¿Cuál ‘show’?

Denise Dresser
26 enero 2020

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@DeniseDresserG

Qué tristeza presenciar al Presidente trivializando el dolor y despreciando a quienes lo padecen. Qué pesadumbre escucharlo describir a la Caminata por la Paz, la Justicia y la Verdad como un “show”. El hombre que muchas veces se paró del lado de las mejores causas, ahora las ignora. El líder social que con frecuencia manifestó empatía, ahora convertido en un hombre de poder incapaz de demostrarla. Dice que le importa más cuidar la investidura presidencial que atender la angustia de la parte más adolorida de su pueblo. Quienes han perdido a un padre o a un hermano o a un hijo. Quienes no encuentran a una hermana desaparecida. Quienes marchan desesperadamente con las fotografías de las personas que más quieren, mientras Andrés Manuel López Obrador los descalifica. Como si el dolor fuera un “show”; como si la añoranza fuera un espectáculo; como si él mismo no hubiera tomado las calles en nombre de un principio justo.

¿Acaso fue un “show” el Éxodo por la Democracia que encabezó desde Tabasco, cuando Roberto Madrazo cometió fraude ahí en 1994? ¿Acaso fue un “show” exhibir en el Zócalo las trece cajas de documentos que comprobaban cómo el PRI compró la elección en su estado. ¿Acaso fue un “show” marchar contra el desafuero y el intento de sabotaje antidemocrático que exhibió? ¿Acaso han sido un “show” el movimiento #YoSoy132 o las manifestaciones por Ayotzinapa o las marchas contra el feminicidio? ¿Dónde está el AMLO que entendía la insatisfacción, apoyaba la exigencia, encabezaba las expresiones de enojo y llegó a la Presidencia porque comprendía sus raíces profundas? En su lugar hay alguien que se parece más a los priistas que critica; alguien que parece desdeñar a las víctimas y por ello no las recibe.

Porque no quiere ser cuestionado, encarado. Porque prefiere las giras orquestadas para que le aplaudan a los foros donde osen cuestionarlo. Porque se reunió con colectivos de víctimas durante la campaña presidencial y recuerda que no recibió aplausos sino reclamos. Y en esos foros hizo promesas que no ha cumplido como la justicia transicional; como un mecanismo contra la impunidad con asistencia internacional; como la desmilitarización para alcanzar la paz. Temas que los LeBarón y Javier Sicilia y los cientos que marchamos ayer le recuerdan, incomodándolo. Lo que falta por hacer; lo que se ofreció y no se cumplió; lo que se anhela y ha sido traicionado; la bandera que AMLO ofreció recoger y ahora entrega al Gabinete de Seguridad y a los artífices de la mano dura.

La Caminata por la Paz hace patente que no todo el pueblo de México está “feliz, feliz, feliz”. Manifiesta que a lo largo del país la bandera está “ensangrentada, baleada, herida”, como lo dijera Javier Sicilia y lo constatan 61,000 desaparecidos. Las madres cargando pancartas con los nombres de sus hijos ausentes tienen una legitimidad moral que el Presidente y su partido no deberían regatearles o negarles. No son “chayoteras” ni “vendidas” ni están siendo manipuladas ni son opositoras políticas del gobierno. Son sólo eso: madres con derecho a saber qué está haciendo la autoridad ante lo que no cambió con el cambio de gobierno. La Cuarta Transformación -por estar en el poder- no posee el monopolio de la razón o la moral o las buenas intenciones. Alguna vez estuvieron en la calle con nosotros, marchando por lo mismo, hasta que llegaron a ocupar las oficinas desde las cuales ahora dan portazos.

Portazo presidencial a los familiares de los músicos calcinados en Oaxaca, a la esposa del periodista Javier Valdez, a los testigos de la masacre de Bavispe, a los dolientes de San Fernando, a “las mujeres que bordan sus tragedias con letra verde-esperanza de volverles a ver y miles no famosos pero que duelen igual”, como describió la periodista Marcela Turati.

Descalificación presidencial a la joven caminando a mi lado, que sostenía -junto con su madre- la fotografía de su hermano desaparecido desde hace 8 años. Lloraba, lloraba, lloraba mientras repetía sin cesar “sólo quiero saber qué pasó, dónde está, vivo o muerto”. Ellas y tantos más, enlutados, tan lejos del “show” y con razones para lamentar lo que “el hombre ha hecho del hombre”, en palabras de Wordsworth. Su llanto no es de felicidad por el gobierno que tienen; es de reclamo por el gobierno que merecen. Uno en donde AMLO les tienda la mano después de marchar y no los denigre por hacerlo.