Decálogo para una nueva movilidad urbana en Culiacán
Como tenemos nueva administración municipal y considerando los distractores que actualmente vivimos, es posible que aún no tengan claro qué proponer para lograr una movilidad urbana más amigable, justa, segura y saludable para la mayoría de la población y no sólo para quienes se mueven en automóvil como suele suceder.
Me permito, por lo anterior, sugerir en esta columna el Decálogo para una nueva movilidad urbana en Culiacán, que podría realmente convertir esta ciudad en otra sin violencia vial, donde se pueda convivir y compartir las calles en paz e igualdad de condiciones para todas las personas, sin importar género, edad, raza o situación económica.
1. Siembra masiva de árboles. Arborizar las calles -principalmente las banquetas- de la ciudad es un detonante para impulsar la movilidad no motorizada -caminar y usar la bicicleta-. La sombra en las calles estimula este tipo de traslados que significan para la ciudad menos automóviles. Además de ayudar a la movilidad urbana, debemos saber que los árboles en las ciudades contribuyen también a reducir inundaciones, recuperar la biodiversidad, mejorar la plusvalía, oxigenar el aire y reducir niveles de contaminación; entre otras cosas.
2. Recuperación de banquetas. Cuando los alcaldes -y la sociedad en general- se preocupen por las banquetas más que por las calles y sus baches, estaremos avanzando en equidad y justicia para la movilidad urbana. Las banquetas requieren un plan de recuperación y una campaña permanente de protección para no ser invadidas o destruidas como suele suceder. Urge dignificar estos espacios que son de todas las personas.
3. Red de ciclovías. No son muchas las ciclovías que la ciudad necesita, pero sí urgen por lo menos, en las vialidades primarias que son las que más se congestionan y donde más vulnerables son los ciclistas. Recordemos que cada bicicleta en la ciudad es un automóvil menos en sus calles.
4. Entornos escolares seguros. En los espacios urbanos alrededor o cercanos a las escuelas, los automovilistas deberían transitar a muy baja velocidad y con toda la disposición a ceder el paso a peatones (aunque no sean escolares). Los entornos escolares -y también los hospitalarios- deberían ser espacios de resguardo para quienes caminan. Son lugares de aglomeración de personas vulnerables (mayores o menores de edad, enfermos o con alguna discapacidad no evidente). Aquellas señales de 20 kilómetros por hora, que llevan décadas en esta ciudad, es momento de reforzarlas y obedecerlas.
5. Sistema integral de transporte. Este proyecto no depende del Gobierno municipal sino del estatal. El Gobierno municipal tendría que ofrecer todas las facilidades para que se implemente. No es un proyecto fácil, ni rápido; aunque todos podríamos coincidir en la necesidad de una verdadera transformación del transporte público para la ciudad. Esto implicaría nuevos autobuses accesibles para todos y donde los transbordos entre rutas sean fáciles y rápidos, sin pagos extras para considerarlos un verdadero servicio público.
6. Conectividad peatonal. Muchos factores inhiben la caminabilidad en la ciudad, uno de ellos es la desconexión peatonal. Las vías del tren, los ríos, canales arroyos y muchas vialidades “incruzables” son verdaderas barreras para la caminabilidad. Hay rutas sumamente cortas pero imposibles en la ciudad. Por poner un ejemplo, el Palacio de Gobierno, las oficinas de la SEP y el Congreso, hacen un triángulo con distancias de menos de 800 metros entre un lugar y otro. Hacer esas rutas caminando de forma cómoda y segura es literalmente imposible. La conectividad implica literalmente eliminar bardas que impiden caminar de una colonia a otra, generar nuevos caminos y tener puentes en ríos y canales pensando siempre en quienes caminan.
7. Cruceros seguros. Son proyectos sencillos y es mucha la ganancia que se obtiene. Esto incluyen los pasos peatonales que se han venido haciendo y han salvado ya infinidad de vidas en la ciudad. Un crucero seguro implica, ante todo, buena pintura y señalización en el pavimento, unificar el nivel de piso -rampas- y hasta donde sea posible, reducir la distancia del cruce -menos carriles vehiculares-. Esto se traduce en salvar vidas.
8. Respeto al peatón y a los ciclistas. Finalmente, las tres últimas propuestas significan más cambios de tipo conductual. Esto se logra con la aplicación de los proyectos antes señalados sumados a una campaña permanente para concientizar a toda la población de la necesidad y el derecho que tenemos de compartir la calle asumiendo la prioridad del peatón, luego el ciclista, el transporte urbano, transporte de mercancías y por último el automóvil o la motocicleta.
9. Reducir la velocidad. Si tan sólo en esto cediéramos, quizá la paz ya la tendríamos en las calles. El exceso de velocidad es la mayor causa de mortandad y morbilidad en las ciudades. Una campaña para reducirla es vital: 50 kilómetros por hora en vialidades primarias, 30 en vialidades secundarias y locales, y 20 en escuelas y hospitales. Las calles no son carreteras.
10. Educar para una nueva movilidad. Para transformar ciudades hay que trabajar en la formación ciudadana desde la infancia. La formación cívica debe incluir temas de movilidad y respeto a la vida y a la diversidad de formas de desplazarnos en la ciudad, considerando siempre la prioridad de los más vulnerables como peatones y ciclistas. Una acción a largo plazo que debe comenzar hoy.
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