Desperdicio
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Muy poco o demasiado. Un año es un periodo muy corto para cambiar asuntos de fondo, la equidad, los niveles educativos, la violencia, el machismo. Pero a la vez es mucho para marcar con claridad un rumbo.
255 conferencias mañaneras, 265 giras, informes y más informes. Mucho tiempo invertido en la promoción y defensa de sí mismo, demasiado en ataques y rencillas. Menos promoción y más estudio sería más serio. Si el presidente hubiera escogido bien sus batallas hoy México podría ser mejor. No nuevo, mejor.
La lista de lo innecesario es larga. Por qué agredir a múltiples actores sociales, periodistas, sociedad civil, medios, opositores, burocracias, órganos autónomos, científicos y ...muchos más. Por qué provocar rencores y divisiones que sólo vaticinan encono. Por qué reñir y amenazar a los empresarios sembrando desconfianza que se tradujo en caída en la inversión y en crecimiento cero. Fotografías y promesas, pero la recuperación no se ve en el horizonte, menos aún con una penalización improcedente de los asuntos fiscales. Cuánto tiempo llevará superar las amenazas y agravios, tiempo perdido en la edificación de nuevos proyectos.
Por qué inventar fantasmas y falsas ilusiones, de los 500 mil mdp. de corrupción anual que, por supuesto, no existían, a la inviable descentralización administrativa. O las 100 nuevas universidades en lugar de fortalecer a las existentes. Hoy no hay nada de eso. La sensatez no campea. Por qué afirmar que la corrupción era omnipresente, ofendiendo así a los servidores públicos honestos, que los hay en todos los niveles. Por qué inventar un gran fantasma, el “neoliberalismo”, cuando durante ese periodo México se industrializó y se convirtió en una potencia exportadora. Ese proceso de modernización no es enemigo de una mayor justicia social, es compatible. Ese monstruo sólo engaña.
En un año se han desatado muchos demonios que enferman a la sociedad. En contraste, se ha dejado de hacer y mucho. Con su legitimidad debió haber impulsado una reforma fiscal de fondo –siempre impopular- revisión del ISR empresarial, que es demasiado alto; revisión del ISR personal que podría ser más alto en algunos niveles e inferior en otros. Por qué no convocar a un nuevo pacto federal donde el predial, como en muchos países, se convierta en un impuesto madre que aporta por lo menos 3 puntos del PIB. Por qué no aceptar los beneficios de la tenencia, un impuesto progresivo, fácil de recaudar y existente. Por qué no proponer una reforma al insuficiente sistema de pensiones, garantizando así bienestar verdadero a decenas de millones de mexicanos. Por qué pelearse con la reforma energética que ya le está pagando al país, e inhibir las inversiones en energía limpia a la cual estamos comprometidos internacionalmente. Nada más en energía se dejaron de invertir 850 mil mdp., el equivalente a todo el paquete de infraestructura. Por qué no dar los primeros pasos hacia el sistema universal de salud. Eso sí traería justicia.
Por qué no fortalecer y profesionalizar a las policías estatales y municipales -alrededor de 350 mil elementos colocados en toda la república- en lugar de alentar esperanzas vanas sobre una incipiente Guardia Nacional, quizá necesaria, pero insuficiente. Por qué cancelar programas sociales -con beneficios reconocidos internacionalmente- y substituirlos con un laboratorio de gasto directo cuyos efectos políticos son muy claros, no así los sociales. Por qué no impulsar la ciencia y la tecnología para propiciar un verdadero salto cualitativo para México. Por qué no reconocer a la décima economía agroexportadora, la nuestra, y sólo mirar al pasado irrecuperable por definición.
Por qué desperdiciar tanto apoyo popular en vendettas e intrigas, en lugar de impulsar un México más próspero y justo. Tiempo, credibilidad, energía perdidos. Sembrar rencores con mentiras nunca dará buena cosecha. ¿Dónde está la grandeza del estadista triunfador? ¿Por qué la pequeñez?