De sueños y museos
Tengo varios años de conocer al Óscar, aquí en Mazatlán, para los que me leen de fuera, es de mazatlecos ponernos el artículo (el, la) antes del nombre, sobre todo si hay mucha confianza. El Óscar se llama Óscar Guzón, y aunque es oceanólogo de formación, su vida son los mamíferos marinos más grandes del océano, las ballenas. No conozco a nadie en todo el Pacífico que sepa más de ellas.
César Millán se volvió famoso por encantar perros, un argentino por caballos, recuerdo que también hay uno de gatos, pero si hay alguien que le puede hablar a las ballenas ese es el Óscar.
Fue por ahí del 2018 cuando le hablé del sueño de hacer documentales, que me encantaría un día poder llevarlos a la pantalla grande, al streaming, que los haría en ese formato, con ese sueño, pero que empezaría distribuyéndolos en un canal de YouTube que ni siquiera existía, le dije también que me encantaría contar su historia, que admiraba lo que hacía y que me parecía que más personas debían conocerlo, seguramente un “documental” le ayudaría a enseñarlo más rápido y el vato me dijo que sí, y le estoy eternamente agradecido por ese sí, a ciegas. Los sí a ciegas que normalmente sólo te dan los amigos, los buenos amigos.
Desde entonces, hemos estado navegando sin perdernos de vista y hace un tiempo me contó la posibilidad de un proyecto que parecía la culminación de sus sueños y al mismo tiempo el principio de otros, ese sueño se llamaba Munba, el Museo Nacional de la Ballena, me emocioné mucho por él, aunque escéptico, ya que me parecía un proyecto de dimensiones desconocidas, sin embargo el Munba no estaba solo, resulta que era un sueño de otro mazatleco, Amado Guzmán, que lo concibió, lo imaginó, lo financió y lo hizo realidad. Qué increíble coincidencia que sus caminos se cruzaran y que sus sueños coincidieran, son de esas cosas que no pasan mucho pero por fortuna le pasaron a Mazatlán.
El Museo Nacional de la Ballena que ya abrió sus puertas en el parque Observatorio es un lugar espectacular, dedicado a los guardianes del océano, lleno de educación, arte y amor por la vida del mar, esa que tanto hace por nosotros y nosotros tan poco por ella.
Los museos son importantes porque ayudan a las personas y comunidades a comprender sus raíces, tradiciones y valores, lo que fortalece la identidad cultural y el sentido de pertenencia.
Proporcionan lecciones sobre errores y aciertos del pasado, permitiendo que las sociedades aprendan de sus experiencias históricas y eviten repetir los mismos errores. Facilitan el entendimiento y la discusión sobre eventos históricos, promoviendo el diálogo entre diferentes grupos y generaciones, y ayudando a construir puentes entre comunidades diversas. Aseguran que las historias, culturas y tradiciones sean documentadas y preservadas para las futuras generaciones, manteniendo viva la memoria colectiva.
Y en particular este museo, nos ayuda a conocer un mundo que para las mayorías es desconocido, y como decía Jacques Cousteau, no se cuida lo que no se ama y no se ama lo que no se conoce.
Enhorabuena por nuestra ciudad, por el Munba, los que lo hicieron y hacen posible y por el cuidado y respeto del único hogar que tenemos, nuestro planeta.
Gracias por leer hasta aquí, nos leemos pronto.
Es cuanto.
Esta vez toca una historia diferente, una más personal.
Tengo varios años de conocer al Óscar, aquí en Mazatlán, para los que me leen de fuera, es de mazatlecos ponernos el artículo (el, la) antes del nombre, sobre todo si hay mucha confianza. El Óscar se llama Óscar Guzón, y aunque es oceanólogo de formación, su vida son los mamíferos marinos más grandes del océano, las ballenas. No conozco a nadie en todo el Pacífico que sepa más de ellas.
César Millán se volvió famoso por encantar perros, un argentino por caballos, recuerdo que también hay uno de gatos, pero si hay alguien que le puede hablar a las ballenas ese es el Óscar.
Fue por ahí del 2018 cuando le hablé del sueño de hacer documentales, que me encantaría un día poder llevarlos a la pantalla grande, al streaming, que los haría en ese formato, con ese sueño, pero que empezaría distribuyéndolos en un canal de YouTube que ni siquiera existía, le dije también que me encantaría contar su historia, que admiraba lo que hacía y que me parecía que más personas debían conocerlo, seguramente un “documental” le ayudaría a enseñarlo más rápido y el vato me dijo que sí, y le estoy eternamente agradecido por ese sí, a ciegas. Los sí a ciegas que normalmente sólo te dan los amigos, los buenos amigos.
Desde entonces, hemos estado navegando sin perdernos de vista y hace un tiempo me contó la posibilidad de un proyecto que parecía la culminación de sus sueños y al mismo tiempo el principio de otros, ese sueño se llamaba Munba, el Museo Nacional de la Ballena, me emocioné mucho por él, aunque escéptico, ya que me parecía un proyecto de dimensiones desconocidas, sin embargo el Munba no estaba solo, resulta que era un sueño de otro mazatleco, Amado Guzmán, que lo concibió, lo imaginó, lo financió y lo hizo realidad. Qué increíble coincidencia que sus caminos se cruzaran y que sus sueños coincidieran, son de esas cosas que no pasan mucho pero por fortuna le pasaron a Mazatlán.
El Museo Nacional de la Ballena que ya abrió sus puertas en el parque Observatorio es un lugar espectacular, dedicado a los guardianes del océano, lleno de educación, arte y amor por la vida del mar, esa que tanto hace por nosotros y nosotros tan poco por ella.
Los museos son importantes porque ayudan a las personas y comunidades a comprender sus raíces, tradiciones y valores, lo que fortalece la identidad cultural y el sentido de pertenencia.
Proporcionan lecciones sobre errores y aciertos del pasado, permitiendo que las sociedades aprendan de sus experiencias históricas y eviten repetir los mismos errores. Facilitan el entendimiento y la discusión sobre eventos históricos, promoviendo el diálogo entre diferentes grupos y generaciones, y ayudando a construir puentes entre comunidades diversas. Aseguran que las historias, culturas y tradiciones sean documentadas y preservadas para las futuras generaciones, manteniendo viva la memoria colectiva.
Y en particular este museo, nos ayuda a conocer un mundo que para las mayorías es desconocido, y como decía Jacques Cousteau, no se cuida lo que no se ama y no se ama lo que no se conoce.
Enhorabuena por nuestra ciudad, por el Munba, los que lo hicieron y hacen posible y por el cuidado y respeto del único hogar que tenemos, nuestro planeta.
Gracias por leer hasta aquí, nos leemos pronto.
Es cuanto.
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@isaacarangureconacentoenlae