Del salvaje a la tiranía de la inteligencia artificial
@elpoderdelc
SinEmbargo.MX
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La cultura occidental se extendió por el mundo argumentando que era la expresión más avanzada de la humanidad. Occidente creó lo que llamó la Diosa Razón, diciendo a la humanidad: !!es el único camino a la verdad!! Occidente se ha presentado como la civilización que liberó al hombre del yugo de sus necesidades, gracias al desarrollo tecnológico que nos permitió someter, dominar y explotar la naturaleza.
Para la supremacía de Occidente, las sociedades que etiquetó como “salvajes”, son la expresión más infantil de la humanidad y Occidente su expresión más adulta. Entre los “salvajes” y Occidente, es decir, en medio, se encuentran todas las demás culturas, civilizaciones, que se quedaron rezagadas o se desviaron en el camino.
Bajo la interpretación Occidental del mundo, de la existencia, la humanidad se encontraba esclavizada a la naturaleza, dedicando su vida entera, todos los días, desde el amanecer hasta el anochecer, a hacerse de comida, agua y a encontrar abrigo. Bajo esta ideología del progreso, la humanidad se liberó de ese yugo gracias al desarrollo tecnológico, de la naturaleza que lo mantenía en su condición de “salvaje”, y sólo así pudo tener tiempo para el ocio, para hacer cultura y desarrollarse. Desde entonces, hasta el desarrollo de la inteligencia artificial hoy en día, la creencia impartida ha sido que a través de la tecnología se ha liberado al hombre del trabajo. En realidad, se ha tratado, de lo contrario, la mayor parte de la tecnología se ha desarrollado para dominarlo.
La ideología Occidental, a la que no le podemos llamar cosmovisión, ya que, se trata de una visión del mundo creada desde el poder para justificar una forma de existencia específica (como si está fuera la consecuencia natural de la evolución humana), está apoyada en dos profundas falacias que se caen a pedazos.
La primera falacia, el primer embuste. Los estudios realizados con los bosquimanos africanos, los aborígenes australianos, los yanomamis amazónicos y entre muchos otros pueblos originarios, cuando aún mantenían sus formas de tradicionales de vida, reportaron que estos pueblos llamados “salvajes” no se encontraban sometidos y esclavizados por la naturaleza, que no tenían que dedicar el total de su vida cotidiana a encontrar su sustento. Como documentó Marshal Sahlins, a partir de diversos estudios antropológicos, en su obra clásica “La Economía en la Edad de Piedra”, estos pueblos dedicaban alrededor de cuatro horas diarias a realizar las labores que nosotros podríamos calificar como trabajo, dedicando el resto del tiempo a la convivencia comunitaria. Dedicaban mucho menos tiempo al trabajo del que le dedicamos en la sociedad contemporánea, ¿nos liberó la tecnología?
La segunda falacia, el segundo embuste. En su esencia, la tecnología se ha desarrollado no para liberar al hombre del trabajo, más bien como una herramienta de poder y sometimiento, para hacer más productivo al trabajador y proporcionar mayor ganancia a la empresa. Nos referimos, de manera especial, a la tecnología dirigida a la producción industrial y no a la tecnología que puede resolver tareas pesadas al que la detenta. De someter al trabajador a las necesidades y ritmos de la máquina se ha pasado a su despido por la automatización y el uso de la robótica y, actualmente, por la introducción de la inteligencia artificial (IA).
La realidad es que la tecnología no está en manos de la humanidad, está en manos, principalmente, de las grandes corporaciones y los Estados, de poderes que miran a su bienestar, a su crecimiento, y no al bienestar de la humanidad. El enorme poder y la cantidad de recursos que se han dirigido al desarrollo tecnológico nos lleva a un escenario donde muy fácilmente la inteligencia artificial se puede salir de control.
En una carta pública internacional firmada por investigadores expertos en IA y poderosos empresarios globales, como Elon Musk y Steve Wozniak, se está pidiendo una moratoria en el desarrollo de sistemas de inteligencia artificial a gran escala, ya que se trata de: “una carrera fuera de control para desarrollar e implementar mentes digitales cada vez más poderosas que nadie, ni siquiera sus creadores, pueden comprender, predecir o controlar de forma fiable”... “Los sistemas de IA más potentes solo deberían desarrollarse cuando estemos seguros de que sus efectos serán positivos y sus riesgos serán asumibles”. Se pide una moratoria de seis meses para que en ese tiempo los propios laboratorios y expertos de IA desarrollen una autorregulación y mecanismo de vigilancia para que ese desarrollo tecnológico no se salga de control.
La carta ha recibido gran difusión mundial y marca un hito ya que desde quienes hacen uso de esa inteligencia artificial salta la preocupación sobre las consecuencias que puede traer, en gran parte, desconocidas. Sin embargo, el problema es más profundo, como explica Emily Bender, una de las autoras del primer artículo que cita la carta referida anteriormente, que explica que los riesgos “tienen que ver con la concentración de poder en manos de muy pocas manos, con la reproducción de sistemas de opresión, con el daño al ecosistema informativo y natural”. Con la IA la tiranía del poder económico o político adquiere una dimensión más profunda a la vez que puede desatar consecuencias muy graves para la humanidad y la vida en la Tierra.
Tenemos todo el conocimiento y las herramientas para enfrentar los mayores retos que ponen en riesgo la supervivencia de la humanidad, sin embargo, las aplicaciones tecnológicas no se han dirigido en ese sentido, se han dirigido a generar mayores ganancias y poderes a quienes las detentan, que concentran el poder. El propio Elon Musk se aprovecha de la IA para a través de los algoritmos que le brinda Twitter para ganar más a través de publicidad personalizada, así como, para favorecer políticamente a sus aliados, pudiendo manipular y seleccionar la información que cada individuo recibe. Si Musk se suma a esta carta de pedir un freno a la IA ante el peligro de que a los propios detentadores de la IA se les salga de control y actúe en contra de sus intereses. Es decir, que la IA actúe contra él.
Tal vez nos encontremos en un momento propicio, ojalá, para que la humanidad tome conciencia no sólo del riesgo y daño que significa el avance de la IA, sino también, de la concentración en unas pocas manos de la tecnología y lo que esto significa para nuestra vida individual, social y para el planeta. Mientras el dominio tecnológico esté en unas cuantas manos se dirigirá a la acumulación de riqueza y poder y no al cuidado del bienestar humano y del Planeta.