De linchamientos y linchadores
El linchamiento es “la ejecución, sin que medie un proceso legal, de alguien sospechoso o presumiblemente culpable de un delito por parte de un grupo de personas haciendo uso de la violencia física”. El linchamiento mediático es el que se hace desde algún medio de comunicación contra una persona, presumiblemente culpable de un delito u ofensa, “con la finalidad de desprestigiarla y perjudicar su integridad moral, independientemente de acciones judiciales”. En el linchamiento mediático, “la ejecución” es figurativa pero, al final, ejecución. Hay un tercer tipo de linchamiento, el político, que es cuando se aplica un castigo sin juicio previo o con juicio amañado.
Los presidentes hasta ahora habían utilizado preferentemente el linchamiento político.
Sin desechar este último, el instrumento preferido del Presidente López Obrador es el mediático. Su medio de comunicación es la conferencia matutina. A la gran mayoría de sus críticos y a las instituciones a las que pertenecemos nos ha linchado sistemáticamente y nos ha dejado, como dice Carlos Elizondo, en una posición difícil. Si no contestamos, pareciera que otorgamos. Si lo hacemos, contribuimos a su maniática retórica de inventar adversarios y desviar la atención de los problemas que lejos de resolver ha agravado.
Una de sus críticas favoritas es que callamos como momias en sexenios anteriores. Hay pruebas abundantes y contundentes de que no fue así y él lo sabe. Engaña a sabiendas de que no puede probar su dicho pero de que él es el dueño de las mañaneras y ahí no hay quien lo enfrente. Ni los diarios y noticieros callaron ni tampoco lo hicimos la gran mayoría de los editorialistas, académicos e intelectuales que seguimos haciendo lo que hacíamos en el pasado y seguiremos haciendo en el futuro.
Dañar de manera deliberada y mentirosa la reputación de sus críticos es muy grave, denota un talante autoritario y atenta contra la libertad de expresión.
Tanto o más peligroso es el linchamiento mediático que ha hecho de las instituciones autónomas que aún no controla y por las que antes de ser presidente suspiraba. Lo ha hecho con el INE, el INAI, la CNDH cuando su titular no respondía a sus órdenes, con la Cofece, el IFT, el SNA y todas las demás. Toca ahora a la Auditoría Superior de la Federación.
Una cosa es señalar un error y pedir que se corrija -las dependencias tienen 30 días para hacer aclaraciones, ofrecer pruebas o rebatir cálculos de las observaciones que hace todos los años la ASF- y otra cosa es descalificar, acusar de mala fe e intencionalidad política, decir que “el organismo se enfocó en ese tema en respuesta a los grupos interesados en la continuidad de esa transa o atraco que sería la terminal de Texcoco” o que algunos de sus funcionarios están al servicio del régimen de corrupción que imperaba.
Si hubo un error debe subsanarse y debe haber consecuencias para el o la responsable. También para revisar el funcionamiento de la ASF y fortalecerla, pero ese no es el sentido de la feroz respuesta del Presidente contra la institución. El sentido es el de todos los demás linchamientos mañaneros y las acciones que los han acompañado: debilitar a las instituciones -públicas o privadas- que no están bajo su control y que pueden limitar su poder, exhibir su incongruencia y exponer la falta de resultados en materia de corrupción e impunidad, austeridad, inseguridad o desigualdad.
Se lincha a la ASF porque, con todos los defectos que le podamos encontrar, ha sido la institución más importante y más efectiva para develar el desvío de recursos públicos y los malos resultados en la gestión gubernamental. En ésta y en anteriores administraciones. El mejor instrumento que hasta el momento tenemos para luchar contra la corrupción.
Se lincha a la ASF porque las auditorías individuales -que, insisto, todavía están sujetas a aclaraciones de parte de las dependencias- muestran una realidad que no le gusta al presidente. Particularmente la de los programas sociales y obras de infraestructura. Se lincha a la ASF por el imperdonable error del aeropuerto para distraer la atención del resto de los hallazgos.
“Basta de linchamientos” ha dicho el principal linchador en su incomprensible defensa de Salgado Macedonio. Reviro: basta de linchamientos desde la posición privilegiada del Presidente a los medios de comunicación, a las organizaciones de la sociedad civil y a los que asumimos la tarea de analizar y criticar los actos de gobiernos.
Basta de linchamientos a las instituciones creadas para vigilarlo y contener sus arbitrariedades. El lunes en su conferencia matutina volvió a decir: “El tribunal que me juzga es mi conciencia”. No, señor, a quien le toca juzgarlo es -además de a la opinión pública y a la opinión publicada- a las instituciones legalmente constituidas para hacerlo.