Destino
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lqteran@yahoo.com.mx
Los sinaloenses se encuentran en medio de turbulencias, inseguridad, y de una pandemia demasiada prolongada (va para seis meses de prevalencia). A eso, agréguenle la inminencia de las campañas políticas electorales, que tendrán una fuerte incidencia en la ciudadanía de esta entidad destacada por sus actividades en la economía, tratando de extraer los frutos de la tierra y el mar, con la alegría y tesón que la caracterizan.
De la crisis económica mundial producida por la pandemia nadie se ha salvado, y menos nuestro País que carga con fuerte rémora del pasado. Hay indicadores, con bases sólidas, que indican que la pandemia llegó a la cúspide y sus efectos empiezan a atenuarse. Se espera que esa presunción se consolide y permita una pronta recuperación de la economía. La vuelta a la normalidad implica también que podamos reactivar plenamente la economía y que en un futuro próximo estemos produciendo más y repartiendo mejor los frutos de esa riqueza.
Por otra parte, casi a diario, se reciben noticias anunciando que para principios del año próximo se contará con la vacuna para hacer frente a la pandemia de Covid-19. México la estará produciendo a gran escala gracias a las gestiones del Gobierno. Esas son buenas nuevas para salir de ese flagelo y que se empiece a recuperar un nuevo ambiente en la sociedad, y termine la incertidumbre que ha alterado la normalidad en las familias, en muchos aspectos de sus actividades cotidianas, como consecuencia de los efectos colaterales de la crisis sanitaria.
Sin ninguna duda, con la llegada de la vacuna, se va a dar un vuelco de 180 grados, en cuanto a la sensación de vulnerabilidad sanitaria que se vive en la actualidad. Cuando se empiece a aplicar en la población va a ser un alivio, porque permitirá que las personas recobren la tranquilidad y la paz interior. Sin duda, viviremos un nuevo capítulo de convivencia social, ahora tan disminuido por el coronavirus. Hacemos votos porque los pronósticos halagüeños se cumplan y se pueda salir muy pronto de los efectos dantescos de la pandemia.
Se han aprendido importantes enseñanzas y las experiencias acumuladas en estos meses van a permitir sacar ricas lecciones para el futuro, sobre todo esperamos que las contingencias que se presenten no vuelvan a tomar desprevenida a la comunidad médica y científica y se cuente con una infraestructura médica más adecuada. Sabemos que la actual pandemia del Covid-19 nos agarró con cientos de hospitales aún sin terminar -muchos de los cuales se habían inaugurado con bombo y platillo por las autoridades anteriores, a pesar de no contar con equipamiento-. Tenemos que superar esa simulación del pasado y equipar los hospitales adecuadamente, con personal médico capacitado, con un instrumental moderno y un abasto de medicinas suficiente para atender la demanda de los que requieren atención. La cobertura médica debe abarcar a toda la población, independientemente de su estado y condición social. La pandemia actual nos ha enseñado que con la salud del pueblo no se debe jugar y que deben ser juzgadas como aberrantes prácticas como las que vimos en el pasado, de suministrar “agua destilada” en lugar de quimioterapia, a niños con cáncer, durante uno de esos gobiernos de triste memoria que tuvo Veracruz.
Se ha dicho y se ha dicho bien que el pueblo mexicano es mucha pieza, con arraigado carácter para salir adelante de las contingencias, las afronta con alegría y certidumbre y aplomo, sin entrar nunca en pánico, y sabiendo discriminar noticias catastrofistas o con sesgo político, de aquellas que lo orientan acertadamente en emergencias sanitarias.
Su idiosincrasia se finca en el bien nunca en el mal, las probanzas de esto sobran y se corroboran en distintos momentos de su historia. El nuestro es un pueblo que ama la libertad sin condiciones, pero que sabe responder a los mandatos de las autoridades de salud en situaciones de emergencia como la que hoy vivimos. En la actualidad, este orgulloso pueblo mexicano marcha indetenible a consolidar la democracia plena y desterrar la corrupción del País. Que sea el pueblo, mediante su sufragio, quien elija a sus gobernantes en todos los niveles. Estamos hablando de hechos, no retórica ni simulación, los ciudadanos han resuelto ser los forjadores de su propio destino.