Cuando le llega la pensión al abuelo, no dice nada, pero hay señales
Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la Presidencia de la República, terminó la era neoliberal de treinta y ocho años que encabezaron presidentes, desde Miguel de la Madrid, hasta Enrique Peña Nieto, con el respaldo de los partidos del PRI y el PAN.
La política económica reciente en cambio, ha sido intervencionista e inspirada en el “Estado de bienestar” (o welfare state); modelo económico que tiene su origen en la posguerra, y que parte de la idea de una justicia y equidad social. En este sistema, el Estado interviene activamente para garantizar que todos los ciudadanos, en especial los más desvalidos, puedan disfrutar de una calidad de vida mínima.
Una forma de hacerlo ha sido mediante los programas sociales entregados directamente a las personas más vulnerables de la sociedad, tales como la “Pensión de Mujeres Bienestar”, “Becas Benito Juárez”, “Pensión para personas con discapacidad” o la “Pensión para el bienestar de las personas adultas mayores”. Éste último consiste en un monto bimestral de seis mil pesos, y va dirigido a toda persona mayor de sesenta y cinco años de edad, tanto para hombres, como para mujeres.
Las y los beneficiados de esta pensión, no tienen que rendir cuentas a nadie; no tienen que entregar facturas, ni comprobantes de pagos, por lo que el gobierno no sabe con certeza en qué se destina ese dinero.
Esa interrogante surgió en una clase con mis estudiantes de la licenciatura en Economía, por lo que uno de ellos ha decidido hacer su tesis sobre este tema. Particularmente se ha propuesto como objetivo conocer y comparar, en qué gastan su pensión los adultos mayores; hombres y mujeres, en una comunidad rural. En este caso delimitó su investigación en la comunidad de El Quelite, perteneciente al municipio de Mazatlán.
Aunque la investigación de Víctor está apenas en curso, su encuesta levantada ha arrojado hasta ahora algunos datos comparativos muy interesantes. De inicio, el contexto rural marca la pauta de algunas diferencias entre hombres y mujeres. Por ejemplo, se tiene que, del universo masculino, el 70 por ciento de ellos, tiene otro ingreso, ya sea por alguna institución u otra actividad económica. En cambio, entre las mujeres, se trata casi en su totalidad, del único ingreso fijo que tienen. Y es que, en el pueblo, durante toda su vida se dedicaron a las tareas domésticas y cuidado de los hijos o nietos, siendo totalmente dependientes de sus cónyuges.
Por la edad en ambos sexos, una buena parte de la pensión se va en gastos que tienen que ver con el cuidado de su salud, como en consultas médicas y medicamentos. Algunos tienen enfermedades crónicas, por lo que tienen que trasladarse a Mazatlán, gastando también en transporte y otros viáticos.
Tanto hombres como mujeres declararon que otro porcentaje de ese monto bimestral, es consumido en alimentos y artículos de la canasta básica. Después de pagar esos gastos corrientes, las mujeres señalaron que una tercera parte de su pensión la gastan en comprar juguetes o artículos escolares para sus nietos. Otras señalaron que lo gastan en mejorar la apariencia física de su hogar.
Los hombres, en cambio, señalaron que el excedente lo gastan en alcohol y actividades de recreación. Algunos se vienen a gastarlo en cantinas o marisquerías de Mazatlán. En alguna entrevista una señorita señaló que tenía que cuidar a su abuelo desde el día en que recibe su pensión, pues se lo gasta en un par de días, a veces “con mujeres que se aprovechan de la situación”.
Estos hallazgos, hasta ahora parciales, me recuerdan una de las célebres frases del fallecido ex futbolista británico George Best, cuando ya en edad avanzada declaró: “La mayor parte de mi fortuna la gasté en mujeres y en alcohol. El resto lo gasté en puras tonterías”.
Han surgido ya nombres de posibles candidaturas naturales a la rectoría de la UAS. Tengo el gusto de conocer a la mayoría de ellas y ellos; todos tienen el perfil y la capacidad para dirigir el timón de la institución.
Pero amigas y amigos, esperemos los tiempos, y sobre todo, las formas para presentar el plan de trabajo y las propuestas en los foros institucionales destinados para ello, tal cual está estipulado en la nueva ley orgánica, y como lo hacen en muchas universidades del país. Por favor, no caigamos en las viejas prácticas de proselitismo adelantado y tramposo.
Muchos hemos impulsado esta nueva ley, no para volver al pasado, sino para que lleguen los mejores perfiles académicos, y no quienes sean más populares, o quienes tengan más recursos para organizar carnes asadas y mariscadas.
Es cuanto...
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