Crisis de los partidos, una lección no aprendida

Vladimir Ramírez
24 enero 2020

""

vraldapa@gmail.com
@vraladapa

 

Posterior a la disputa política nacional por una democracia electoral más confiable y la alternancia en los gobiernos y la representación en los congresos de los estados y de la Unión, vio sus primeros efectos significativos en la década de los 80 y para finales del Siglo 20 la llegada de un partido distinto al PRI a la Presidencia de la República después de 70 años. Este sería el resultado de una larga lucha social que demandó espacios de mayor participación y democracia en el escenario político electoral.

Así transcurrieron los primeros dos gobiernos del nuevo siglo encabezados por el Partido Acción Nacional, y con ellos la incumplida promesa del cambio social para los mexicanos. La apuesta ciudadana por la democracia como vía civilizada para alcanzar mayores niveles de bienestar y desarrollo de sus familias quedaría pendiente. La celebrada fiesta electoral de aquel fin de siglo dejaría al cabo del tiempo una decepcionante experiencia de cambio social fallido.

Con el regreso del PRI a Los Pinos como rechazo a los gobiernos del PAN, surge también una notable crisis de credibilidad hacia los partidos políticos producto de una profunda descomposición en los procesos electorales y ejercicio de la política en todos sus ámbitos y órdenes de gobierno. El daño mayor se materializó en la normalización de la corrupción y el envilecimiento de la clase política en las nuevas generaciones.

La búsqueda por consolidar una mayor democracia en la vida política y nacional a través de fortalecimiento de instituciones y leyes que garantizara la certeza de los procesos electorales, la participación plural y mejores gobiernos terminaron por desviarse. Surge entonces la hipótesis del evidente declive de los partidos y su inminente desaparición, de la necesidad incluso de replantearse otro tipo de modelo político, ente una indudable mutación de crisis de la democracia a una crisis de partidos políticos en México.

Las causas fundamentales que dieron origen al desvío de la función social de los partidos se vinculan fundamentalmente al desarrollo de estructuras y prácticas políticas orientadas a mantener privilegios para sus dirigencias, la falta de apoyo y consecuente desmantelamiento de sectores sociales organizados en torno a los partidos, generando como consecuencia una clara incapacidad de representar los intereses de la población.

La erosión de los partidos y su creciente disfuncionalidad frente a los intereses de la sociedad, alcanzó su nivel más álgido de repudio social el pasado proceso electoral de 2018, una mayoría electoral que también manifestó su rechazo al actual sistema de partidos.

Hoy los partidos políticos tradicionales viven una muy severa crisis de credibilidad y empatía social, el desprestigio de la clase política sigue vigente, la corrupción, el clientelismo y la inoperancia que representan para la sociedad son ahora su más difícil obstáculo, reinventarse su mayor reto.

Por su parte en Morena, parecen no haber recibido el más importante mensaje de cambio social que la sociedad mexicana les envió al votar por ellos. A más de un año de intentos fallidos por constituir un partido político, Morena vive su propia y prematura crisis de partido, porque no aprendieron la lección. El avaro entusiasmo y la desmedida seducción del poder, parecen haber desarticulado los afanes de lo que un día negaron.

Hasta aquí mi opinión, los espero en este mismo espacio el próximo martes.