trujillo, que sigue buscando a sus cuatro hijos desaparecidos, como tantos familiares en el México roto por la violencia que tenemos hoy, sin que se perfilen soluciones de Estado para enfrentar la crisis forense.

En un contexto marcado por la polarización y la estridencia, conmemorar los derechos humanos supone reivindicar ese inmenso logro de la humanidad que es el definir un código ético mínimo y común, que aún dibuja un horizonte al que aspirar y por el cual luchar. Si se celebran los derechos humanos no es porque hoy sean respetados sino, precisamente, para recordar que, dado que no lo son, debemos seguir trabajando hasta que esto ocurra... ¡hasta que la dignidad se haga costumbre!

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