Covid y codicia en hospitales privados. El floreciente negocio del coronavirus

Alejandro Sicairos
27 mayo 2020

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alexsicairos@hotmail.com

 

Si no es lucrar con la desesperación humana el hecho de condicionar al pago de cantidades desorbitadas el acceso a enfermos de coronavirus a los hospitales privados, entonces cómo se le puede llamar a ese negocio con el sufrimiento ajeno que hacen las clínicas particulares, sacándole raja económica a la actual emergencia de salud pública. Esta es otra de las realidades que emergen por la crueldad implícita en avideces disfrazadas de desinteresado servicio a la comunidad.

Los centros privados de atención a la salud, aun entendiendo que son exclusivos para el segmento de la población que los pueda pagar, se aprovechan de la impotencia que invade a sinaloenses en la búsqueda de atención inmediata para los contagiados por Covid-19 y en el mejor de los casos les exigen el depósito de una suma que varía entre los 80 mil y 100 mil pesos, y en el colmo de la avaricia el dinero de la garantía supera los 200 mil pesos.

Si no hay depósito tampoco existe la atención médica, establece esa rara ecuación de codicia e indolencia que es imperturbable ante la súplica de las familias alcanzadas por la propagación del virus y capaz de conmoverse sólo con el sonido voraz de las cajas del área de cobranza. Sucede, pero la bruma de confusión, desesperanza y crisis vuelve imperceptible para las autoridades la egoísta mercantilización del derecho a la vida.

Desoír los quejidos de dolor en los contagiados, ignorar las demandas de conmiseración brotadas en las familias de éstos, y desobedecer la instrucción de las autoridades para que fueran considerados con los enfermos, se impuso como manual antiético de las clínicas privadas. El 3 de abril, el Secretario de Salud de Sinaloa, Efrén Encinas Torres, pidió a dichos hospitales que atiendan a los enfermos indistintamente de la posibilidad que tengan de pagar los servicios porque “el hecho de no tener dinero no debe ser un criterio para no darles la atención”.
Después, el 13 de abril, cuando apenas se veía venir la devastación de la pandemia México, el Presidente Andrés Manuel López Obrador presumió el convenio firmado con la Asociación Nacional de Hospitales Privados, pactando la atención sin fines de lucro a pacientes infectados por el SARS Cov-2. El propósito, dijo, “es sumar recursos, voluntades y ayudarnos mutuamente a enfrentar el coronavirus. Es algo realmente importante, trascendente, que el sector público y el sector privado se unan a esta crisis de salud”.

Una vez tomada la foto y propagandizado el documento, se convirtió en letra muerte. Igual que el exhorto de Encinas Torres en Sinaloa, el acuerdo presidencial trasmutó en instantes hacia la implementación de la voraz tesis en la cual el dinero es la única cura cuando el sentido social pierde validez. Y predominó la habitual subasta de la salud donde el mejor postor es aquel que paga más, sin que importe que a cambio muera quien menos tiene.

Es verdad que se trata del silogismo anclado desde hace décadas en el “tanto vales, a tanta atención médica tienes acceso”, alimentado por un sistema de salud pública cuyas deficiencias expulsan a los derechohabientes hacia los consultorios y hospitales privados. La cuestión es que al vivir el País la más grande contingencia que colapsa la capacidad humana e infraestructura sanitarias, el apetito de dinero debió menguar como síntoma elemental de solidaridad con la Nación.

Los nombres de los hospitales privados que en Culiacán, Mazatlán y Ahome enseñaron las garras de la insaciabilidad económica han sido expuestos mediante la conversación pública, tal vez algunos casos fueron documentados ante la Procuraduría Federal del Consumidor, o quizás el Gobierno federal y local sepan quiénes violaron el convenio del 13 de abril, sin embargo, es un hecho que ningún dueño de ese tipo de establecimientos recibirá sanciones, ni siquiera la inofensiva amonestación, por hacer negocios donde solo hay la impotencia, angustia y desesperanza de aquellos que viven en carne propia la despiadada arremetida del coronavirus.

¿Cuántos enfermos fueron rechazados al no contar con las sumas económicas que les exigieron para tener derecho a ser atendidos? Es una estadística negra que a nadie, ni a los empresarios de la salud ni al Gobierno, les interesa documentar, mucho menos transparentar. Hasta en eso encuentra prerrogativas de opacidad e impunidad todo un esquema de abusos integrado por hospitales privados inaccesibles e insensibles, servicio particular de ambulancias que cobran como si trasladaran a los enfermos a Marte así fuera el movimiento de una manzana a otra y consultorios médicos que vieron a los pacientes como interminables fuentes de billetes y los saquearon en nombre de la crisis de la salud pública.

¿Y la Profeco? ¿Y las secretarías de Salud federal y estatal? ¿Y el acuerdo para que hospitales privados atendieran casos de coronavirus de manera solidaria? ¿Y el juramento de Hipócrates? ¿Y la característica solidaridad del sinaloense hacia el prójimo en estado vulnerable? ¿Y la adhesión de la medicina particular con el destartalado Instituto Nacional de Salud para el Bienestar? Hay interrogaciones que hay que hacerlas aunque sean notas lanzadas de oquis a las conciencias de los sin respuestas.

 

Reverso

Gratis abrazo y esmero,
Recetan algunos doctores.
Y otros curan los dolores,
Con infusiones de dinero.

 

Hospital ejemplo

Por si alguien solicitara una muestra de medicina especializada puesta al servicio de los sectores de más marginación, ahí está el Hospital Civil de Culiacán, cuyo director, Jesús Israel Martínez Félix, recibió emocionado ayer de manos del Congreso del Estado 6 mil 350 insumos médicos como parte de los materiales para la salud que la 63 Legislatura local entregará a 43 nosocomios de Sinaloa con un costo total de 7 millones 760 mil pesos. Apoyo invaluable al HCC que en verdad ayuda y necesita que lo ayudemos.