¿Democracia sindical?

Jesús Rojas Rivera
18 febrero 2022

Nadie en su sano juicio podría hacer una defensa al modelo sindicalista mexicano que perpetuó los cacicazgos, lucró con los derechos de los trabajadores y enriqueció de manera ilícita e inexplicable a sus líderes. En nuestra tragicomedia mexicana, sindicato y democracia son palabras mutuamente excluyentes. La democracia, es mucho más que votar en una urna, implica una serie de valores individuales y de procedimientos apegados a la ley en el respeto a las instituciones.

La “democracia sindical” es un discurso presente en la perorata de los líderes obreros desde 1970. Aunque usted no lo crea, Fidel Velázquez, eterno cacique de la CTM, y Leonardo Rodríguez “La Güera” Alcaine repetían la frase en sus discursos cada 1 mayo. Mismas palabras distintos contextos fueron las de Napoleón Gómez Urrutia, Carlos Romero Deschamps, Joel Ayala, Francisco Hernández Juárez, Joaquín Gamboa Pascoe y por supuesto la inolvidable lideresa magisterial Elba Esther Gordillo.

En el marco de estas contradicciones nuestros legisladores aprobaron en 2019 una reforma laboral que contemplaba elecciones “libres”, “periódicas” y “democráticas” en todos los sindicatos legítimamente reconocidos ante la ley. Comenzó así una nueva etapa en la toma de decisiones de estas poderosas organizaciones que son sinónimo de todo menos de demócratas.

En ese contexto se elegirá próximamente en Sinaloa al nuevo líder de la Sección 53 del SNTE en el estado. Esta elección, no exenta de polémica, ya comenzó a dar muestras de violencia en la radicalización de sus partes. Desafortunadamente la violencia política en Sinaloa se ha vuelto una constante en nuestra entidad. En los últimos 10 años se documentan procesos electorales de tensiones y conflictos violentos en elecciones constitucionales locales y federales, en la vida interna de partidos políticos, de asuntos agrarios y ganaderos, en elecciones políticas-administrativas en sindicaturas y comisarías y por supuesto en los sindicatos.

Esta elección magisterial tiene todos los componentes de un proceso complicado que muestras a claras luces, posturas altamente polarizadas listas para que una pequeña chispa encienda la pólvora en la que peligrosamente se desarrolla.

Por eso es que las partes involucradas deben llamar a la calma a sus seguidores y aliados, es momento de prudencia y serenidad, de sensatez y dialogo. Los reprobables actos violentos sucedidos en las instalaciones del Isssteesin son apenas el primer aviso de lo que podría suceder si las aguas salen de su curso.

Esta prudencia debe prevalecer también en servidores públicos que en afán de ganar la nota y aparecer como “héroes” de los trabajadores, quieren protagonizar tomando parte en conflictos que, de salir mal, pondrán en riesgo la institución que dirigen. Pareciera elemental, pero algunos no alcanzan a ver que la mejor manera de evitar ser parte del conflicto es dejar que los trabajadores de la educación elijan libremente el destino de su sindicato, en el más puro sentido de la reforma laboral de la que dimana este primer ejercicio.

Sé que es difícil entender, pero un principio básico en la política gubernamental es la no intervención en conflictos de los que no se tiene certeza del resultado, máxime cuando la instrucción pública del mando mayor, titular y jefe del Ejecutivo es precisamente la de “no meter las manos al proceso”. Porque, efectivamente, la investidura y las miras de un gobierno de transformación están mucho más allá de un conflicto por una elección sindical, que mal llevado puede originar un problema social de dolorosas consecuencias en el vulnerable sector educativo donde la pandemia nos ha pegado tanto. Luego le seguimos...