Después del Culiacanazo, sanar a Sinaloa
Dos estrategias: la militar y la emocional
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Aparte del blindaje militar implementado y visible en Culiacán, y con menor presencia en las demás ciudades, hace falta el escudo esencial que más allá de los operativos para la seguridad pública dé certidumbre de que los dos eventos de narcoviolencia exacerbada cuyo foco ha sido Culiacán, el del 17 de octubre de 2019 y del 5 de enero de 2023, serán previstos y evitados en el futuro antes de que amenacen o afecten a la población pacífica.
Los estrategas de contención del crimen están convocados hoy más que nunca a añadirle al uso de la fuerza las acciones de atención a las afectaciones postraumáticas que deriva de cualquier modo de violencia. Desde la comunidad de Jesús María hasta el casco urbano de Culiacán hay familias en crisis nerviosas, niños que guardan de por vida la crueldad presenciada, jóvenes que preguntan si el mañana que les espera es distinto al que la realidad les muestra. Para ellos el hecho de creer que el Estado les avala un porvenir confortador, les define ilusiones.
Sanar la mente para apaciguar el alma. Instruir al aparato de salud pública respecto a la atención sin trabas de las consecuencias emocionales, habilitar los consultorios para que nadie que lo solicite se quede sin terapeutas, tocar las puertas de los hogares de zonas más dañadas por las barbaries anterior y la actual con tal de acercar la ayuda, inclusive a los renuentes a ser atendidos. La mayor acción, paralela a la militar-policiaca, de cuidado a los que vieron pasar de cerca las balas y no hicieron las correspondientes catarsis para desalojar los miedos.
Después de sufrir la devastación de la pandemia cualquiera es un manojo de nervios. No se diga si el estrés se eleva a un nivel superlativo cuando quien sea entra en cálculos espeluznantes en medio del fuego cruzado sobre el peligro inmediato o posterior para la familia en sí. Nada bueno puede avizorarse mientras se está oculto bajo la cama o buscando las cuatro paredes donde uno imagina no pasarán las balas.
Las guerras transitan indistintamente del “sálvese quien pueda” que rige en el fragor de las batallas, al “cúrese quien quiera” cuando el cese el fuego permite contar los heridos, conocer los tipos de daños y atenderlos. En Sinaloa la emergencia posterior al segundo “Culiacanazo” consiste en localizar las derivaciones psicológicas en la gente y facilitarle los medios que eviten estar siempre en estado de angustia y la ansiedad derivada.
El horror generalizado es la secuela enraizada en lo hondo del sentimiento ciudadano y solamente se cura con la fe en autoridades e instituciones eficientes. Se respira el aire infectado por la desconfianza, el tufo de la dominación del hampa sobre todo y todos; la atmósfera que retiene la memoria pública alterada por el pánico. El recuerdo no perdona los “jueves negros” ni la secuencia generacional de muertes, cenotafios, deudos e impunidades regadas por el narcotráfico a lo largo y ancho de Sinaloa y durante décadas.
Importan las bajas en el Ejército y la Policía porque sucedieron en el heroico cumplimiento del deber, duelen los muertos y heridos del bando de los inocentes, sobre todo los niños que en cualquier guerra deben ser los primeros en estar a salvo. Sin embargo, nos concierne mucho la sanación emocional de todo un pueblo que siente removidas las cicatrices de las lastimaduras de hace casi 39 meses y sobre esas mismas heridas impactó de nuevo el plomo.
Y partir del alivio de los males como la pérdida de vidas, los lesionados y afectados en la salud mental, para comenzar a reconstruir lo que somos, lo que valemos, lo que aportamos. Sanar rápido es la prioridad del gobierno pues de ello depende que regrese el buen ánimo que caracteriza a los sinaloenses, mismo que fue alterado por enésima ocasión por el crimen que se resiste a que olvidemos, a que nos sintamos tranquilos.
En lo correspondiente al envío de la ayuda federal las cosas dan la impresión de estar bien. La movilización de elementos del Ejército y la Guardia Nacional restablecen poco a poco la sensación de amparo. Es lo otro, donde el gobierno actúa poco, que reclama trabajo profesional y expedito que coadyuve a desalojar los traumas, moderar las zozobras y transitar por tiempos tan atípicos como inhumanos.
¿Pondrá Sinaloa el ejemplo? El Gobernador Rubén Rocha Moya se comprometió ayer a ponderar la parte emocional y mental que resultó afectada por los sucesos bárbaros del amanecer del jueves, en los que gran parte del territorio estatal somos víctimas colaterales. No para reparar, reconoció el Gobernador frente a efectos jamás resarcibles, sino para atender agravios que en caso de permanecer en la conciencia social dificultarán el regreso a la normalidad indispensable.
Sanar a Sinaloa desde Jesús María, la del inimaginable dolor y azoro derivado de tener esa noche a Ovidio Guzmán entre sus lugareños, hasta Culiacán y demás ciudades y poblados alcanzados por la reacción que presentaron los leales al hijo de “El Chapo” Guzmán, expandiendo de más la onda de furia por la detención de su líder.
Ya llegaron las fuerzas del orden,
Para aplacar fuegos cruzados,
¿Pero dónde los bríos osados
para que los miedos no desborden?
Mucho tiempo juntos, más de una hora a bordo de “La Bestia”, y el Presidente Andrés Manuel López Obrador afirma que no habló con su homólogo estadounidense, Joe Biden, sobre el operativo para detener en Culiacán a Ovidio Guzmán López, tema que sigue muy posicionado en la conversación internacional. “Él está muy contento de visitar México, fue muy agradable el recorrido. Estuvimos platicando, es una muy buena persona”, dijo. ¿Le creemos? Pronto la verdad vendrá de fuera, como si los mexicanos no tuviéramos quién nos la diga.