Crisis de partidos y tránsfugas de la política
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Una de las características que de cierta manera se distingue como parte de las prácticas comunes de la clase política en los últimos años en México, es la continua “oscilación” de militantes con cierto reconocimiento público en búsqueda de candidaturas de un partido político a otro o de las llamadas candidaturas “independientes” cuando se avecinan tiempos electorales. Este fenómeno de evidente inestabilidad que se vive en todos los partidos políticos nacionales obedece a la crisis profunda por la que atraviesan estos institutos desde hace por lo menos 20 años.
Durante estas dos décadas se ha podido confirmar que de esas escisiones han surgido candidatos apoyados por partidos políticos opositores, sin que diferencias ideológicas y políticas impidieran las alianzas entre partidos y candidatos externos. En lo que va del presente siglo, podemos observar que estas prácticas se volvieron cada vez más comunes, sobre todo a partir de la llegada del PAN a la presidencia de la República con Vicente Fox, periodo en que se instaura la alternancia de partidos y la pluralidad electoral en los poderes legislativos, gubernaturas y ayuntamientos.
Así nace la expresión de “transfuguismo político”, que de acuerdo con el politólogo mexicano, César Cansino, más que un concepto político acuñado por las ciencias sociales para referirse al fenómeno del tránsito inmoderado de actores políticos de un partido a otro por razones pragmáticas, por convenir a sus intereses, se trata de un adjetivo que suele emplearse popularmente para señalar y descalificar a ese tipo de políticos por carecer de principios y valores sólidos y moverse oportunistamente de un partido a otro. En ese ámbito de referencia más popular que científico, al transfuguismo político también se le conoce como “malabarismo político”, “trapecio político”, “chapulinismo”, expresiones igualmente sarcásticas para referirse a una práctica mal vista.
El último ejemplo más notable de los aspectos de crisis y transfuguismo en los partidos, fue la conformación de las alianzas de Morena para la elección de 2018, donde personajes notables de la política, como ex presidentes de partidos, ex gobernadores y reconocidos militantes de otros partidos, se incorporan al proyecto político nacional de AMLO para la elección presidencial. Otros ejemplos locales lo fue Mario López Valdez en Sinaloa en 2010, que reunió a partidos de izquierda y derecha en una coalición de carácter más electoral, que por un proyecto gubernamental; y del actual Gobernador de Nuevo León, Jaime Rodríguez Calderón, candidato independiente apoyado por una élite de empresarios y de la suma de inconformidades ciudadanas para con anteriores gobiernos del PAN y del PRI.
Sin embargo, es importante distinguir entre “movilidad” y “transfuguismo” político, puesto que en su diferencia marca la distinción de propósitos. Continuando con César Cansino, no debemos confundir el transfuguismo político con la noción general de movilidad política, un concepto empleado por la ciencia política para referirse a los actores políticos y sus respectivos recursos económicos, coercitivos o de influencia, en su paso por ciertas posiciones de poder, coaliciones, grupos de influencia o partidos políticos hacia otros distintos. Así que mientras los móviles del tránsfuga siempre son personales, pragmáticos y oportunistas, los de la movilidad política pueden ser también ideológicos y/o estratégicos, y muchas veces son la cimiente de cambios políticos de mayor envergadura. De hecho, el concepto de movilidad política suele emplearse para describir este tipo de movimientos como jugadas estratégicas con el objetivo de minar un régimen o impulsar cambios, lo que constituyen una variable interviniente en procesos de crisis de un régimen autoritario o de transición democrática.
Ahora bien, en ambos sentidos, estas experiencias han estado presentes en los últimos procesos electorales nacionales y locales, por lo que reconocer ahora en los actores políticos sus motivaciones, es cada vez más factible y evidente. La crisis que se vive al interior de los partidos con registro nacional, se expresa entre las decisiones cupulares del centro y el enfrentamiento de intereses y aspiraciones en las entidades, incluyendo también a Morena, quienes en todos los sentidos han resultado ser más oficiosos en estas prácticas de la lucha por el poder y sus privilegios.
Por otra parte, desde la mirada ciudadana, se tiene la certeza de que toda negociación entre partidos políticos para definir alianzas en tiempos electorales, es motivada más por el interés de las candidaturas y la distribución de espacios de poder en instituciones del servicio público, porque así ha actuado no sólo la clase política del antiguo régimen, sino también aquellos que entre la movilidad y el transfuguismo político hoy forman parte de los que toman las decisiones en los gobiernos que representan la cuarta transformación en Sinaloa.
Quizá lo que hace falta en este continuo aprendizaje de nuestra democracia electoral, es saber elegir no en función de candidatos arrojados, ejemplares y poderosos, sino en función de proyectos de gobierno y visión legislativa.
Hasta aquí mi opinión, los espero en este espacio el próximo martes.