Deslindarse o entregar la plaza al PRI en Culiacán
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ramirezleond@hotmail.com
Los Congresos son arenas políticas que suelen captar el interés de la población y de los medios de comunicación. La quietud no es una característica de la vida legislativa. La visibilidad de la tribuna parlamentaria contribuye a que las demandas ciudadanas frecuentemente terminen en las instalaciones de los poderes legislativos.
Tengo la sensación, porque lo vivo y lo viví, que durante la pasada legislatura del Congreso del Estado de Sinaloa, las movilizaciones sociales, fueron significativamente mayores a la actual legislatura, amén del confinamiento por el Covid-19, y ello obedece al hartazgo social en torno al PRI y al gobierno de Enrique Peña Nieto, que significaron la decadencia de la vida pública.
Sin embargo, es preciso recordar que en Sinaloa, durante los primeros dos años de gobierno de Quirino Ordaz Coppel, las cámaras empresariales locales frecuentemente salían a los medios de comunicación a reprobar su desempeño, mientras amplios segmentos de la población tomaban con habitualidad las calles y abarrotaban las gradas del Congreso para protestar en su contra, al tiempo que las y los diputados del bloque gobernante evadían el debate parlamentario y aprobaban en silencio, con disciplina marcial, lo que el Ejecutivo estatal les enviaba en perjuicio de la población, para luego huir vergonzosamente por la puerta de atrás del recinto legislativo, dejando tras de sí, una ola ciudadana de protestas.
Ese fue el ambiente que históricamente privó y que se agudizó en vísperas del proceso electoral de 2018 en Sinaloa y en todos los rincones del país, lo que generó un sentimiento transformador que se canalizó masivamente en las urnas y configuró una nueva correlación de fuerzas. No obstante, el problema llegó después, cuando el tsunami electoral convirtió las candidaturas meramente protocolarias en encargos públicos que en honor a la verdad, nunca nadie pensó en que podían hacerse realidad. Si bien la sociedad votó por una transformación, el tiempo ha demostrado que hubo candidatos que nunca debieron aparecer en las boletas de Morena.
Es el caso del Alcalde de Culiacán, Jesús Estrada Ferreiro. Un personaje cómicamente belicoso, con un lenguaje ofensivo y un déficit en su conducta política impensable en un gobernante. Menos de una ciudad como Culiacán, capital del estado. Es ese un debate que cuanto antes debe darse al interior de Morena si se quieren ganar las elecciones de 2021. Deslindarse o entregar la plaza al PRI en Culiacán.
No hay más. Morena no es Estrada Ferreiro ni su gobierno tampoco. Señalarlo es inevitable.
Los culiacanenses votaron por el partido, no por el candidato. De él nada se esperaba, del partido, en cambio, se generaron altas expectativas. Las propias de la alternancia. Corregir el rumbo es insoslayable. Hay tiempo y una sociedad politizada que mantiene una abrumadora confianza en la figura del Presidente Andrés Manuel López Obrador que se asocia a Morena.
Ciertamente las alternancias en el poder generan altas expectativas ciudadanas, pero personajes como el alcalde de Culiacán, dinamitan la gobernabilidad y en política algo hay de cierto en eso de que percepción es realidad.
Pregúntese a los culiacanenses y a los militantes y simpatizantes de Morena qué piensan de su Alcalde. No es muy difícil saberlo. Jesús Estrada Ferreiro le ha fallado a la Cuarta Transformación.