Del Culiacanazo al Navolatazo: todo bien. Mejoramos después de dos jueves negros
Con mayor coordinación y estrategia de contención por parte de la fuerza policiaca y militar, por fortuna no pasó a mayores consecuencias el intento delincuencial para que desde Navolato corriera hasta la capital de Sinaloa la alteración de la seguridad pública en imitación de los “culiacanazos” del 17 de octubre de 2019 y el 5 de enero de 2023, lo cual habla de que las secretarías de la Defensa Nacional y la Marina Armada de México han aprovechado la curva de aprendizaje y tienden a ser más eficaces en las intervenciones antinarco.
La precisión táctica de la Guardia Nacional, Ejército Mexicano y Policía Estatal Preventiva para aislar la franja de peligro con centro neurálgico en La Palma, sindicatura navolatense, cortó de tajo la psicosis que comenzó a generarse en la población a partir de que cerca de las 9 de la mañana el Secretario de Seguridad Pública del Gobierno del Estado, Cristóbal Castañeda Camarillo, informó de narcobloqueos con vehículos pesados en cinco puntos de dicha zona, expandiéndose el miedo en toda la región centro de Sinaloa.
Guardadas las proporciones, los objetivos de ayer del operativo de la SSP, Sedena y Semar poco se parecen a los de los dos anteriores, el de Culiacán que capturó y enseguida liberó a Ovidio Guzmán López, y otro en la comunidad de Jesús María que sí aprehendió y puso a disposición de la justicia al hijo de Joaquín Guzmán Loera, pero tomada la circunstancia en sí como elemento de medición de la efectividad policiaca-militar en sus acometidas al Cártel de Sinaloa sí abona a la tranquilidad ciudadana.
En las acciones de octubre de 2019 estuvieron a la vista de todos los disparates de la movilización militar contra un jefe del narco, sin proceder a blindar el perímetro de peligro que significaron los pistoleros que de inmediato salieron en defensa del capo; en enero reciente fue evidente el error de la operación quirúrgica de la Marina en el poblado cercano a Culiacán y el descuido de no anticiparse a que los sicarios repitieran la movilización en Culiacán para impedir la extracción de Ovidio Guzmán.
Ayer, pese a los incipientes bloqueos reportados por la SSP en La Palma, casetas de cobro de peaje de La Platanera y San Blas, y el puente que va de Vitaruto al poblado Villa Ángel Flores, en cuestión de dos horas el Gobierno había retomado el control de la situación y se declaró el tránsito seguro en las vías de comunicación afectadas. A la faena relámpago del crimen organizado, en reacción al aseguramiento de vehículos robados y unidades embozadas como patrullas de la Guardia Nacional y de la Semar, le correspondió la respuesta puntual de la fuerza pública.
Debe resaltarse la importancia del factor sorpresa que deriva de la nula delación desde la Policía a aquellos contra quienes van dirigidos los operativos, a pesar de que en éstos están involucrados agentes de la PEP que antes eran relegados por sospechas de infiltraciones del narco en la corporación. Sin conceder que la PEP entera sea fiable, es posible que se trate de un grupo élite de la SSP que sea de todas las confianzas del Secretario Castañeda.
Otro avance a destacar tiene que ver con la rápida información a la población de lo que ocurría, en tiempo real, proporcionada por el mismo titular de la Secretaría de Seguridad Pública, lo cual evitó la multiplicación del alarmismo diseminado por las redes sociales, germen del caos que ocasiona el pánico colectivo. Al establecerse con puntualidad la única fuente oficial de los hechos, la reacción pública se estructuró de mejor manera para sortear el peligro.
También se nota que en lo referente a sujetar a las células del crimen vertebrado, el trabajo de inteligencia permite ahora operativos asertivos que coadyuvan a la percepción de mejor seguridad pública. Un hecho que sustenta la teoría de labor policiaca y militar coordinada con adecuados desenlaces es la estrategia que sin disparar una sola bala logró detener a José Guadalupe Tapia, uno de los presuntos líderes del Cártel de Sinaloa, el 9 de febrero en Tacuichamona, a unos 50 kilómetros al sur de Culiacán.
Lo bueno de todo esto es que no escaló a mayores repercusiones el conato de Navolatazo y que, así haya sido la energía de la fuerza pública para anularlo o la debilidad numérica del segmento criminal para consumarlo, la actuación decidida de policías y militares jugó un papel importante por la mayor destreza y mejor colaboración ante sucesos que, eso sí, revivieron en la memoria de los culiacanenses aquellos dos jueves cuando el Gobierno inmovilizado y la delincuencia desatada decretaron el sálvese quien pueda.
En la complicada parafernalia de la violencia todo indica que Sinaloa ganó una. Más que demeritar el buen resultado por los contrastes que presenta frente a los Culiacanazos 1 y 2, tomemos los sucesos de ayer en Navolato como punto de partida, asomo de esperanza, para confiar que las instituciones y servidores públicos a cuyo cargo está la seguridad pública sí pueden protegernos a los sinaloenses de bien.
Les demostró la experiencia,
Que no se puede con abrazos,
Convencer a la delincuencia,
De ya no más Culiacanazos.
Los informes que la Tercera Región Militar y la Novena Zona Militar le presentan al Gobernador Rubén Rocha Moya en la Mesa de Coordinación de la Seguridad Pública garantizan que existen los suficientes elementos humanos, equipamiento, transporte, insumos y logística para acudir en cuestión de minutos desde cualquier punto de Sinaloa a cualquier lugar del territorio estatal en operativos coordinados para desactivar narcobloqueos u otras situaciones que pongan en riesgo la seguridad de los sinaloenses.