De la manipulación emocional a la colaboración: el reto político de un nuevo gobierno
Durante el sexenio de AMLO, las emociones jugaron un papel central en la política mexicana. El miedo, la incertidumbre y el resentimiento se convirtieron en los principales motores del discurso público, influyendo de manera significativa en la percepción ciudadana. Esta manipulación emocional no sólo fue una estrategia política efectiva, sino que transformó nuestra manera de enfrentar los retos colectivos. En lugar de fomentar el análisis crítico o el debate informado, se nos ofreció una visión simplificada y fantasiosa del mundo, en la que la realidad fue moldeada por intereses políticos que apelaron a nuestras emociones más primarias.
El ambiente emocional: miedo, resentimiento e incertidumbre
El gobierno de AMLO hizo un uso calculado de ciertas emociones para consolidar su narrativa. El miedo fue explotado de manera estratégica: miedo al otro, al cambio, y a perder lo poco o mucho que se tiene. Este miedo, acompañado de resentimiento e incertidumbre creó una visión negativa del presente y del futuro. Estas emociones, alimentadas deliberadamente, generaron una especie de parálisis colectiva en la sociedad. En lugar de abordar los problemas reales, quedamos atrapados en una narrativa diseñada para dividir y mantener el control.
La construcción de una realidad fantasiosa
La estrategia fue sencilla, pero eficaz: se ofreció una única visión de la realidad, donde las complejidades sociales se reducían a explicaciones simplistas y las soluciones se convertían en promesas imposibles. Este relato emocional nos sumergió en una fantasía en la que todo parecía estar bajo control, siempre y cuando siguiéramos ciegamente la narrativa oficial. Cualquier intento de cuestionar esta visión era rápidamente etiquetado como traición o amenaza.
En este contexto, el debate y la crítica desaparecieron. No se nos invitó a dialogar sobre propuestas ni a evaluar diferentes perspectivas, sino a aceptar sin reservas la versión oficial. Los matices y las contradicciones se volvieron peligrosos, y la política se redujo a un juego emocional en el que lo que realmente importaba no era lo que era cierto, sino lo que sentíamos como cierto.
La polarización como escenario predeterminado
El resultado de esta manipulación emocional fue una polarización social profunda. La narrativa dominante dividió a la sociedad en dos bandos irreconciliables: aquellos que aceptaban la versión oficial de los hechos y aquellos que se atrevían a cuestionarla. Estar en uno de estos bandos implicaba que el otro no era un interlocutor válido. Dialogar con “el otro” era visto como una traición.
En este esquema binario, no había espacio para la duda o la diversidad de opiniones: los que respaldaban la versión oficial eran los “buenos”, mientras que quienes la rechazaban se convertían en “traidores” o “enemigos del pueblo”.
Este enfoque no sólo empobreció el debate público, sino que lo cargó de una peligrosa emocionalidad. Al eliminar la posibilidad de un diálogo auténtico, la política se convirtió en un campo de batalla, alimentado por el odio y la descalificación. El espacio público se transformó en un terreno de confrontación, donde las emociones negativas fueron explotadas para mantener la división y el control.
La llegada de Claudia Sheinbaum: una nueva oportunidad para el discurso político
Con la llegada del nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum se presenta una coyuntura crítica para romper con este ciclo de manipulación emocional. El desafío es monumental: desmantelar una estrategia basada en el miedo, el resentimiento y la división, y reemplazarla con una política fundamentada en la apertura al diálogo, la transparencia y la colaboración. Este nuevo gobierno enfrenta la responsabilidad de reconstruir la confianza ciudadana, poniendo fin a la narrativa del “nosotros contra ellos” que ha polarizado a la sociedad.
Sheinbaum tiene ante sí la tarea de liderar un cambio radical en el tono y contenido de la política nacional. Es imprescindible abrir espacio para la rendición de cuentas y fomentar una conversación inclusiva en la que todas las voces sean escuchadas. No será un proceso sencillo. Transformar una cultura política anclada en emociones negativas requiere valentía, determinación y una clara voluntad de integrar diversas perspectivas.
Las emociones no deben ser erradicadas del debate, pero sí canalizadas de manera constructiva. En lugar de usarlas para dividirnos, deben ser el motor que nos una en torno a objetivos comunes. Este nuevo discurso debe basarse en hechos verificables y en la rendición de cuentas, pero también debe reconocer el poder movilizador de emociones positivas como la resiliencia, la esperanza y el sentido de comunidad. Sólo con una combinación de datos sólidos y un liderazgo emocionalmente inteligente, se podrá recuperar la confianza y construir una política orientada hacia el bien común.
La dignidad de enfrentar la realidad con hechos
El camino hacia una vida digna no se encuentra en aceptar narrativas simplificadas ni en someternos a la manipulación emocional. La verdadera dignidad reside en nuestra capacidad para enfrentar la realidad, por dura que sea, con hechos y con la voluntad de construir soluciones reales. Este proceso requiere resiliencia y la convicción de que los logros alcanzados, tanto a nivel individual como colectivo, son fruto de nuestro esfuerzo compartido.
Con este nuevo gobierno, debemos romper el ciclo de manipulación emocional que ha mantenido a la sociedad dividida y confundida. Sólo cuando reivindiquemos nuestra dignidad y derechos, podremos poner fin a la política del odio y la mentira. Es momento de construir puentes, no muros, y de enfrentar juntos los retos que presenta la agenda pública.
Conclusión: la fuerza de una nueva política emocional
El reto que enfrentamos es enorme, pero no imposible. Debemos dejar de ser rehenes de la manipulación emocional y recuperar el control de nuestras vidas y de nuestro destino político. La política debe ser un espacio de diálogo, construcción y colaboración, no un campo de batalla emocional.
Con la llegada del nuevo gobierno se abre la posibilidad de romper con el ciclo de miedo y división. Si despertamos a esta nueva realidad, podremos construir una sociedad más justa, basada en el respeto, la verdad y la dignidad compartida. La política del futuro debe ser una política de emociones positivas, cooperación y esperanza, donde todas las voces sean escuchadas y donde, juntos, podamos construir un país plural y tolerante.
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Director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A.C.
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