¿De qué nos ha servido la evaluación de los aprendizajes en México?

Jesús Javier Vizcarra Brito
05 septiembre 2018

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Jesús Javier Vizcarra Brito
Director General del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid
 
 
 
 

 

¿De qué nos ha servido la evaluación de los aprendizajes en la educación obligatoria en México si seguimos obteniendo los mismos resultados desde que se empezaron a implementar las evaluaciones internacionales (PISA) y nacionales (ENLACE, EXCALE y PLANEA), estas últimas coordinadas y aplicadas la SEP y el INEE? Una respuesta preliminar a esta interrogante es que no nos ha servido de nada, puesto que los resultados no han variado desde el año 2000 a la fecha. Seguimos ocupando los últimos lugares en la prueba PISA y el resto de las evaluaciones señaladas no han hecho más que confirmar lo que señala la prueba de la OCDE. 
Lo anterior nos lleva a otra interrogante: ¿Y por qué no nos ha servido la evaluación? Una primera aproximación a la pregunta es que no se ha vinculado la evaluación a la política educativa: se evalúa, pero no se integra en la toma de decisiones. Lo cual es paradójico: se tiene a una instancia encargada de esa función en México (el INEE), donde no solamente se instrumentaliza una evaluación (prueba Excale); sino que genera la investigación suficiente para diagnosticar el estado de la educación pública en México, así como las medidas requeridas para enfrentar la problemática. Y lo absurdo es que no se hace nada con esa investigación. Ni sirve para planear a mediano plazo, ni siquiera para articular un proyecto educativo en forma cada seis años. Cada jefe del Ejecutivo Federal pretende reinventar la educación en cada periodo de gobierno con proyectos educativos sacados de sus propias concepciones de la educación como si no se tuviese una instancia ex profeso para ello.
Y lo mismo que ocurre en el plano federal se replica en los estados de la república: ni se integra la investigación que ya se tiene en materia educativa en los proyectos estatales de educación, ni tampoco se mide lo que se logra constituir como política educativa. Y bajo esas condiciones estamos en un escenario de freno y arranque permanente.
Por otra parte, la gravedad del problema de la evaluación de la educación no es así como lo señala la OCDE, la SEP y el INEE, es más grave. La evaluación se desarrolla fundamentalmente para primaria, secundaria y bachillerato general; pero no es la única tipología de escuela que se tiene en el sistema educativo nacional: para primaria se tienen tres tipos de escuelas: general, comunitaria e indígena. En educación secundaria se tiene cinco modalidades: general, técnica, telesecundaria, comunitaria y para los trabajadores. Y para Bachillerato, las modalidades son: general, tecnológico, telebachillerato y Colegio de Bachilleres. Si la evaluación se extendiera -en la prueba Planea, por ejemplo- al resto de las modalidades que se tienen de escuela, los resultados serían más alarmantes. En cierta forma, lo que nos arrojan las pruebas señaladas es una parte solamente del problema. No obstante, aun así, el problema es grave.
Ahora bien, en esta administración federal que está por terminar se intentó enfrentar el problema educativo y para ello se instauró una reforma educativa que tuvo como eje central la evaluación de los maestros. Y para ello se transformó la razón de ser del INEE -como afirma una colega- para que a través de esta instancia se articulara y operara la evaluación de los maestros. Se concibió entonces, que el bajo rendimiento de los alumnos tenía que ver en stricto sensu con los maestros y les metieron a chaleco una evaluación con el agregado de que si no la pasaban (en un máximo de tres intentos), se tenían que retirar del aula y pasaban a ser reubicados en alguna área administrativa porque no eran idóneos para estar en el aula.
El derrotero anterior significó un cambio en el statu quo de los maestros. Y la pregunta obligada es: ¿Sirvió de algo? Lo desconocemos, puesto que hasta este ciclo escolar se está implementando el nuevo modelo educativo y con ello los resultados de las evaluaciones de los docentes. Los resultados tendrían que observarse hasta la prueba Planea del 2019 y 2020; y la prueba PISA del 2021.
No obstante, hay indicios de que la evaluación de los maestros no va a tener un impacto favorable en el aprendizaje de los alumnos. Y lo afirmo por lo siguiente: en marzo del presente año me tocó entrevistar al Dr. Manuel Gil Antón (académico del Colegio de México y especialista en materia de la reforma educativa) y me aseguraba que se tenía información empírica que indicaba que los maestros se preparaban únicamente para pasar la evaluación -y asegurar con ello su permanencia en el sistema-, pero que eso no tenía repercusión directa en el aula. Incluso me decía, que se tenía información de que en algunos casos los maestros que pasan la prueba no presentaban un buen desempeño en el aula, contrario a lo que estaba ocurriendo con los maestros que no pasaban la evaluación y eran calificados como no idóneos, pero en el aula su desempeño era muy adecuado. Lo cual indica que una evaluación como la que plantea el INEE no determina la cualificación de un docente. Y menos los aprendizajes de los alumnos. en todo caso la evaluación es una parte del problema, pero no toda la respuesta al problema del aprendizaje.
Así pues, la respuesta de la presente administración federal ha sido la evaluación de los docentes, y la alternativa no cuajó. En unos cuantos meses entra una nueva administración federal y ha anunciado una contrarreforma educativa, aunque el discurso es el mismo en cuanto a la calidad educativa. El fin es la calidad educativa, pero no hemos atinado en los medios. Nuestros chicos siguen saliendo de las escuelas con bajos niveles de aprendizaje… y llevamos 18 años de evaluaciones.
En todo ese tiempo lo que ha sobrado es debate, debates que han dado pie a acuerdos políticos entre los responsables de la educación pública del país. Y esos acuerdos políticos han tenido como resultado las reformas educativas que hemos visto en los últimos 20 años.
En suma, todo cambia -la normativa educativa, las administraciones federales, la política educativa, los funcionarios encargados de la educación pública- excepto la calidad educativa validad a través de la evaluación y medición de los aprendizajes de los alumnos. Estos mantienen los mismos parámetros que se tenían en el año 2000. No cambian.
En ese sentido, ¿de qué nos ha servido la evaluación de los aprendizajes? Nos ha servido solamente para diagnosticar la dimensión del problema, nada más. Fuera de ello… no hay más nada.
¿Cuánto tiempo más se mantendrá esta situación?