De partidos y hegemonía
Ha desaparecido el sistema competitivo de partidos. Lo reconocemos hoy, pero la muerte sucedió hace seis años. Desde entonces las oposiciones son poco menos que irrelevantes. Serán incapaces de modificar la legislación y, muy probablemente, incapaces de detener los terribles cambios a la Constitución que se proponen. Tras las elecciones intermedias del 21, la oposición partidista dio señales de que podría reanimarse. Fueron capaces de detener algunas reformas políticamente regresivas y lograron un frente común que prolongó la vida de instituciones que hoy están a punto de caer. Pero en la campaña de este año fue claro que los partidos de oposición han dejado de ser maquinarias de organización, brújulas de identidad, bancos de confianza. Provocan rechazo, no defienden ningún ideario, carecen de liderazgos solventes.
Como anticipó Daniel Cosío Villegas, el poder terminó siendo la perdición del PAN. No supo qué hacer con la responsabilidad de gobernar. Distante de la presidencia de Fox, humillado por Calderón, Acción Nacional se convirtió en una franquicia de políticos mediocres y corruptos. Sus doce años al frente del gobierno federal, sus muchos gobiernos locales no le permitieron formar una clase política medianamente confiable. ¿Dónde estuvieron los cuadros panistas que debieron haber dado el debate en estos años? Ni siquiera en el ámbito parlamentario, donde el partido de Gómez Morín tuvo una historia notable de polemistas, se mantuvo como referencia del debate nacional.
El PRI, que supo adaptarse sorprendentemente bien a ser oposición frente a la derecha, se vació frente a un partido que absorbió buena parte de su material genético. Su maquinaria se traspasó íntegramente al nuevo polo gobernante. Habrá podido encarar a Fox y a Calderón beneficiando a sus feudos, pero apenas resistió la aspiradora morenista. Tras la derrota del 18, sus cuadros desaparecieron de la escena nacional. Huyeron o callaron. Nadie, salvo Enrique de la Madrid, defendió la gestión del gobierno del que formó parte. Ahora que un porro quiere adueñarse de ese partido, tratando de purgar a los cuadros críticos que persisten en el PRI es claro que ya no es una organización que trata de recuperar el poder sino una guarida. Un partido que prefiere la extinción a la renovación.
Movimiento Ciudadano es el único partido opositor que sale de la elección con aire de futuro. Su apuesta por construir una candidatura solitaria fue riesgosa, pero no puede decirse que haya sido un fracaso. Después de la elección queda un partido con cuadros jóvenes que fue capaz de conectar con nuevos electores. Tiene enclaves regionales razonablemente sólidos y liderazgos locales y parlamentarios. La mejor noticia para MC fueron los fracasos que tuvo. La alternativa de la frivolidad arrogante y autoritaria que representaba el polo regiomontano fue derrotada contundentemente. En el desolador panorama opositor, Movimiento Ciudadano es una discreta pista de aliento.
El punto central es que hemos regresado al sistema de partido hegemónico. Los problemas en los partidos de oposición no son asuntos que afecten solamente a sus militantes o a sus simpatizantes. Sin oposiciones no habrá posibilidad de recuperar los equilibrios perdidos.
Morena se ha convertido en la única escalera al poder. Las oposiciones no sirven siquiera como alternativa de castigo. Incluso donde los gobiernos locales tuvieron el peor desempeño, en los estados con los gobernadores más impopulares, el partido oficial siguió imponiéndose. No hay más sopa que la suya. Cuando se especulaba que ese partido podría romperse tras la decisión de la candidatura presidencial, cuando se pensaba que podría haber escisiones regionales en la lucha por los puestos, se olvidaba que afuera de ese partido no hay espacio para la ambición. El escenario se parece a lo que existía antes de 1987. Brincar de ese enorme barco no tiene sentido para quien quiere hacer una carrera política. Si no se obtiene lo que se quiere, mejor callarse la boca, tragar algunos sapos, aceptar lo que el partido tenga a bien decidir y esperar que vengan mejores tiempos. La paciencia, la lealtad y la indignidad suelen ser recompensadas.
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Agencia Reforma
@jshm00