De Justo Sierra a Delfina Gómez

Jesús Rojas Rivera
19 agosto 2022

La ruta por la educación en México no la perdimos con Delfina Gómez, la orientación de la política educativa se torció sexenios antes, tal vez cuando el Estado perdió la rectoría de este tema prioritario, dejándola en concesión de un poderoso sindicato que fue aliado del poder presidencial con Salinas, Zedillo, Fox y buena parte de los sexenios de Calderón y Peña Nieto.

Porfirio Díaz fue un dictador juzgado por la historia oficial desde la visión de los vencedores, un autócrata aburguesado que construyó brechas de desigualdad que fueron, al tiempo, el punto de quiebre de su gobierno. Pero en buena parte de su mandato, tuvo en la Secretaría de Educación a un filósofo, poeta, historiador, ensayista e intelectual mexicano llamado Justo Sierra, un adelantado a su época que pensó en crear una universidad pública para dar instrucción profesional sin distingo de clase social en los centros urbanos de creciente población. El porfiriatom por más criticas que pueda tener, tuvo como titular a un pedagogo de luces, de intelectualidad humanista y positivista que le dejaron como apodo “el Maestro de América”.

La Revolución, como verdadero proceso de transformación social, trajo nuevos rumbos a la importante tarea de educar. Francisco I. Madero dejó en el tabasqueño José María Pino Suárez la responsabilidad de crear un modelo educativo masivo y popular pensado en la tarea inconclusa de Justo Sierra. Fue tan importante su labor, cercanía y lealtad con el Presidente Madero, que fue invitado a la Vicepresidencia, en donde terminaría preso y asesinado en los actos previos a la decena trágica.

En los convulsos años postrevolucionarios dos intelectuales estuvieron al frente de la Secretaría de Educación Pública, me refiero a Félix Palavicini y José Vasconcelos, el primero invitado por el constitucionalista Venustiano Carranza y el segundo en el breve periodo de Eulalio Gutiérrez y el gobierno de Álvaro Obregón. De Palavicini se recuerda su participación en el Constituyente del 17 pugnando por el derecho a la educación en la Carta Magna y uno de los primeros en plantear la idea de bibliotecas nacionales. Vasconcelos, el séptimo sabio mexicano, fue un pensador humanista creador del modelo de educación nacional, quien ideó a manera de un sueño, la educación sin fronteras, la profesionalización del profesorado y la enseñanza básica como derecho por la dignidad. “El apóstol de la educación” le nombraron a quien también fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México y candidato presidencial sin mayores éxitos.

En la Secretaría de Educación Pública del México en vías de desarrollo, despacharon literatos e intelectuales como el militar y poeta Joaquín Amaro, fundador de la escuela superior de guerra o el Colegio Militar. Con Ávila Camacho y López Mateos despachó el ilustre Jaime Torres Bodet, impulsor incansable de la educación para los adultos, las escuelas normales superiores y el instituto de capacitación para el magisterio. El autor de los poemas “Patria” y “Civilización” puso punto final a la educación “socialista” impuesta por Lázaro Cárdenas y dio vida institucional al recién creado Instituto Politécnico Nacional, el Museo de Antropología e Historia y creó la red nacional de libros de textos gratuitos.

Gustavo Díaz Ordaz invitó durante todo el sexenio al jalisciense Agustín Yáñez, un político, ensayista y novelista cuya obra literaria es universal. Impulsó el bachillerato abierto y la orientación vocacional con miras a ampliar la oferta educativa en las universidades públicas del País, la unificación de los calendarios escolares y utilizó los medios masivos de comunicación para crear una red educativa y cultural de radio y televisión.

Después vinieron con Miguel de la Madrid, el intelectual Jesús Reyes Heroles y con el “inombrable” Salinas de Gortari, nuestro admirado paisano José Ángel Pescador Osuna, ya en el último año y sin mucho margen de maniobra. En ese mismo sexenio Barttlet y Zedillo habían terminado de coronar al SNTE y su lideresa, de ahí en adelante la SEP, con la honrosa excepción del doctor Alonso Lujambio ha sido un mal chiste. Después de Delfina viene Leticia, pero qué más da, si desde hace muchos años da lo mismo. Luego le seguimos...