Debatir en tiempos de crisis

Vladimir Ramírez
07 abril 2020

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@vraldapa

 

Después de la entrega del informe del Presidente López Obrador el pasado domingo 5 de abril, los comentarios, críticas y reflexiones acerca de si en lugar de tratar los avances de su gestión, debió abordar en mayor medida o tal vez únicamente el tema de la crisis global por la pandemia del Covid19 y las acciones que diversos sectores sociales esperan de su gobierno para detener los daños económicos en nuestro País, ha sido prácticamente la razón de divididas opiniones en las que se argumenta tanto a favor como en contra.

Para observar con mayor objetividad este fenómeno en redes, es necesario discriminar cierta o quizá mucha información y opiniones que en realidad no abonan a elevar una discusión que requiere mucha seriedad y atención por lo delicado de una crisis de proporciones todavía incalculables.

La situación es muy seria, tanto como para atender las expresiones que con evidente descaro aprovechan para sacar ventaja política o para satisfacer resabios y resentimientos políticos contra el actual gobierno, como también de quienes alentados por, digamos, una legítima actitud de estar en contra en lo político e ideológico con el actual Presidente, vuelcan toda desaprobación de forma sistemática, movidos principalmente por el deseo de que fracase su gobierno y no necesariamente porque esperen que ofrezca soluciones que los deje satisfechos.

Estas actitudes y comportamientos que al final de cuentas no ofrecen soluciones ni colaboran a encontrarlas, me recuerda un texto del pedagogo español José Antonio Marina en el que describe lo que él llama culturas fracasadas y en el que aborda los temas del talento y la estupidez de las sociedades, en este texto analiza el adjetivo “estupidez” para distinguir a aquel individuo, en el que es su notable torpeza para entender las cosas en sociedad, es capaz de destruir o causar un daño sin sacar provecho alguno y en el peor de los casos, perjudicarse a sí mismo.

En torno al planteamiento de las culturas fracasadas, podemos observar que en sociedades como la nuestra se tiene una marcada carencia de inteligencia social, que se distingue por la falta de propósitos en común, en las que suelen ser mayores las discrepancias de lo que se aspira como sociedad. Esto sin duda ha sido una de las razones de mayor peso que no han permitido el avance continuo de los procesos de desarrollo social civilizados en México.
Por otra parte, existen también aquellos en los que reconocemos cierta inteligencia social, por ejemplo, tenemos periodistas, analistas y políticos en los que localizamos una notable vivacidad y habilidad para persuadir, argumentar y configurar escenarios de acuerdo a intereses personales, por encima de prioridades sociales, en las que no se excluyen los tiempos de crisis como los que hoy se viven.

Encontramos entonces, como afirma el filósofo francés Henri Bergson, que “la inteligencia tiene un poder disolvente” y esta forma de disolución “inteligente” desafortunadamente existe en nuestras redes y medios de comunicación, una especie de “inteligencia al revés”, en la que todos los talentos y capacidades se “inteligen” para no servir, que no construye, una inteligencia que no ayuda a los demás, que más bien estorba.

No obstante, esta forma de ser en sociedad, muy nuestra, no es nueva, tiene muchos años que comprenden a generaciones enteras, un comportamiento individual que se manifiesta en lo social, que confirma nuestra debilidad como ciudadanos que no nos permite construir un pensamiento que unifique la búsqueda del bienestar colectivo, sin que esté de por medio el interés particular y las diferentes formas que hemos inventado para sacar ventaja de los otros, de múltiples y consabidas formas deshonestas que han llevado a nuestra sociedad a postrarse como país de eterno subdesarrollo. Esta forma de ser, de cultura acostumbrada al fracaso, de inteligencias al revés, son las que en estos momentos de grave crisis se resisten a modificar su estatus quo, se aferran al uso del talento mezquino y la estupidez de antagonismos inútiles. Les resulta inconcebible que el estado de las cosas que en su momento les ofreció beneficios en lo individual, está dejando de existir ante la evidencia de una crisis sanitaria mundial que ha puesto en evidencia el fracaso de modelos sociales y económicos que fomentaron la corrupción, la desigualdad social y el individualismo.

Afortunadamente también están aquellas voces, que pretenden encontrar respuestas y soluciones al dilema que representa la pandemia del Covid 19 en nuestro país, opiniones que abonan a la reflexión de los temas que se debaten en la búsqueda de soluciones para enfrentar los efectos que se avecinan ante las crisis de salud con repercusiones económicas, las más desastrosa de la historia moderna.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este mismo espacio el próximo viernes.