Dejar de contar muertos ampliando la conversación

Ernesto Hernández Norzagaray
18 abril 2020

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‘No es casual que los llamados a permanecer en casa una franja de la población lo vea como una “mentira más” de los políticos, como un asunto de “gente huevona” que no tiene nada que hacer y no deja hacerlo a quien si quiere trabajar y cómo un asunto que el gobierno debe resolver a la de ya’.

Debo aceptar que al empezar a escribir este texto lo hago influido por el quehacer informativo de la televisión española (RTVE) sobre la pandemia que se reproduce en México a través de cable y que nos da una visión precisa de lo que está ocurriendo en el país ibérico que los ha golpeado como a pocos países.

Además de la narrativa fría que lleva un recuento puntual de los que oficialmente son reconocidos como fallecidos, infectados o recuperados, da una visión del comportamiento del virus en las distintas comunidades autónomas (estados) y de las políticas de seguridad pública, como sanitaria, pero también, del comportamiento humano y opiniones que tiene la población urbana y rural, profesionales y no profesionales, empleados o desempleados, hombres y mujeres, viejos y niños, en una espiral omnicomprensiva.

Y después de presentar esa perspectiva de la cotidianidad de la pandemia son entrevistados políticos en funciones de gobierno, policías, especialistas en salud pública, periodistas, economistas, filósofos, demógrafos, médicos, familiares de los enfermos o deudos (no necesariamente en ese orden) y luego el noticiario cierra con las indispensables mesas de análisis de la información.

Entonces, con ese cúmulo de información diversa, la audiencia se nutre de opiniones y datos que le permiten tener al final del día un buen blindaje contra la desinformación, el inevitable oportunismo político y las noticias falsas que no parece tenerlas la sociedad española.

Bien lo decía el politólogo Robert Dahl, que una democracia se mide por la cantidad y calidad de la información que el ciudadano tiene en sus manos para la toma de sus decisiones, e insistía que promoverla es tarea del Estado democrático. Es decir, garantizar que se escuchen todas las voces para generar una gran conversación pública.

Pero ¿qué pasa cuando ese Estado es débil y es incapaz de garantizar civilizada esa gran controversia? Bueno, sucede lo que hemos estado viendo en estas semanas de confinamiento, una estrategia de comunicación centralizada y vertical, muy basada en la estadística de la pandemia, las televisoras, la radio o los portales de información todos los días nos sacuden con nuevos muertos e infectados, nos describen como se desplaza la mancha negra que inevitablemente habrá de llevarnos a todos a la Fase 3, pero poco nos dice de la vida cotidiana, de cómo están viviendo el confinamiento los adultos mayores, los niños, las embarazadas, los dueños de los negocios que se cierran, las historias familiares con los nuevos deudos.

Entonces, ese vacío lo llenan los mitos, las noticias falsas, la rumorología, la insidia, el rencor social o el oportunismo político. Que la gente compra y repite con facilidad generando así una burbuja desinformativa. Que impide que la mayor parte de la gente tenga la información correcta y tome sus mejores decisiones.

No es casual que los llamados a permanecer en casa una franja de la población lo vea como una “mentira más” de los políticos, como un asunto de “gente huevona” que no tiene nada que hacer y no deja hacerlo a quien si quiere trabajar y cómo un asunto que el gobierno debe resolver a la de ya.

Pero resulta que no es una mentira, tampoco una huevonada o que esté en manos del gobierno resolverlo todo. Aun así, los grandes, medianos y pequeños empresarios piden que les echen una mano para sobrevivir a la crisis de producción y consumo y los enfermos de coronavirus Covid-19 reclamen atención inmediata a un sistema de salud que está dando muestras de no estar preparado para atender ni meridianamente este tipo de emergencias.

Ahí está como ejemplo, el caso más sonado de esta semana, el de la clínica 30 del IMSS de Tijuana, que salió a la luz luego que el comediante Eugenio Derbez trasmitió por pedido una comunicación en redes dando cuenta de la situación alarmante que se estaba viviendo en la mencionada clínica e inmediatamente lo lincharon y llamó la atención de la delegada del IMSS en el estado. Ella oficiosamente negó en toda la línea lo que supuestamente había trasmitido uno de los médicos, por lo tanto, la intervención del comediante la calificó de noticias falsas.

Sin embargo, no habían pasado más que unas horas cuando el Gobernador Jaime Bonilla salió al paso de sus dichos en una conferencia de prensa e hizo lo propio contra la delegada del IMSS, al grado extremo de señalar que a la delegada no se le había visto por las unidades médicas donde “los médicos están cayendo como moscas”.

Esta contradicción entre los dos niveles de gobierno de origen morenista, dan cuenta de cómo hasta entre los de la misma casa de gobierno no hay acuerdo y más todavía lo inservible del método negatorio para solucionar problemas.

Y, bueno, no veo otra manera de atender las insuficiencias más que reconociéndolas y poner en marcha una buena estrategia para encontrar los recursos que se necesitan para dotar de mayores recursos materiales a las instituciones públicas de salud.

Y un buen punto de partida es ir por los deudores del fisco que solo 15 de los grandes deben una cantidad superior a los 50 mil millones de pesos. Y en esa tarea debería colaborar el CCE, o al menos no estorbar, si como dice le importa mucho el futuro del país.

Eso ayudaría a cambiar los humores de la conversación pública y abriría nuevos canales para que el tema de la pandemia salga de la cuadrícula de muertos e infectados y robustezcan lo existente que existe con otras voces que están haciendo su contribución desde los hospitales hasta el sistema de seguridad pública o la producción de alimentos, la ciencia, los psicólogos, el aula redefinida, las artes y oficios en sus diversas manifestaciones.

En definitiva, las crisis son oportunidades, que provocan como sucede en España, donde han transformado los monólogos frecuentes del poder en nuevos espacios de reflexión colectiva. Debemos salir de este pantano que muchos quieren resolver de forma pueril reduciéndolo a una reyerta histórica entre buenos y malos. Y eso empieza por vernos en los otros, en otro espejo basta sentarnos una mañana frente a la TV y ver el canal 232 de cable para aprender de los sufridos españoles.